Foto tomada por la tripulación del Apollo17 en 1972 y conocida como “Blue Marble” |
“No sabemos lo que nos
pasa, y eso es precisamente lo que pasa”
José Ortega y Gasset,
Obras Completas II, 38
“El presente solo es
perceptible en su superficie”
Edgar Morin, La Vía
Éste es el tercer y último
artículo que dedicamos a los tipos de sociedades que se han venido sucediendo a
lo largo de la historia. Usamos para ello el enfoque del sociólogo
norteamericano Gerhard Lenski (1) que se basa en lo que
él denomina evolución sociocultural, es decir, el estudio de los cambios
sociales que se suceden cuando una sociedad adquiere nuevos conocimientos,
sobre todo, los cambios tecnológicos.
En el primer artículo, “Los Tipos de Sociedades I. Sociedades Preindustriales”, estudiamos las sociedades de cazadores-recolectores, las primeras sociedades agrícolas y de pastores y,
por último las sociedades agrarias o
estados tradicionales. En el segundo artículo, “Los Tipos de Sociedades II.La Sociedad Industrial”, examinamos el cambio radical que supuso la revolución
industrial y la sociedad que surgió de ese cambio, la sociedad industrial, y como ésta fue evolucionando a lo largo de
los siglos XIX y XX.
A finales del siglo XX se ha
entrado en una nueva fase de desarrollo tecnológico. El sociólogo
norteamericano Daniel Bell (2) acuñó el término “sociedad posindustrial” para referirse al impacto de las nuevas
tecnologías de la información sobre la sociedad. Si las sociedades industriales
se caracterizan por sus fábricas y maquinarias que sirven para la producción de
bienes a gran escala, las sociedades posindustriales se caracterizan por el uso
extensivo de las tecnologías que sirven para procesar, almacenar y transmitir
información y conocimientos.
La desventaja que tenemos a la
hora de analizar un fenómeno tan actual, tan contemporáneo, es que no tenemos
perspectiva histórica y esto provoca confusión, estamos aturdidos por el ruido
que nosotros mismos generamos de manera que tenemos múltiples visiones de este
período nuestro. Tampoco ayuda el hecho de que los caracteres de la sociedad
industrial no han desaparecido sino que se acumulan a las nuevas
características que nos ha traído la revolución de las tecnologías de la
información.
Así que de igual manera que todo
el mundo está prácticamente de acuerdo con que la revolución industrial trajo
de su mano un nuevo mundo, el mundo moderno, no hay tanto consenso en cómo
denominar y describir este período nuestro a caballo de los siglos XX y XXI.
Los sociólogos dividen este período histórico de la sociedad contemporánea
entre modernidad inicial y modernidad avanzada o modernidad clásica y
modernidad reflexiva o entre modernidad sólida y modernidad líquida o entre
modernidad y posmodernidad, hay un debate acalorado al respecto.
Es interesante comentar, aunque
solo sea de pasada, esta última diferenciación entre modernidad y
posmodernidad, pues los autores que diferencian entre modernidades de alguna
manera están aceptando que no se ha desarrollado un nuevo modelo o paradigma de
sociedad sino una evolución de la misma, en cambio, los autores partidarios de
la posmodernidad están hablando de que ha surgido algo nuevo, están hablando de
que hemos entrado en una nueva etapa histórica que sigue al modernismo (3). La historia dirá,
sólo es cuestión de tiempo.
Y cómo no, también existe cierto
debate en la denominación de la sociedad resultante de este período histórico,
se habla de sociedad industrial y posindustrial, pero también sociedad de la
información y sociedad del conocimiento, sociedad informacional o sociedad en
red o sociedad del riesgo o sociedad de la transparencia, a veces tan sólo
refiriéndose a ciertos aspectos de la misma. En cualquier caso, nos quedaremos con
la terminología de sociedad posindustrial porque creo que describe de manera
muy completa el período que nos toca vivir, existe un amplio consenso en el
término y nos ayuda a evitar mayores debates.
En la sociedad industrial, sobre
todo en sus comienzos, las relaciones eran más estables, más asentadas en un
determinado territorio, con tecnologías menos cambiantes. En cambio, el mundo
posindustrial es mucho más variable, flexible, líquido – como diría el
sociólogo polaco Zygmunt Bauman (4) - con tecnologías en
continuo cambio y no está asociado a un territorio concreto sino que es global.
