jueves, 4 de diciembre de 2014

La Interacción Social





Cuando era un niño a veces tenía la absurda idea de que todo mi entorno era algo preparado especialmente para mí. De esta forma, mis padres y mi hermano eran una especie de actores que representaban un papel para que mi mundo tuviera consistencia lógica y las calles por las que pasaba, las casas que visitaba, las ciudades que recorría y el campo que había entre esas ciudades, no eran otra cosa que decorados. La mayoría de las veces desechaba la idea por lo costoso que sería montar toda esa historia sólo para mí y además con qué fin, quién o qué podría estar interesado en realizar todo ese esfuerzo para engañar a un niño de clase media insignificante, diminuto y muy sensible. No tenía sentido.

Sin embargo alguna vez, recuerdo especialmente una ocasión en que estuve solo de excursión en Valencia, me vino la inquietante idea a la cabeza y, me creó tal desasosiego, que me puse a correr en una dirección cualquiera con el fin de comprobar si lo que me rodeaba era un decorado y no el mundo real. No sé como no me perdí, aunque lo que entonces me preocupaba realmente no era perderme sino perder la cabeza, me daba mucho miedo que me estuviera volviendo loco como el tío Manolo, inquilino del manicomio de Ciempozuelos (1) y antecedente familiar de  una posible locura congénita.

Imaginad mi sorpresa cuando vi por primera vez la película “El Show de Truman”, por un lado yo no era el único que había tenido el mismo tipo pensamiento sombrío y, por otro lado, alguien había encontrado la manera de hacer mucho dinero encauzando debidamente su imaginación.

Pero la mayor parte del tiempo mi relación con mi entorno era perfectamente normal, en mi vida cotidiana, en mis relaciones con mi familia, con mis compañeros de la escuela, con mis vecinos fui construyendo una realidad muy alejada de ese aislamiento existencial que me asaltaba de vez en cuando. Era un niño normal que interactuaba con mi entorno social de una manera normal, no había de qué preocuparse, no estaba en camino hacia Ciempozuelos.

En realidad, de lo que estamos hablando, es de un concepto que en sociología denominamos interacción social, que podríamos definir como el proceso según el cual una persona actúa y reacciona en relación a otras personas. La interacción social nos permite crear y recrear la realidad que percibimos. En nuestra vida cotidiana estamos continuamente interactuando con otras personas, pero no de cualquier modo, sino, como veremos ahora, según pautas sociales determinadas.

Esa interacción entre dos personas puede realizarse por múltiples medios como el lenguaje hablado, la vestimenta y la apariencia en general, los modales o el lenguaje corporal y gestual. Y múltiples contextos sociales como en casa, en el trabajo, por la calle, en una situación cara a cara o en una conversación por teléfono o en un chat de WhatsApp.

Se dice “interacción” porque el mensaje emitido por un individuo tiene algún efecto sobre otro individuo, que responde según su interpretación del mensaje. Si no hay respuesta la interacción termina. Se dice “social porque las interacciones ocurren en contextos o situaciones sociales, esto es, contextos que ya se han definido socialmente y son conocidos por los individuos que interactúan.

En artículos anteriores de Sociología Divertida hemos estudiado la estructura social, entendida como los múltiples sistemas de relaciones entre los individuos de una sociedad, que puede ser contemplada desde múltiples ángulos. Por ejemplo, desde su organización en clases u otras formas de estratificación social (2), o bien, desde su composición en grupos y redes sociales (3), o a través del estudio de los roles sociales (4), o bien, desde el análisis de las instituciones sociales (5).

Pero hoy vamos a poner el foco en otro tipo de relaciones sociales, la interacción social implica la relación social entre dos o más individuos, de carne y hueso. No hay interacción, por poner un ejemplo, entre una persona y una organización o entre organizaciones, sino en todo caso, entre un individuo y un miembro de esa organización.

Esta focalización en el individuo nos lleva, por un lado, a apartarnos del estudio de la sociedad en su conjunto, es decir al enfoque que podríamos calificar de macrosociológico, y nos lleva por el camino del enfoque microsociológico en el que el nivel de estudio son las interacciones entre las personas en los distintos contextos sociales. Por otro lado, estas relaciones se establecen, se desarrollan y se acaban  continuamente, toman múltiples formas y están sujetas a cambios, son dinámicas y, por tanto, nos alejan de esa visión de cierta estabilidad, del contenido más o menos estático que representan las estructuras sociales.

El estudio de la interacción social ha sido una línea de estudio muy fecunda en la sociología comenzando por el gran sociólogo alemán Georg Simmel (6) que fue el primero en marcar esa diferencia que citábamos en el párrafo anterior entre las relaciones sociales persistentes representadas por las estructuras sociales como los grupos y los encuentros sociales fugaces que representan las formas de interacción social como un intercambio de miradas. Simmel destacó la importancia de estas interacciones para la vida social.

