Índice:
Introducción
Leyes Fundamentales de la
Estupidez
La Estupidez en el Mercado de
las Relaciones Sociales
La Estupidez del Poder
El Poder de la Estupidez
Análisis Macrosociológico
A Modo de Conclusión
Introducción
Mi padre tenía un libro muy viejo de citas de
la editorial Éxito, editado en Barcelona en 1941. A mí me gustaba echarle un
vistazo de vez en cuando, memorizar alguna sentencia y soltarla cuando me
parecía que podía tener un mayor efecto. Esto, por supuesto, lo hacía en
conversaciones con adultos, nunca fui tan incauto como para hacerlo en el
colegio, hubiera sido un suicidio social
y ya bastante tenía con ser del Real Madrid y tener buenas notas, en una clase
en la que ambas características no te hacían ser muy popular.
El caso es que un día de aquel lejano pasado,
ojeando ese libro que tengo todavía en mi buhardilla, di por primera vez con la
famosa frase del Eclesiastés, que
completa, era la siguiente: “Perversi
difficile corriguntur et stultorum infinitus est numerus”, lo que en
español quiere decir: “Los malvados difícilmente se corrigen y es infinito el
número de los estúpidos”.
Esta traducción latina corresponde a la
biblia “Vulgata” (1) de San Jerónimo (2). En 1979, la Iglesia
ha hecho una nueva traducción latina, “la Nueva Vulgata”, que ha re-traducido
el versículo del siguiente modo: “Quod
est curvum, rectum fieri non potest; et, quod deficiens est, numerari non
potest”, que según la traducción oficial de la Conferencia Episcopal
Española sería: “Lo torcido no se puede enderezar, lo que falta no se puede
calcular”.
Francamente, mientras la versión de San
Jerónimo es clara y concisa, se trata de un tuit perfecto escrito hace milenios, la versión moderna es
incomprensible y, no digamos, la traducción de los señores de la Conferencia
Episcopal. Desde luego la Iglesia de ahora no es como la de antes.
Han pasado cuatro décadas y esta sentencia
sigue siendo una de mis favoritas en mi repertorio personal. Y he acudido a
ella siempre que me he topado con malvados y con estúpidos a lo largo de mi
vida, en la búsqueda de cierto consuelo
ante conductas - tan faltas de lógica - que no puedes explicarlas desde el
sentido común.
Para mí hay tres tipos de estupidez: la
instantánea, la carencial y la general. La estupidez
instantánea no es más que la reacción estúpida ante un estímulo externo
concreto como los celos, el despecho, la envidia y tantos otros sentimientos
que nos superan en un momento dado, sobre todo si no nos lo esperamos.
Nadie está libre de reaccionar estúpidamente.
Es la típica situación en la que reaccionas de una manera incomprensible hasta
para ti mismo. Esta forma de ser estúpido no es muy grave pues suele pasarse
cuando termina el estímulo que provoca la reacción estúpida y la gente, una vez
se les pasa la sorpresa, suele ser bastante tolerante con estas conductas si no
son frecuentes.
Tampoco hay nadie libre de la estupidez carencial. Las personas tenemos
carencias, puntos débiles psicológicos, deficiencias educativas, complejos no
resueltos que nos llevan a actuar de manera irracional en determinadas
situaciones. La diferencia con respecto a la estupidez instantánea es que
siempre reaccionas de la misma manera ante las mismas situaciones. Es por ello
que se trata de una estupidez personal e intransferible. Los otros, al menos
los que te conocen, procuran evitar estos aspectos negativos de tu
personalidad, se suelen respetar estas zonas oscuras de nuestro comportamiento.
Es esta una estupidez que, por previsible, puedes encauzar o limar.
Yo me convierto en un estúpido carencial cada
vez que hablo con una mujer muy muy bella, no estoy hablando de una mujer
guapa, estoy hablando de una especialmente guapa y, aunque he conseguido con
los años que no se note demasiado, si me hicieran un TAC en ese mismo instante
se podría observar un cerebro en ebullición tratando de controlar los impulsos
estúpidos. Otros son estúpidos ante el médico o en el fútbol o conduciendo su
coche.
Y, por último, existe la estupidez general. Es la estupidez integral, ya no se trata de un
estado ofuscado de la mente, se trata de la esencia misma de esas mentes
descarriadas, la padece el que es estúpido por naturaleza. El gran problema de
este tipo de estupidez es que no se manifiesta ante una situación concreta como
el estúpido instantáneo o ante un tipo concreto de situaciones como el estúpido
carencial. El estúpido general no descansa en su estupidez, es estúpido de día
y de noche, y eso le hace ser tremendamente cansino, impredecible y muy
peligroso.