La globalización se ha visto favorecida, a finales del siglo XX, por un
desarrollo extraordinario en las comunicaciones y una mejora de los transportes
que permite el envío de mercancías a cualquier parte del mundo de manera rápida
y a bajo coste. Así como por el derrumbe de las economías socialistas dejando
el camino libre al auge del capitalismo neoliberal.
De forma que los mercados
nacionales han perdido importancia con respecto al mercado global. Como los
costes de transporte no son el problema, hoy en día se produce allá donde es
más barato y suele ser más barato allí donde los sueldos son más bajos, lo que
ha causado el fenómeno de la deslocalización
industrial, es decir, el traslado de los centros de trabajo de algunas
empresas de los países desarrollados a países en vías de desarrollo con costes
de personal mucho menores (5).
Si lo miramos desde el punto de
vista del consumo, al tratarse de un mercado global, los consumidores locales
ya no son tan necesarios y la clase trabajadora no tiene porque vivir tan bien
como solía cuando se inventó la producción en cadena, ya no es una condición
para el funcionamiento del sistema o, mejor dicho, ya no es una condición para
ganar dinero pues el sistema se me antoja más inestable por ser más desigual.
Todos estos acontecimientos que
he resumido en los párrafos anteriores han provocado un cambio muy importante
que Saskia Sassen (6) denomina “lógica de
la expulsión” (7).
Ya no es prioritario integrar a las masas en el sistema económico como
consumidores, sigue siendo importante, pero ya no es lo más importante.
La economía se nos ha
“terciarizado”. La terciarización (8) supone que la
población activa del sector de los servicios supera en número a la del sector
secundario, es decir, la industria clásica. Pero no sólo eso, los cambios
introducidos por las tecnologías de la información han provocado que la forma
de trabajo propia de este sector se difunda por todos los demás, “terciarizándolos”.
Y el trabajador del sector de los servicios es distinto del clásico obrero
industrial. Tiene menos conciencia social y cree menos en las soluciones
colectivas. Dicho de una manera poco fina pero muy clara, nos han puesto una
corbata y ya no nos creemos trabajadores. Si a esto le unimos la existencia de
un único modelo económico, el capitalista, como resultado tenemos que en las
últimas décadas el movimiento obrero se ha desinflado y los sindicatos han
perdido crédito entre los trabajadores.
Por lo tanto, se pueden bajar
sueldos y recortar beneficios sociales, se puede acabar con el Estado del
Bienestar sin complejos, con lo que las clases trabajadoras y medias viven
peor, incluso en los países más desarrollados.
Este incremento de la desigualdad
y la pobreza se hace notar más en las capas más desfavorecidas, en lo que Marx denominaba en su época ejército industrial de reserva, el
sociólogo norteamericano Charles Murray
(9) llamaba subclase y ahora se le suele llamar precariado, que abarca a todas aquellas
personas que sobreviven entre el desempleo y el empleo precario, en general con
poca o nula formación, que lo tienen todavía más difícil en un mundo en el que
el conocimiento asociado las nuevas tecnologías pesa más que otras habilidades.
Vistas las cosas de esta manera
en los países desarrollados no hay mucha esperanza de que en los países en
desarrollo haya mejorado la situación de la gente. Estos países siguen a merced
de los precios de las materias primas en los mercados internacionales que se
presentan como una losa insalvable para desarrollar sus economías. El gran
sociólogo español Manuel Castells (10) habla directamente
de zonas excluidas de la economía global como África.
Tan sólo ha habido movilidad
social ascendente en los países emergentes en los que se ha creado una nueva
clase media urbana. Quizás el caso más emblemático sea el de China. Pero esto
no ha hecho que se eviten situaciones de semiesclavitud de la clase trabajadora
– yo mismo he sido testigo de alguna situación de este tipo que nos enseñaban
sin pudor a los turistas occidentales (11) - y una terrible desigualdad entre las zonas
urbanas y rurales.
La globalización supone un cambio
enorme. Todos los cambios provocan crisis, los grandes cambios provocan grandes
crisis. La globalización ha traído una crisis de crecimiento inmensa, de nivel
planetario, múltiple en sus efectos, Edgar
Morin (12) la
define como la “policrisis”.