Simmel influyó enormemente en la corriente denominada interaccionismo simbólico (7), cuyo mayor representante fue George Herbert Mead (8), que se centró en explicar cómo las personas van construyendo su propia identidad y definiéndose a sí mismas a través de sus interacciones con otras personas. Y aún fueron más ambiciosos, según el interaccionismo simbólico, la sociedad es el producto o resultado de las interacciones cotidianas de las personas, que van definiendo o dotando de sentido al mundo social que les rodea. Algo así como un agregado total de las visiones de todos los individuos. Como veis se trata de una explicación muy psicológica.

A este proceso por el que las personas, interactuando unas con otras, van definiendo la situación o la realidad en que se encuentran, los sociólogos  Peter Berger (9) y Thomas Luckmann (10), lo llamaron construcción social de la realidad. Como acabamos de ver, esta idea de la construcción social de la realidad, es parte fundamental del paradigma del interaccionismo simbólico. Ninguna situación social está definida completamente siempre hay sombras o zonas de incertidumbre, las personas que están interactuando van dando luz a esas sombras, rellenan los espacios en blanco y, de esta manera, van creando una imagen de su realidad más allá de su percepción sensorial. La interacción social implica una negociación continua entre las personas que participan de esa situación social o ese encuentro.

Precisamente de esto se ocupa la etnometodología (11) que es el estudio de la forma en que las personas entienden o dan sentido a su vida cotidiana y cuyo principal autor fue Harold Garfinkel (12). Garfinkel destacaba que en estas situaciones sociales en las que vemos a las personas interactuando, hay una serie de suposiciones o entendimientos que damos por hecho y que permiten que esa interacción pueda seguir delante de un modo que podíamos prever. Por ejemplo cuando preguntamos a alguien, ¿Qué tal vas?, damos a entender y, también lo entiende el interlocutor, que hacemos la pregunta a modo de salutación y no para curiosear como está en términos de salud o estado de ánimo.

Es muy curioso a este respecto el enfoque denominado análisis dramatúrgico del sociólogo estadounidense Erving Goffman (13). Según Goffman podemos entender mejor las interacciones sociales de la vida cotidiana recurriendo a una metáfora teatral, imaginando que cuando interactuamos con otras personas estamos haciendo como los actores en el teatro. También señaló que en toda interacción social todos somos actores y audiencia al mismo tiempo pues, por un lado, representamos un papel - de forma consciente o inconsciente – para transmitir una determinada impresión de nosotros mismos, y por otro lado, evaluamos cómo los demás representan su papel.

Esto nos recuerda lo que sabemos de los roles sociales pero no es exactamente lo mismo, los roles forman parte de la estructura social y son formas de comportamiento a las que nos vemos más o menos obligados a seguir en función de nuestro estatus, profesión o función social y permiten predecir las situaciones sociales, se hace lo que espera la sociedad que se haga, el juez tiene que comportarse como un juez y el padre como se espera que se comporte un padre. En cambio, los papeles de Goffman están más asociados a la persona, a su esencia, a su presentación ante los demás como individuos y no tienen como misión predecir comportamientos.

¿Y el funcionalismo (14) ?. No puedo dejar de explicar lo que dice al respecto de la interacción social una de las corrientes más importantes de la sociología. Como ya sabéis el enfoque funcionalista estima que una sociedad puede entenderse metafóricamente como un organismo vivo que se compone de distintos órganos o estructuras cada uno de ellos con una función o funciones necesarias para que el organismo social pueda vivir. La sociedad es un sistema complejo cuyas partes “encajan” entre sí produciendo un equilibrio o estabilidad social. Simplificando se trata de una visión macro de una sociedad dividida en sistemas y subsistemas.

En una visión de este tipo, las aproximaciones funcionalistas a la interacción social la configuran como un sistema social que integra un conjunto común de símbolos culturales y normas que aseguran que la gente reaccione de la misma manera a las situaciones   cotidianas.

A estas alturas estaremos de acuerdo en que los individuos no construyen su experiencia diaria desde el vacío, sino que nuestros intereses, nuestra formación y nuestra experiencia anterior nos marcan a la hora de actuar o reaccionar.  Un astrónomo ve en las estrellas bolas de gas enormes en las que se produce la fusión del hidrógeno en helio, sin embargo, un poeta verá en ellas algo digno de ser cantado en una poesía, acordaos  de Pablo Neruda y su “La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros a lo lejos”.