El autor que mejor ha estudiado los
comportamientos estúpidos y sus efectos en la sociedad ha sido el historiador y
economista italiano, Carlo Maria Cipolla (pronúnciese “chipola”, que os conozco) (3).
Mi definición de estúpido general, que he ido
pergeñando a lo largo de mi experiencia con los estúpidos – recuérdese que la Biblia
nos alerta de su número –, viene a ser la misma que la proporciona Cipolla en
su teoría de la estupidez.
Las Leyes
Fundamentales de la Estupidez Humana
Cipolla nos adentra en una visión
utilitarista, económica y satírica de la estupidez. Para él los estúpidos
constituyen un grupo social no organizado más poderoso que la Mafia o el
complejo industrial militar o que esos grupos “conspiranoicos” que dicen que existen y que tiran de los hilos de los destinos del mundo.
Carece de estructura conocida, pero está
guiado por una mano invisible que consigue que cada uno de sus miembros
contribuya poderosamente con los fines no
perseguidos de esa no organización,
que son básicamente: impedir el crecimiento del bienestar y de la felicidad en
las sociedades humanas.
Cipolla establece cinco leyes fundamentales
que vamos a ir analizando una a una. Son las siguientes:
1. Siempre
e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos
estúpidos en circulación.
2. La
probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier
otra característica propia de dicha persona.
3. Una
persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin
obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí
misma en el proceso.
4. Las
personas no-estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente
estúpida; constantemente olvidan que, en cualquier momento, en cualquier lugar
y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye
invariablemente un error costoso.
5. Una persona
estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir.
Cipolla no está de acuerdo con el
Eclesiastés, el número de estúpidos no es infinito. Es evidente, teniendo en
cuenta que no hay un número infinito de humanos, ahora bien, el número de
estúpidos presenta propiedades muy curiosas.
En primer lugar, y en esto se
parece al concepto de infinito, por muy alta que sea la estimación que se haga
siempre quedan estúpidos que contar (1ª Ley), siempre te quedas corto. Por eso,
a la fracción de estúpidos en una sociedad con respecto al total de la
población la designa con el símbolo ε (épsilon) sin aventurarse a dar un número o porcentaje.
En segundo lugar, este ε
está uniformemente distribuido según una proporción constante en cualquier
grupo o muestra, sin sesgo alguno por la clase social, el dinero, los estudios
o cualquier otra variable (2ª Ley). Es uno de esos números tozudos que la
Naturaleza se saca de la manga para aparecer cuando menos te lo esperas, como Pi, el número e o la proporción aurea.
Según Cipolla hay evidencia
empírica sobre la que basar la existencia de un número constante e intocable de
estúpidos en todos los segmentos sociales. Según él, se ha investigado entre el
personal de las universidades y se encontró ε en todos los grupos
profesionales: bedeles, empleados, estudiantes y cuerpo docente. Siempre según
Cipolla, fue tal la sorpresa ante los resultados que extendieron la
investigación a una auténtica élite, a los galardonados con el premio Nobel
confirmando la broma que nos gasta la Naturaleza: una fracción ε de los
ganadores del Noble estaba constituida por estúpidos.
La Estupidez en el Mercado de las Relaciones Sociales
Que vivimos en sociedad es un
hecho que venimos describiendo, con mayor o menor fortuna, en los artículos de
este blog. Nuestras acciones tienen una incidencia en los otros y, a su vez,
nosotros somos dependientes de las acciones de los demás. Si uno conduce mal
puede provocarme un accidente, si un compañero de trabajo no hace lo que le
corresponde puedo terminar haciéndolo yo, si un profesional, como un médico o
un abogado, ejerce sus funciones estúpidamente puedo pasarlo realmente mal.
De esta manera, lo que podría
haber hecho por un individuo y no lo hice, representa un coste de oportunidad, es decir, una ganancia frustrada o perdida
por esa persona. De alguna manera se constituye una especie de mercado de
relaciones sociales en el que cada uno de nosotros obtiene una ganancia o una
pérdida según las acciones de los otros. Este mercado de relaciones sociales se
describe en el gráfico siguiente:
Primer Gráfico de Cipolla, fuente:Wikipedia |
Si examinamos los ejes del
gráfico, la parte positiva de los mismos mide los beneficios, y la parte
negativa, mide las pérdidas o perjuicios. El eje de las X, representa mis
pérdidas y ganancias, el eje de las Y, las pérdidas y ganancias de los demás.