Habría una crisis del modelo de desarrollo que lleva
implícito un tipo de crecimiento económico que consume recursos sin medida y esto afecta a la degradación
de la naturaleza hasta límites insostenibles. Habría que hablar de una crisis demográfica con las tensiones
entre mundo desarrollado envejecido y un mundo en desarrollo con
sobrepoblación. Una crisis cultural
con el pulso entre el ideal de la cultura occidental impuesta y la resistencia
de las culturas locales que tratan de no ser comidas por dicha imposición.
Relacionado con lo anterior, podríamos hablar de una crisis de las religiones, fundamentalismos para defender diferentes
personalidades de lo sagrado en un mundo tecnológico que cada vez deja menos
espacio a lo sacro. Podríamos hablar de una continua crisis humanitaria con hambrunas y epidemias en las zonas pobres
del planeta.
Pero, en general, podríamos
hablar de una crisis política de la
que derivan todas las otras. Se ha construido una sociedad a escala global, una
aldea global en palabras de McLuhan, en la que lo que ocurre en cualquier punto
del planeta influye en su antípoda, y sin embargo, no hay una autoridad global
que regule las diferentes tensiones, ni corrija los desequilibrios y se imponga
sobre los egoísmos nacionales o los intereses de las elites internacionales.
Sino que tenemos una sociedad internacional que sigue dividida formalmente en Estados
soberanos, unos poderosos e influyentes y otros casi insignificantes, pero todos
con intereses particulares. Es ésta una estructura global que no consigue
resolver los problemas globales.
El Estado posindustrial mantiene
formalmente la soberanía pero ha perdido peso, para Manuel Castells, el Estado en este mundo
globalizado tiene cada vez menos poder. Así, por ejemplo, los Estados son
incapaces de proteger sus programas de bienestar porque los desequilibrios del
globo conducirán al capital a gravitar hacia los Estados con costes de
bienestar bajos. Se han creado redes globales, como las financieras o las
empresas trasnacionales, que escapan al control de los Estados. Por arriba, el
multilateralismo, el surgimiento de organizaciones supranacionales como la
Unión Europea captan parcelas de soberanía estatal y organizaciones como el
Fondo Monetario Internacional dictan los límites de las políticas económicas. Por
abajo, los mesogobiernos regionales, la mayor distribución territorial del
poder político, también hurta parcelas de poder a los gobiernos nacionales. El
gran dilema del Estado posindustrial es que si representa a sus electorados
nacionales, será menos efectivo en el sistema global; pero si se centra en este
último, no representará adecuadamente a sus ciudadanos.
En cierto modo en competición con
los Estados han surgido las ciudades
globales (13),
un concepto acuñado por la socióloga Saskia Sassen. Las ciudades globales
cumplen con una serie de características nacidas al socaire de la globalización
y el crecimiento constante de la población urbana, estas ciudades tienen un
efecto tangible y directo en los asuntos mundiales tanto por su influencia socioeconómica
como por su importancia cultural y política, formando – cómo no – una red entre
ellas. Londres, Nueva York, París y Tokio fueron las primeras ciudades
consideradas como de influencia global, pero existen estudios de la revista “Foreign Policy” o del Grupo de Estudios
sobre la Globalización y Ciudades Mundiales que - basándose en una serie de parámetros medibles
como el conocimiento que se tiene de la ciudad o la evaluación de los sistemas
de transportes y telecomunicaciones, por poner dos ejemplos - elaboran una
lista de ciudades globales.
En las sociedades posindustriales
la economía financiera predomina sobre la economía real, sobre la economía
productiva. Además esta economía
financiera se ha convertido en el llamado casino
financiero. Las telecomunicaciones y los mercados electrónicos permiten
realizar millones de operaciones por segundo en cualquier mercado del mundo a
cualquier hora del día, los productos de ingeniería financiera - que conjugan diversos índices de riesgo de
manera que al final el comprador no sabe muy bien lo que compra - y la
desregulación de los mercados, colaboran
periódicamente en la creación burbujas imparables que cuando estallan generan
crisis económicas que dejan millones de damnificados El dinero ganado y perdido en estos flujos
financieros es ahora mucho más importante que el que se gana mediante el
proceso de producción, en definitiva, el dinero se ha separado de la
producción; como dice Castells, estamos en una sociedad en la que el
capitalismo posindustrial, que él denomina con el adjetivo de informacional, se define por la eterna
búsqueda del dinero.