Pero también recibimos una notable influencia de la cultura a la que pertenecemos. La gente construye la realidad a partir del entorno cultural en el que vive. El mismo gesto, el mismo símbolo no se interpreta de igual manera en distintas partes del mundo, por ser un poco escatológico me encanta poner el ejemplo del eructo en la mesa, si lo haces en España eres un maleducado, entre los comensales árabes es signo de que la comida estaba muy buena, que se está satisfecho con la cantidad y se toma como un halago por el anfitrión. Si me apuráis en distintas clases sociales o distintos grupos, las formas de interpretación de las interacciones pueden ser distintas, la visión de un agente de policía por la calle puede producir alivio en un ciudadano y desasosiego en un delincuente.

Pero de la misma manera que apreciamos este relativismo en las interacciones sociales podemos apreciar justo lo contrario, existen formas estándar de interacción social que el sociólogo español Félix Tezanos (15) define como procesos sociales. Los procesos sociales son las formas repetitivas y tipificables de la interacción social en que las personas organizan y orientan sus conductas sociales en las diferentes instancias grupales e institucionales que constituyen el entramado de la sociedad. Aquí Tezanos vuelve a un enfoque más macro y más funcionalista.

El propio Simmel decía que se pueden encontrar las mismas relaciones entre unos individuos con otros, en grupos sociales que por sus fines y por su significación son distintos. Subordinación, competencia, imitación, división del trabajo, inclusión hacia dentro y exclusión hacia afuera se encuentran en una comunidad religiosa, en una banda de conspiradores, en una cooperativa o en una familia.

Podría confundirse el concepto de proceso social con el de institución social pues, al fin y al cabo, estas últimas son prácticas sociales  con amplio seguimiento y por tanto son repetitivas. Algunas de ellas cumplen funciones muy importantes dentro de la sociedad, la familia o el sistema educativo o el derecho, son instituciones sociales. Pero es evidente que hay una diferencia esencial en el nivel de análisis de ambos conceptos, no hay interacción social entre instituciones, aunque sí dentro de ellas, entre las personas que las conforman.

Si los procesos sociales son tipificables se pueden realizar clasificaciones y los estudiosos del tema han elaborado muchas, Tezanos propone un esquema basado en dos grandes criterios o dimensiones. Por un lado el eje activismo/pasividad y, por otro, el eje integración/desviación. 

Principales Procesos Sociales según Tezanos



En el primer cuadrante, el superior izquierda, tendríamos los procesos de integración activa, con los que la personas contribuyen al logro de los fines sociales colectivos de una manera activa. Aquí estarían la cooperación, la emulación, el intercambio o la comunicación.

En el segundo cuadrante, el inferior izquierda, se sitúan los procesos de integración pasivos, es decir, aquellos en los que los lazos sociales no son puestos en cuestión, pero sin darse una orientación activa y positiva de la conducta. Entre estos procesos estarían los de conformismo, acomodación y, en menor grado, la asimilación.

El tercer cuadrante, el superior derecha, estarían los procesos de desviación activa, de acuerdo con el mayor o menor grado de activismo y de la oposición a las inercias sociales. Aquí habría que poner los procesos de resistencia, oposición y conflicto.

Finalmente, el cuarto cuadrante, el inferior derecha, correspon­de a los procesos de desviación pasiva, en los que la no asun­ción de los patrones colectivos se traduciría en mecanismos de retraimiento o aislamiento.

Tezanos reconoce que, en buena lógica, un esquema bidimensional de esta naturaleza no puede recoger toda la complejidad de la realidad. Por ejem­plo, no refleja los fines que orientan los comportamientos colec­tivos, ni los soportes estructurales en que se desarrollan los pro­cesos sociales. Yo añadiría que no se recogen las visiones psicológicas que la microsociología ha aportado y que han dotado de riqueza explicativa las ideas que tenemos acerca de las relaciones personales. Pero no me parece mal, al contrario, es bueno tener la doble visión desde ambos niveles de estudio, de hecho Tezanos en su libro fija a continuación su atención en los procesos de comunicación y los explica desde el interaccionismo simbólico, la etnometodología  y el análisis dramatúrgico de Goffman. Esa ventaja tenemos los sociólogos del siglo XXI, que podemos elegir.

Estimado lector la interacción social no acaba aquí, aquí termina el artículo. He dejado de lado alguna opinión y alguna escuela sociológica, he pasado de puntillas por algunos conceptos pero he intentado hacer un resumen bastante equilibrado de lo que representa el concepto. Equilibrio, como siempre, entre la divulgación, la claridad, el rigor, los autores y no aburrir demasiado. Una simple mirada a la bibliografía que he usado os puede indicar que no me ha resultado sencillo. Si lo conseguí, eso queda a vuestro criterio, al menos lo he intentado.


Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo


Notas:

1.      Ciempozuelos es un municipio español de la provincia y Comunidad de Madrid, perteneciente a la comarca de La Sagra, situado al sur de la región a 568 metros de altitud media y a 35 kilómetros de distancia de la capital. Desde el siglo XVIII hay un hospital psiquiátrico regentado por los Hermanos de San Juan de Dios.
2.      Traté este asunto de la estratificación social y las clases en dos artículos: “¡Oiga usted qué todavía hay clases!”, y, “Yo soy de clase media, ¿y usted?
3.      El tema de los grupos y redes sociales lo abordé, con un componente tecnológico, en “Andamos muy enredados”.
4.      Estudiamos el concepto de rol social en “Los Roles Sociales
5.      Y a las instituciones sociales en el artículo titulado “Las Instituciones Sociales
6.      Georg Simmel (Berlín, 1 de marzo de 1858 – Estrasburgo, 28 de septiembre de 1918) fue un filósofo y sociólogo alemán. Simmel formó parte de la primera generación de sociólogos alemanes.
7.      El Interaccionismo simbólico es una de las corrientes de pensamiento microsociológica, relacionada también con la antropología y la psicología social, que se basa en la comprensión de la sociedad a través de la comunicación y que ha influido enormemente en los estudios sobre los medios.
8.      George H. Mead (27 de febrero de 1863 - 26 de abril de 1931), filósofo pragmático, sociólogo y psicólogo social estadounidense. Teórico del primer conductismo social, también llamado interaccionismo simbólico en el ámbito de la ciencia de la comunicación.
9.      Peter Ludwig Berger (Viena 17 de marzo de 1929) es un teólogo luterano y sociólogo estadounidense. Ha sido Director, ahora investigador senior, del Instituto de Cultura, Religión y Asuntos Mundiales de la Universidad de Boston. Es muy conocido, sobre todo, por su obra “La construcción social de la realidad: un tratado en la sociología del conocimiento” (Nueva York, 1966) que escribió junto a Thomas Luckmann.
10.  Thomas Luckmann (Jesenice, Eslovenia 14 de octubre de 1927) Sociologo norteamericano de origen esloveno. Luckmann estudió sociología en la Universidad de Viena y la Universidad de Innsbruck. Se trasladó después a los Estados Unidos, en donde estudió en la Nueva escuela para la investigación social en Nueva York. Ha trabajado como profesor de sociología en la Universidad de Konstanz en Alemania.
11.  La Etnometodología es una corriente sociológica surgida en los años sesenta a través de los trabajos de Harold Garfinkel. Aparece como una ruptura con las ideas del Estructural-funcionalismo de TalcottParsons las cuales, según Garfinkel, consideraban al actor como un "idiota cultural" que sólo "actuaba" de acuerdo con normas que le eran impuestas. La etnometodología se basa en el supuesto de que todos los seres humanos tienen un sentido práctico con el cual adecuan las normas de acuerdo con una racionalidad práctica que utilizan en la vida cotidiana. En términos más sencillos, se trata de una perspectiva sociológica que toma en cuenta los métodos que los seres humanos utilizan en su vida diaria para sentarse, ir al trabajo, tomar decisiones, entablar una conversación con los otros.
12.  Harold Garfinkel (Newark, Nueva Jersey, 1917- 2011) era un Profesor emérito de sociología en la Universidad de California, Los Ángeles. Garfinkel es uno de los promotores clave de la tradición fenomenológica en la sociología estadounidense.
13.  Erving Goffman (11 de junio de 1922, Mannville, Alberta, Canadá - 19 de noviembre de 1982, Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos) fue un sociólogo y escritor considerado como el padre de la microsociología.
14.  El funcionalismo se caracteriza por dar un sentido práctico a las acciones que deben sostener el orden establecido en las sociedades, es una corriente teórica surgida en Inglaterra en los años 1930 en las ciencias sociales, especialmente en sociología y también de antropología social, pero que tuvo su mayor esplendor en Estados Unidos. La teoría está asociada a ÉmileDurkheim y, más recientemente, a TalcottParsons además de muchos otros autores como HerbertSpencer y Robert Merton
15.  José Félix Tezanos es Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Desde 1974 desempeña diversos puestos docentes en universidades españolas. Es Catedrático de Sociología en la UNED, Director del Departamento de Sociología III (Tendencias Sociales) y Coordinador del GETS (Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales). Dirige la Fundación Sistema y es miembro de la Academia Europea de Ciencias, Artes y Letras de Paris, así como de los Consejos de Redacción de las revistas REIS (Revista Española de Investigaciones Sociológicas), RIS (Revista Internacional de Sociología) y EMPIRIA (Revista de Metodología de Ciencias Sociales). Editor de la Revista Sistema y Director de la Revista Temas, es autor de más de una treintena de libros y de cientos de monografías científicas sobre temas de estructura social, sociología política, tendencias sociales y ciencia, tecnología y sociedad.