¿Qué se intercambia en este
mercado?, todo tipo de relación entre personas. ¿Cómo se miden las pérdidas o
ganancias?, bueno, podemos medirlas en euros, pero sería un reduccionismo, no
todo es reducible a dinero, no hay que confundir valor con precio. Deben
incluirse también las recompensas, satisfacciones, emociones, el estrés y toda
clase de bienes intangibles
difícilmente medibles de manera económica. Cipolla nos dice que, para que las
cosas funcionen, quién marca el valor es el que recibe la pérdida o la ganancia,
mediante su sistema de valores.
Los cuatro cuadrantes que
diferencia la gráfica nos definen los cuatro tipos de personas que encontramos
en el mercado de relaciones sociales. El
primer cuadrante lo forman los inteligentes, son las personas cuyas
acciones benefician a todos. El segundo
cuadrante lo forman los incautos, aquellos que se perjudican a sí mismos a
costa de beneficiar a los demás. El
cuarto, lo constituyen los malvados, aquellos que buscan el beneficio
propio sin importarles el mal ajeno.
En el tercer cuadrante nos encontramos por fin a nuestros protagonistas, los estúpidos que, como dice la tercera
Ley de Cipolla, son personas que causan un daño a otra persona o grupo de
personas sin obtener nada a cambio, incluso, con pérdidas propias. Cuantas
veces hemos sufrido pérdidas de dinero, de salud, de humor, de paciencia, de
tiempo, de energía y de tranquilidad gracias a las acciones de un estúpido
integral, que no descansa sumergido en la sopa de su propia estupidez, sin
ganar absolutamente nada a cambio.
Nadie que yo conozca se comporta inteligentemente
durante todo el tiempo, los humanos hacemos tonterías con cierta frecuencia, no
tenemos un comportamiento coherente, somos así, sólo los estúpidos constituyen una
excepción, son completamente coherentes en su estupidez. La lengua castellana
refleja muy bien esta cualidad de las personas con la diferencia entre ser y
estar, no es lo mismo estar gilipollas que ser un gilipollas. Pues bueno los
estúpidos “cipolianos”, lo son a
tiempo completo, no están, lo son.
Podemos calcular para cada
persona su posición en el eje de coordenadas, tomando como base la media ponderada de los resultados de sus
acciones. Según lo explica Cipolla, una persona inteligente puede alguna
vez comportarse como incauto o como malvado, pero la mayor parte de sus
acciones tendrán la característica de la inteligencia y su media ponderada lo
colocará en el cuadrante 1 del gráfico.
El malvado perfecto es aquel que con sus acciones causa al otro
pérdidas equivalentes a sus ganancias, los malvados perfectos aparecerán en la
diagonal de 45º que divide el cuadrante 4 en dos partes iguales. Son muy pocos,
todo lo perfecto es escaso, incluso la maldad. Los que se sitúan por encima de
esta línea son los malvados inteligentes, y los que se sitúan por debajo son
los malvados estúpidos. Desgraciadamente los malvados cercanos a la estupidez
son más numerosos. Lo afirmado para los
malvados podemos decirlo de los incautos y los inteligentes, se sitúan a lo
largo de toda el área de sus cuadrantes.
En cambio, la distribución de la frecuencia de los
estúpidos es totalmente diferente. Los estúpidos se concentran encima de la
parte negativa del eje Y, por debajo del centro de coordenadas, pues hacen el
mal sin beneficiarse. No obstante, existe la categoría de los superestúpidos, que son aquellos que no
sólo no se beneficiarían de sus malas acciones, sino que además son capaces de
perjudicarse a sí mismos. Estos elementos se sitúan a lo largo del cuadrante 3.
La Estupidez del Poder
Entre los burócratas, políticos y
jefes de Estado se encuentra también el valor ε, esa proporción constante
de estúpidos que la Naturaleza distribuye sin sesgos en todos los grupos
humanos.