Si algo tan importante como la
economía es en gran parte virtual es evidente que hay muchos más espacios
virtuales en las sociedades posindustriales. Castells habla de virtualidad real, porque la realidad
está inmersa y capturada por una imagen virtual que a su vez, en cierta parte
del proceso se vuelve a convertir en realidad. Uno compra un objeto en una
tienda virtual, que no existe en la realidad, con dinero que no llega a ver
porque está en su cuenta, el objeto se sitúa en su cesta virtual con otras
compras, la operación se realiza en servidores virtuales, todo son ceros y
unos, y al final, se materializa y se convierte en real cuando te lo llevan a
casa. Pero lo mismo pasa con otras muchas situaciones, acosos virtuales que
provocan miedos y zozobras reales, relaciones de amistad virtuales con
sentimientos reales, el teletrabajo como trabajo virtual desde casa con sudor
real en la frente, la ayuda a distancia con la teleasistencia y hasta los
ministerios tienen sedes virtuales en donde puedes realizar actos que tienen
validez jurídica real.
Las sociedades posindustriales
siguen teniendo como ideal político a la democracia liberal. Sólo que las
nuevas tecnologías también han influido en el proceso político, en el sentido
que se presenta una cierta contradicción entre el mantenimiento de los sistemas
tradicionales de consulta al electorado, es decir, elecciones cada cuatro,
cinco o seis años y la capacidad que ofrecen los nuevos medios tecnológicos
para obtener la opinión de las personas de manera segura y sencilla.
Los partidos políticos
tradicionales han evolucionado, después de una larga travesía, hacia una forma
que Katz y Mair (14)
denominan partido cártel, pero que
también se conoce como partido de cuadros moderno o partido
electoral-profesional (15).
Lo que caracteriza este tipo de partido es que ya no es tan importante
conseguir el Gobierno de la nación, o cualquier otro nivel de gobierno, como formar parte del sistema, el objetivo es
tener cargos públicos en los distintos niveles gobierno como base con la que
obtener influencia, capacidad de decisión y financiación pública, o privada,
estos partidos tienen conexiones con grupos de presión o “lobbies”, que por su
influencia y poder económico son muy difíciles de resistir incluso para
políticos honestos.
Desde los años ’90, quizás por la
crisis política italiana y el advenimiento Partido Verde alemán, han ido
surgiendo una nueva clase de partido a medio camino entre el partido político y
el movimiento ciudadano, que rechaza ciertas características de los partidos
políticos tradicionales empezando por cierta resistencia a utilizar la palabra
partido en su nombre, pero también rechazando en cierta manera la constitución
de aparatos organizativos típicos de los partidos de toda la vida.
Gunther y Diamond (16) denominan a estos
partidos “Movement Parties”, es decir,
partidos-movimiento e incluyen en
esta categoría a movimientos de izquierda filo libertarios y grupos de extrema
derecha posindustrial. Su orientación, actitudes y comportamiento los autores
precitados los denominan como “posmaterialista”. Es decir, rechazan el status
quo económico y mantienen un “consenso negativo” en contra del predominio de
los mercados y de las burocracias que deben ser sustituidos a favor de las
relaciones económicas solidarias y las instituciones participativas. Como no
tienen consenso en apoyo de una ideología concreta o un conjunto de
preferencias programáticas, este “consenso negativo” funciona como el mínimo
denominador común compartido por sus heterogéneos miembros y la agenda del
partido gira en torno a una multiplicidad de problemas sin limitarse a un solo
ámbito.
¿Y cómo es la gente en la
sociedad posindustrial?. La gente está muy inmersa en la tecnología que lo
invade todo y está menos preocupada por lo humanístico, predominan los estudios
sobre ciencia y técnica que sobre la literatura o el arte. La sociedad ha
seguido con el proceso de secularización de manera que ya los mandatos de las
religiones no tienen el predicamento de antaño pero no han sido sustituidos por
ningún código ético alternativo y andamos muy despistados y confusos. Seguimos
muy preocupados por el consumo y el que no puede consumir – en alguna medida salvo
los muy ricos todos tenemos limitaciones a consumir – siente malestar psíquico
y moral.