Bibliografía:

La Explicación Sociológica
Una Introducción a la Sociología
José Félix Tezanos
2ª Edición 4ª Rempresión
UNED
Madrid 1998

Conceptos Fundamentales de Sociología
Roberto Garvía
Segunda Reimpresión
El Libro Universitario
Alianza Editorial
Madrid  2003

Sociología
John J Mancionis y Ken Plummer
Prentice-Hall
Madrid 2005

Interaction
Dirk vom Lehn
George Ritzer
Encyclopedia of Sociology
Blackwell Publishing
Oxford 2007

Sociología
Anthony Giddens
El Libro Universitario
Alianza Editorial
Madrid 2000

Teoría Sociológica Moderna
George Ritzer
5ª Edición
ED. McGraw-Hill
Madrid 2001



viernes, 14 de noviembre de 2014

Aurea Mediocritas

El poeta Horacio



Omne tulit punctum qui miscuit utile dulci
Quien mezcle lo placentero con lo útil,
Ganará la aprobación de todos
Ars Poetica, 343
Horacio

La prudencia es incluso más apreciable que la filosofía;
de ella nacen todas las demás virtudes,
porque enseña que no es posible vivir feliz sin
vivir sensata, honesta y justamente , ni vivir sensata,
honesta y justamente sin vivir feliz. Las virtudes, en efecto,
están unidas a la vida feliz y el vivir feliz es inseparable de ellas
Carta a Meneceo, Diogenes Laercio, Vitae Philosophorum Libro X Epicuro


Hay personas que a los cincuenta o a los cuarenta e incluso, algún adelantado a los treinta, pega un cambiazo a su existencia, sin encomendarse a Dios o al diablo, y rompe con todo. Y ese romper con todo deja muchos damnificados por el camino por lo que la búsqueda de la felicidad, el pensar que no se ha disfrutado de la vida lo suficiente y ya no nos queda tanto, el imaginar que si hubiera hecho esto en vez de lo otro les habría ido mucho mejor y que todavía se está a tiempo de enmendarlo, provoca la infelicidad de otros y, por ende, se acaba volviendo en contra del que busca el cambio, terminando por no ser feliz tampoco.

Este caso lo he visto muchas veces, sobre todo, cuando trabajaba en el Servicio Exterior. Muchas personas desaparecían de repente, como dice el tópico, se iban en busca de una cajetilla de tabaco y no volvían. Esto provocaba un continuo goteo de procedimientos de búsqueda de ciudadanos por todo el mundo, personas a las que si localizabas tenías que preguntarle si deseaba ser encontrado o no, pues forma parte de la libertad personal el hecho de querer ser localizado. Era difícil encontrarles, el mundo es muy grande y hay muchos rincones en donde esconderse del pasado, pero cuando los localizabas un buen número de ellos no querían saber nada de familiares y amigos.

Y qué decir de aquellos que directamente vivían en los filos de la navaja abandonados a las bajas pasiones, malditos de literatura maldita que acababan en guetos, hospitales de beneficencia – que la seguridad social es invento de pocos países –, en prisiones infernales o en alguna sórdida morgue tercermundista, de cuerpo presente, a la espera de que pudiéramos repatriar su cadáver.

Muchos piensan que no hay manuales de uso en esto del vivir pero creo sinceramente que se equivocan, manuales hay, sería muy inocente pensar que entre todos los que nos antecedieron en este planeta nadie hubiera escrito recetas. El problema no es ése, sistemas éticos hay muchos, el problema es elegir uno, que te vaya bien y, sobre todo, seguirlo. Pues la moral es como las dietas, lo difícil es seguirlas y sobre todo mantenerse sin volver a engordar.

Siempre que veía casos como estos, sobre todo de los más desesperados, me acordaba del concepto de “aurea mediocritas” del gran poeta romano Horacio (1) que perteneció a una época en la que la filosofía estaba concebida como el arte de saber vivir. Y conocer un poco de esta filosofía, en una época confusa como la que vivimos en que parece que la ética cristiana que ha regido nuestras vidas en los últimos veinte siglos está en crisis pero todavía no se ha sustituido por otra, puede ser resultar útil. Si lo pensamos bien, aquella época también era confusa, con los viejos dioses paganos en crisis pero sin ser sustituidos todavía por una nueva moral.

El padre de Horacio me cae bien, fue un liberto que dio a su hijo la mejor educación que pudo, en Roma, gramática y retórica y, a los 20 años de edad, le pagó sus estudios de filosofía en la Academia de Atenas (2) que era como hoy enviar a tu hijo a estudiar economía a Harvard. Después de elegir mal el bando en la guerra civil que estalló después del asesinato de Julio César, Horacio consiguió un trabajo de escribano, es decir empleado de oficina, un puesto que – aunque humilde - le permitió practicar la poesía, en la que poco a poco se fue haciendo un nombre, hasta que su fama llegó a oídos del ministro de Cesar Augusto, Cayo Mecenas (3). Mecenas llegó a convertirse en su protector y amigo íntimo que obsequió a Horacio con una vida regalada hasta el fin de sus días lo que le permitió dedicarse por completo a redactar sus obras. Como también hiciera lo mismo con el otro gran poeta romano, Virgilio (4), y otros muchos artistas, se llama mecenas a todo aquel filántropo que favorece a las artes y las letras gracias a su peculio.