Los sociólogos sabemos que la
gente tiende a pensar que las autoridades, o más en general los miembros de las
élites, tienen una inteligencia superior a la media, que les ha llevado – entre
otras virtudes personales – a los altos puestos que desempeñan, nuestra ideología es meritocrática pero
nuestra realidad no. Lo cierto, es que son personas como cualquiera de
nosotros, que deben su posición a múltiples interacciones sociales que se
producen a lo largo de sus vidas como la clase, las credenciales académicas, la
autoridad y estatus profesional, la propiedad, la discriminación por racismo o
género e, incluso, la propia suerte (ver Investigación
sobre los Logros de las Personas) y a que, en las organizaciones políticas
y burocráticas, se prima más a la lealtad y la sumisión que a la inteligencia.
El problema de que un estúpido esté
ocupando una posición de poder es que su capacidad
para hacer daño es mucho mayor. Un general estúpido, los ha habido a
cientos en la historia, puede provocar la muerte de miles de soldados en ataques
sin sentido. Un ministro tocado por la estulticia puede cometer muchos más
atropellos que un limpiacristales, un cartero o un funambulista, dicho esto con
todo el respeto a la capacidad de hacer daño de cualquier estúpido independientemente
de su profesión.
El Poder de la Estupidez
Lo visto en el apartado anterior
es relativamente fácil de comprender, ahora bien, no es tan sencillo explicar
por qué un estúpido es una persona poderosa.
Para Cipolla, en esencia, los
estúpidos son peligrosos porque a las personas normales les resulta difícil
imaginar y entender su comportamiento. Una persona inteligente puede entender
la lógica perversa del malvado, pero ante el estúpido está desarmado por ser de
conducta caprichosa, aleatoria,
impredecible. “Una criatura estúpida”,
dice Cipolla, “os perseguirá sin razón,
sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más
impensables”. Schiller (4)
dejó escrito: “contra la estupidez hasta
los mismos dioses luchan en vano”.
Aparte de esto, el estúpido no tiene autoconciencia de
su estupidez, lo que le hace todavía más peligroso y fuerte. Carece de
conciencia y puede, con una sonrisa encantadora, destrozarte tus planes, tu
trabajo o tu vida, sin remordimientos ni razón. Estúpidamente.
Análisis Macrosociológico
Para su análisis, Cipolla parte
de la siguiente aseveración: El bienestar de una sociedad es la suma algebraica
de las condiciones de bienestar de todos los individuos. El bienestar general dependerá de la relación
entre el número de incautos, malvados e inteligentes que hay en la sociedad
pues el número de estúpidos es siempre la fracción ε. Echemos un vistazo
de nuevo a la gráfica:
Segundo gráfico de Cipolla. Fuente:el autor |
Sobre la línea OM se concentran, como hemos
visto anteriormente, todos los malvados perfectos, en el área Mi se sitúan los
malvados inteligentes y en el área Me los malvados estúpidos. En el segmento OP
se colocan los incautos perfectos,
dejando arriba los incautos inteligentes (benefician a los otros más de lo que
se perjudican a sí mismos) y, por debajo, los incautos estúpidos (justo lo
contrario, benefician menos a los otros de lo que se perjudican a sí mismos).
Si todos los miembros de una sociedad fueran
malvados perfectos, la sociedad en su conjunto no saldría ni beneficiada ni
perjudicada, porque por cada beneficio de un malvado cualquiera procuraría un
perjuicio de igual magnitud a otro. La sociedad
quedaría estancada. Si todas las personas fueran estúpidas ni siquiera
existiría la sociedad.
Sigamos estudiando la gráfica, todas las
personas situadas a la derecha de la línea POM benefician a la sociedad, ya que
benefician más que perjudican, y los situados a la izquierda la empobrecen, ya
que perjudican más que benefician.
Por tanto, una sociedad en declive y otra en progreso, no se diferencian en el
número de estúpidos pues es constante, ambas tendrán los mismos estultos. La
diferencia estriba en que en la sociedad en declive los miembros estúpidos de
la sociedad se vuelven más activos por la actuación permisiva de los demás, o
bien, porque se produce un cambio en la composición de la población no
estúpida, con un incremento de las poblaciones de las áreas He y Me, es decir,
de incautos estúpidos y malvados estúpidos.
Según Cipolla, recordemos que era historiador
de la economía, estudiando al mundo clásico, la época medieval, moderna o
contemporánea, los países ascendentes tenía su fracción ε controlada por
la existencia de un porcentaje insólitamente alto de población inteligente. Los
países en declive tenían, sobre todo en individuos que estaban en el poder, una
alarmante proliferación de malvados con
un porcentaje alto de estupidez y, entre la clase no gobernante, un
crecimiento en el número de incautos del área He.