Para el filósofo Byung-Chul Han (17), que es muy crítico con las sociedades
capitalistas actuales, vivimos en un enjambre digital. La sociedad
posindustrial está basada en la inmediatez, la multitarea y lo superficial. No
hay lugar para la reflexión. Existe un rechazo de la negatividad, se aparta de
la vista lo que resulta negativo. Se puede opinar “me gusta” pero no puede
rechazar con un “no me gusta”, como mucho, se puede mirar para otro lado no
cuestionándose el sistema, no haciéndose preguntas alternativas, es lo que Han
denomina “pospolítica”. Define al neoliberalismo predominante como el capitalismo del “me gusta” lo que no
deja tener gracia pero tiene bastante sentido.
La gran ironía según Han es que
se ha conseguido hacer creer que vivimos en una sociedad libre cuando se ha
logrado la quintaesencia de la dominación, es decir, la explotación a la que
uno mismo se somete. Esta forma de dominación es mucho más eficiente y
productiva debido a que el individuo decide voluntariamente explotarse a sí
mismo y, cuando esto ocurre, resulta muy difícil rebelarse, ya que explotado y
explotador son la misma persona. Inquietante, ¿verdad?.
En general la característica que
yo destacaría más es el individualismo.
Sufrimos una creciente hegemonía del individualismo en nuestro sistema de
valores. La crisis de las organizaciones
sociales de solidaridad, la decadencia de las ideologías políticas progresistas
que no han conseguido llevar a cabo sus proyectos de reforma y la crisis de la
familia patriarcal en favor de la nuclear, han convergido hacia el
reforzamiento del individuo como centro de los procesos de acumulación de
riqueza y poder, el deseo material y la búsqueda de soluciones particulares a
problemas que hasta hace bien poco se resolvían de manera colectiva.
En las sociedades posindustriales
la familia nuclear sigue siendo la
estructura familiar más común, pero han aparecido nuevos modelos de familia
gracias a los cambios sociales relacionados con los matrimonios – en muchos
casos ya no son uniones para toda la vida – y por la mayor tolerancia social
hacia la homosexualidad. De esta manera han surgido las familias monoparentales y las uniones
homosexuales.
Habría mucho más que escribir
pero en algún sitio tengo que poner el punto y final. Este artículo ha sido muy
difícil de escribir por diversas razones entre las que destacan dos. El hecho
de describir la sociedad en la que vives sin la perspectiva que da la historia
y la cantidad de fuentes, opiniones y temas entre los que hay que elegir para
describir la realidad actual sin convertir un artículo en un libro de
quinientas páginas. No obstante, antes de terminar, me gustaría preguntarme
acerca del futuro.
Tenemos muchos problemas, el
peligro nuclear agravado por la falta de control del armamento atómico, la
degradación de la naturaleza y la amenaza cada vez más patente del
calentamiento global, la desigualdad entre clases y entre países y los
conflictos étnicos, religiosos, comerciales y políticos, entre otros. Edgar
Morin dice muy gráficamente que “La nave Tierra se propulsa mediante cuatro
motores incontrolados: la ciencia, la técnica, la economía y el lucro”,
¿seremos capaces de pilotar nuestra nave sin estrellarnos?.
Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo
Notas
1.
Gerhard Emmanuel Lenski
(nacido el 13 de agosto 1924 en Washington DC) es un sociólogo norteamericano
conocido por sus contribuciones a la sociología de la religión, la desigualdad
social y la teoría ecológico-evolutiva.
2.
Daniel Bell (Nueva York,
10 de mayo de 1919 - Cambridge, Massachusetts, 25 de enero de 2011), fue un
sociólogo y profesor emérito de la Universidad de Harvard. En "El
advenimiento de la sociedad post-industrial", su obra más conocida,
advierte de un cambio histórico, de la transición hacia un modelo basado en la
información y el conocimiento, cuyas consecuencias alcanzan a las relaciones de
poder, la estratificación social y la reconfiguración de los valores políticos,
sociales y culturales.
3.
El posmodernismo estuvo muy de moda a finales de
la década de 1980 y durante la década de 1990. Habría que distinguir entre posmodernidad,
posmodernismo y teoría social posmoderna. La posmodernidad hace referencia a la
época histórica. El posmodernismo son los productos culturales de dicha época y
la teoría social posmoderna es el pensamiento social de autores como
Braudillard, Smart y Jameson que están de acuerdo en que se ha producido un
cambio de paradigma de sociedad.
4.