Horacio es famoso por muchas cosas pero, sobre todo, por tres temas primordiales en su poesía que han tenido una enorme influencia en la literatura universal, fundamentalmente en el Renacimiento. En primer lugar el “beatus ille(5), que es el elogio de una vida retirada del mundanal ruido que tanto impresionó a nuestro Fray Luis de León (6). En segundo término, el “carpe diem” (7), famoso por la película el “Club de los Poetas Muertos”, que es la invitación a gozar del momento, a aprovechar el tiempo de la juventud y por último el “aurea mediocritas” que nos ocupa.

Muchas veces “aurea mediocritas” se traduce por dorada medianía o dorada mediocridad pero creo que no es una buena traducción dado que en castellano, medianía y mediocridad tienen un significado peyorativo que raya con vulgar o de mala calidad y no era este el sentido de la frase original, sino dorado punto medio o dorado término medio. Es el intento de alcanzar un deseado punto medio entre los extremos, un estado ideal en el que no se llega al exceso ni a la virtud sino a la justa medida de ambos, conformándose con lo que uno tiene y no dejándose llevar por las emociones desproporcionadas ni por pasiones de esas que crecen en el bajo vientre. Es encontrar la felicidad a tu lado, en las cosas pequeñas, sin emprender viajes sin retorno o de muy difícil regreso como los que emprendían aquellos ciudadanos que tanto trabajo me daban en mis tiempos del Servicio Exterior.

Todo esto está relacionado con una escuela filosófica que Horacio estudió en la Academia y de la que se hizo destacado seguidor: el epicureísmo. Es éste un sistema filosófico completo cuya principal figura fue Epicuro de Samos (8).

Para Epicuro el principio de la verdad reside en la sensación, esto es, aquello que no es lo sentido, es decir el objeto o la materia que se toca o se ve, ni tampoco la fuente del sentir, es decir el pensamiento o la mente con lo que se analiza lo observado. Es una imagen situada entre ambos extremos - otra vez el concepto de punto medio - que es particular en sí. Yo a estas alturas de la civilización lo llamaría percepción.

Es muy de agradecer el intento de Epicuro por tranquilizar a aquellos que, como yo mismo, no afrontamos la idea de la propia muerte con mucha valentía y no acabamos de creernos ciertas promesas de salvación. Epicuro definió la muerte como la carencia de toda sensación, por tanto, consideraba absurdo preocuparse por un trance físico caracterizado por la más absoluta insensibilidad. Yo lo veo algo así como para qué vas a preocuparte de la muerte si no vas a salir vivo de ella.

Del mismo modo, nuestro filósofo arremetió contra la superstición, contra los infiernos que nos esperan del otro lado, contra los dioses estúpidos o vengativos, todo lo cual, no le hizo especialmente popular entre los que viven de este tipo de comercios.

Casi todas las escuelas filosóficas que surgieron en Atenas después de la muerte de Sócrates anduvieron dándole vueltas al concepto de placer o gozo, este concepto para los epicúreos es muy moderado y está en la base del “aurea mediocritas” horaciano.

Como primera definición los epicúreos nos dicen que el placer es la ausencia de dolor. No es ni bueno ni malo, simplemente existe, lo bueno y lo malo del placer reside en cómo se busca y hasta dónde se llega para conseguirlo. Para estos señores el placer no es el goce activo de esto o aquello, sino la serenidad derivada de no desear desordenadamente. El ejemplo que siempre se da para ilustrar esto es que para nuestro amigo samita el verdadero goce es no tener hambre y no el acto de comer.

Esto puede parecer una tontería pero es bastante profundo. Los antecesores de los epicúreos en esto de filosofar, los hedonistas o cirenaicos, mantenían justo lo contrario, restringían el goce al instante en que se  producía el acto agradable de forma que sólo se podía ser feliz en momentos concretos y, claro, si lo pensáis un poco esto lleva a callejones sin salida pues, si quieres ser feliz más allá del instante placentero, o bien te dedicas a la búsqueda de placeres continuos con lo que acabas en la molicie, o bien caes en un pesimismo extremo derivado del hecho de que eres feliz una parte infinitesimal del tiempo de tu vida.