A modo de
conclusión
Ahora, después de leer y entender todo lo
dicho, echad – queridos lectores – un vistazo a los dirigentes del mundo que
nos han tocado en gracia, no voy a decir nombres porque no quiero que el
artículo pierda con el tiempo vigencia, y quiero que penséis en ellos en
términos de su estupidez…
...Para ponerse a temblar, ¿verdad?.
Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo
- La Vulgata es una traducción de la Biblia hebrea y griega al latín, realizada a finales del siglo IV (en el 382 d.C.) por Jerónimo de Estridón. Fue encargada por el papa Dámaso I dos años antes de su muerte (366-384). La versión toma su nombre de la frase vulgata editio (edición divulgada) y se escribió en un latín corriente en contraposición con el latín clásico de Cicerón, que Jerónimo de Estridón dominaba. El objetivo de la Vulgata era ser más fácil de entender y más exacta que sus predecesoras.
- Eusebio Hierónimo (en latín, Eusebius Sophronius Hieronymus; en griego, Εὐσέβιος Σωφρόνιος Ἱερώνυμος) (Estridón, Dalmacia, c. 340 – Belén, 30 de septiembre de 420), conocido comúnmente como san Jerónimo, pero también como Jerónimo de Estridón o, simplemente, Jerónimo, tradujo, por encargo del papa Dámaso I (quien reunió los primeros libros de la Biblia en el Concilio de Roma en el año 382 de la era cristiana), la Biblia del griego y del hebreo al latín. Es considerado Padre de la Iglesia, uno de los cuatro grandes Padres Latinos. La traducción al latín de la Biblia hecha por san Jerónimo, llamada la Vulgata (de vulgata editio, 'edición para el pueblo') y publicada en el siglo iv de la era cristiana, fue declarada en 1546 por la Iglesia católica en el Concilio de Trento, la versión única, auténtica y oficial de la Biblia para la Iglesia latina, y ha sido, hasta la promulgación de la Neovulgata, en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católica. San Jerónimo fue un célebre estudioso del latín en una época en la que eso implicaba dominar el griego. Sabía algo de hebreo cuando comenzó su proyecto de traducción, pero se mudó a Belén para perfeccionar sus conocimientos del idioma. En el año 382 corrigió la versión latina existente del Nuevo Testamento. Aproximadamente en el año 390 comenzó la traducción del Antiguo Testamento directamente del hebreo (Ya había traducido fragmentos de la Septuaginta provenientes de Alejandría, que contenían elementos helenizantes y por lo tanto heréticos). Completó su obra en el año 405. Si Agustín de Hipona merece ser llamado el padre de la teología latina, Jerónimo lo es de la exégesis bíblica. Con sus obras, resultantes de su notable erudición, ejerció un influjo duradero sobre la forma de traducción e interpretación de las Sagradas Escrituras y en el uso del latín como medio de comunicación en la historia de la Iglesia.
- Carlo Maria Cipolla (aunque según diversas fuentes, su auténtico nombre era simplemente Carlo Cipolla), (1922 - 2000) fue un historiador económico italiano. Nació en Pavía, y se graduó en la Universidad de esa misma ciudad en 1944, con una tesis sobre la historia de las explotaciones agrarias en el valle del Po. A través de la historia económica, con un enfoque humanista y en ocasiones humorístico de la misma, mostró un mayor interés en las causas que han provocado determinadas situaciones económicas y sociales a lo largo de la historia, que por hechos materiales y cifras concretas. Fue también conocido por sus artículos sobre la superpoblación y un ensayo satírico sobre la estupidez humana.
- Johann Christoph Friedrich Schiller, desde 1802 von Schiller (Marbach am Neckar, 10 de noviembre de 1759 – Weimar, 9 de mayo de 1805), fue un poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán. Se le considera, junto a Goethe, el dramaturgo más importante de Alemania, así como una de las figuras centrales del clasicismo de Weimar. Muchas de sus obras de teatro pertenecen al repertorio habitual del teatro en alemán. Sus baladas se cuentan entre los poemas más famosos.
Bibliografía:
Diccionario
Hispánico Universal
Editorial
Éxito
Barcelona
1941
Carlo
María Cipolla
Leyes
Fundamentales de la Estupidez Humana
Cuadernos
de Economía, Vol. 15, nº 25
Universidad
Nacional de Colombia
Bogotá 1996