De lo primero podría ser representante el marqués de Sade (9), o al menos su leyenda, que preconizaba el “egoísmo integral” consistente en que cada quien debe hacer lo que le plazca, y nadie tiene otra ley que la de su placer. No sé a otros pero a él no parece que le fuera muy bien, ya que pasó buena parte de su vida en la cárcel o en el manicomio. De lo segundo fue abanderado el filósofo Hegesías (10), de la escuela cirenaica, quien convencido de que los goces positivos eran ínfimos en comparación con las miserias de la vida, preconizó la indiferencia total hacia la existencia. Cierto escrito suyo sobre el suicidio le valió ser llamado “abogado de la muerte” y Ptolomeo II filadelfo (11) prohibió sus lecciones en Alejandría por la gran cantidad de seguidores que se quitaban la vida.

En cambio, las lecciones de Epicuro, son un canto a la vida. Si el goce no está constreñido por el acto gozoso entonces todo es puro placer una vez expurgado de dolor o, en otras palabras, el placer constituye el estado permanente y general de la sensación. Por lo tanto la vida es bella y si es así, ¿quién puede pensar en suicidarse o en abandonarse hasta la autodestrucción?.

El hedonismo de Epicuro no es un abandono al placer momentáneo sino un sereno cálculo mediante la razón, un manual de usuario para vivir en armonía que queda bien retratado en la poesía de Horacio y que, como manual que es, nos provee de clasificaciones con las que reconocer nuestros deseos e instrucciones detalladas para conducirnos con sabiduría, prudencia y dominio de uno mismo.

Así para nuestro filósofo, los deseos pueden ser naturales y necesarios – que son las necesidades básicas como la alimentación, el abrigo y la seguridad -, otros deseos son los naturales e innecesarios – como por ejemplo la conversación amena, la sexualidad y la contemplación y disfrute de las artes – y, por último, tenemos los deseos innaturales e innecesarios – entre los que Epicuro señala la fama, el prestigio social, el poder político y dinerario -.

En su manual de usuario del vivir, Epicuro recomendó que se deben satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible y perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción de nuestro corazón pero sin egoísmos pues el mayor placer es darnos a los demás.

Recomendó también que no se debe arriesgar la salud, la amistad, el amor o la economía en la búsqueda de los deseos innecesarios pues, a pesar del placer inherente, éste es efímero y conduce al sufrimiento futuro, ya que todos los extremos son inconvenientes y el exceso de placer se convierte en vicio y no hay vicio sin dependencia y falta de libertad.

Si se aprende a distinguir verdaderamente lo que es el placer, Epicuro nos asegura que se vivirán muchos momentos de felicidad.  El final del camino, el estado epicúreo de perfección es la indolencia. Claro, dicho así suena raro, pues en español el sentido de la palabra indolencia es sinónimo de pereza, de no hacer nada, por lo que hay que ir a la etimología de la palabra, es decir, ausencia de dolor. La ausencia de dolor o indolencia constituye el bien supremo y la meta de la vida humana.

En esto básicamente consiste lo que Epicuro enseñó y que Horacio puso en su poesía casi trescientos años después.  Y nosotros contemplamos a Horacio con una rara vigencia desde dos mil años de distancia. Es una filosofía optimista y positiva para pasearnos por este, como decía mi madre, valle de lágrimas que es la vida y tratar de convertirlo en un valle sin lágrimas. No digo yo que se siga a pies juntillas, no soy quién para recomendar a nadie cómo se debe comportar, bastante tengo con conducirme yo mismo, pero es una opción interesante y ahí queda. Además, me encantan los latinajos  y éste es especialmente sonoro: “aurea mediocritas”.


Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo


La muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos. Por lo cual el recto conocimiento de que la muerte nada es para nosotros hace dichosa la mortalidad de la vida, no porque añada una temporalidad infinita sino porque elimina el ansia de inmortalidad.
Carta a Meneceo, Diogenes Laercio, Vitae Philosophorum, Libro X Epicuro


Epicuro de Samos


Notas:

  1. Quinto Horacio Flaco (en latín Quintus Horatius Flaccus) (Venusia, hoy Venosa, Basilicata, 8 de diciembre de 65 a. C. – Roma, 27 de noviembre de 8 a. C.), fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina.
  2. La Academia de Atenas o Academia platónica fue una escuela filosófica fundada por Platón cerca del 388 a. C. en los jardines de Academo y clausurada por el emperador Justiniano, después de haber sido refundada, en el año 529. Dedicada a investigar y a profundizar en el conocimiento, en ella se desarrolló todo el trabajo matemático de la época. También se enseñó medicina, retórica o astronomía. Sin embargo, su inclinación por los estudios matemáticos, le llevó a poner en el frontispicio de la Academia, la siguiente inscripción: "Aquí no entra nadie que no sepa geometría". Puede ser considerada como un antecedente de las universidades.
  3. Cayo Cilnio Mecenas (en latín Gaius Cilnius Maecenas) (circa 70-8 a. C.), noble romano de origen etrusco, confidente y consejero político de Cayo Octavio Turino, más adelante conocido como César Augusto. Fue también un importante impulsor de las artes, protector de jóvenes talentos de la poesía y amigo de destacados autores como Virgilio y Horacio. Su dedicación artística acabó por hacer de su nombre, Mecenas, un sinónimo de aquel que fomenta y patrocina las actividades artísticas desinteresadamente.
  4. Publio Virgilio Marón (Andes, actual Virgilio, cerca de Mantua, en la Región X, Venetia, hoy Lombardía italiana, 15 de octubre de 70 a. C. – Brundisium, actual Brindisi, 21 de septiembre de 19 a. C.), más conocido por su nomen, Virgilio, fue un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas. En la obra de Dante Alighieri, La Divina Comedia, fue su guía a través del Infierno y del Purgatorio.
  5. Beatus ille es una expresión latina que se traduce como «Dichoso aquel (que...)», y con ella se hace referencia a la alabanza de la vida sencilla y desprendida del campo frente a la vida de la ciudad. La temática del beatus ille es una de las cuatro aspiraciones del hombre del Renacimiento, que son: el beatus ille, el carpe diem («atrapa el día»), el locus amoenus («lugar ameno», idealización de la realidad) y el tempus fugit («tiempo que corre») y la consciencia de ello.
Esta expresión proviene de unos versos del poeta romano Horacio:
Beatus ille qui procul negotiis,
ut prisca gens mortalium
paterna rura bubus exercet suis,
solutus omni faenore,
neque excitatur classico miles truci
neque horret iratum mare,
forumque vitat et superba civium
potentiorum limina.
Dichoso aquél que lejos de los negocios,
como la antigua raza de los hombres,
dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes,
libre de toda deuda,
y no se despierta como los soldados con el toque de diana amenazador,
ni tiene miedo a los ataques del mar,
que evita el foro y los soberbios palacios
de los ciudadanos poderosos».
Horacio, Epodos, 2, 1.1
  1. Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527 o 15282 – Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 23 de agosto3 de 1591) fue un poeta, humanista y religioso agustino español de la Escuela salmantina. Fray Luis de León es uno de los escritores más importantes de la segunda fase del Renacimiento español junto con Francisco de Aldana, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera y San Juan de la Cruz. Su obra forma parte de la literatura ascética de la segunda mitad del siglo XVI y está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder alcanzar lo prometido por Dios, identificado con la paz y el conocimiento. Los temas morales y ascéticos dominan toda su obra.
7.      Carpe diem es una locución latina que literalmente significa 'toma el día', que quiere decir 'aprovecha el momento', en el sentido de no malgastarlo. Fue acuñada por el poeta romano Horacio (Odas, I, 11):
Carpe diem, quam minimum credula postero
"aprovecha el día, no confíes en el mañana"
  1. Epicuro (Samos, aproximadamente 341 a. C. - Atenas, 270 a. C.) fue un filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina son el hedonismo racional y el atomismo.
  2. Donatien Alphonse François de Sade, conocido por su título de marqués de Sade (París, 2 de junio de 1740-Charenton-Saint-Maurice, Val-de-Marne, 2 de diciembre de 1814), fue un filósofo y escritor francés, autor de Los crímenes del amor, Aline y Valcour y otras numerosas novelas, cuentos, ensayos y piezas de teatro. También le son atribuidas Justine o los infortunios de la virtud, Juliette o las prosperidades del vicio, Las 120 jornadas de Sodoma y La filosofía en el tocador, entre otras. En sus obras son característicos los antihéroes, protagonistas de violaciones y de disertaciones en las que, mediante sofismas, justifican sus actos. La expresión de un ateísmo radical, además de la descripción de parafilias y actos de violencia, son los temas más recurrentes de sus escritos, en los que prima la idea del triunfo del vicio sobre la virtud.
  3. Hegesias de Cirene, llamado Peisithanatos, filósofo de la escuela cirenaica, nacido hacia el año 300 a. C. Estudió con Anniceris o Anníceres y sostenía que, si los cirenaicos sostienen que la finalidad de la vida es la satisfacción del propio placer, esto conducía inevitablemente al pesimismo, ya que los placeres de la vida son pocos y muchos más los dolores, incierto el conocimiento y todos los eventos son dominados por la fortuna, el azar, la inseguridad, la impersonal fuerza del destino fatal.
  4. Ptolomeo II Filadelfo, «el que ama a su hermana» (308–246 a. C.), fue el segundo faraón de la dinastía ptolemaica; gobernó en Egipto de 285 a 246 a. C.


Bibliografía:

Antonio Escohotado Espinosa
Filosofía y Metodología de las Ciencias Sociales
3ª Edición
UNED
Madrid 1999

Anthony Long
La Filosofía Helenística
Alianza Universidad
Madrid 1997

Luis Antonio de Villena
Decadencias, Vivir con Horacio