Zygmunt Bauman (Poznań,
Polonia, 1925) es un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su
obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de
cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la
hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización
y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó
el término correspondiente. Junto con el también sociólogo Alain Touraine,
Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades
2010.
5.
Dado que los costes que tienen que ver con la
naturaleza se externalizan y sólo se tienen en cuenta los salarios la
deslocalización pueden resultar más barata a las empresas. Si tenemos en cuenta
el despilfarro de energía y la producción de gases de invernadero, la
deslocalización resulta muy costosa. La fabricación de unos vaqueros requiere
en total un periplo de 30.000 Km para reunir los materiales y componentes; la
de un yogur de fruta, 10.000 Km.
6.
Saskia Sassen (La Haya,
Países Bajos, 1949) es una socióloga, escritora y profesora neerlandesa. En
2013 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
7.
Entrevista en vídeo a Saskia Sassen
8.
La terciarización es
una transformación económica y social que afecta a los países más desarrollados
desde la última fase de la revolución industrial, pulsando sobre el término se
obtiene más información.
9.
Charles
Murray (Newton, Iowa, Estados Unidos 1943) es un científico social,
columnista y autor norteamericano
10.
Manuel Castells Oliván
(Hellín, Albacete, España, 9 de febrero de 1942) es un sociólogo y profesor
universitario de Sociología y de Urbanismo en la Universidad de California en
Berkeley, así como director del Internet Interdisciplinary Institute en la
Universidad Abierta de Cataluña y presidente del consejo académico de Next
International Business School. Según el Social Sciences Citation Index
2000-2009, Manuel Castells es el quinto académico de las Ciencias Sociales más
citado del mundo y el académico de las Tecnologías de la Información y la
Comunicación (TIC) más citado del mundo. Trata -entre otros temas- en
profundidad sobre la Sociedad de la Información, y habla de la Teoría del
Estado, como un problema de información en su obra El Estado Red.
11.
En “El
rebelde desconocido, el mártir de Hangzhou y la emergencia de China” en
este mismo blog se realiza un análisis de la desigualdad en China y se comentan
anécdotas sobre las condiciones de trabajo en ese país.
12.
Edgar Morin, de nacimiento
Edgar Nahum (París, 8 de julio de 1921), es un filósofo y sociólogo francés de
origen sefardí.
13.
Ciudad global (también
llamada ciudad mundial, ciudad alfa o centro) es un concepto de geografía
urbana promovido por el departamento de geografía de la Universidad de Loughborough.
El término ciudad global se atribuye a la socióloga Saskia Sassen, autora del
libro publicado en 1991 “La ciudad global”.Se aplica a las ciudades que cumplen
con una serie de características nacidas debido al efecto de la globalización y
al constante crecimiento de la urbanización.
14.
Richard Katz
es profesor de ciencia política en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. Peter Mair (3 de marzo de
1951 – 15 de agosto de 2011) fue un
politólogo irlandés. Fue profesor de Política Comparada en el Instituto
Universitario Europeo de Florencia, Italia.
15.
Para más información ver el artículo en este
mismo blog “La
Evolución de los Partidos Políticos”.
16. Larry
Diamond es Asociado Senior en la Hoover Institution, co-editor del “Journal of Democracy”. Es autor de “Developing Democracy: Toward Consolidation”
y editor de numerosos libros sobre la democracia. Richard Gunther es profesor
de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Ohio. Entre sus publicaciones más recientes están:
“Democracy and the Media” (Cambridge, 2000); “Parties, Politics and Democracy in the New Southern Europe”
(Baltimore, 2001); “Political Parties and
Democracy” (Baltimore, 2001); and “Political
Parties: Old Concepts and New Challenges” (Oxford, 2002).
17.
Byung-Chul Han (o
Pyong-Chol Han, nacido en 1959 en Seúl, Corea del Sur) es un escritor en idioma
alemán de origen coreano, filósofo, experto en estudios culturales y profesor
de la Universidad de las Artes de Berlín.
Bibliografía:
George Ritzer
Teoría Sociológica Moderna
McGraw-Hill
Madrid 2001
Edgar Morin
La Vía
(para el futuro de la humanidad)
Editorial Paidós
Barcelona 2011
Richard Gunther y
Larry Diamond
Species of Political
Parties.
A New Typology
Party Politics Vol 9.
No.” Pp. 167-199
SAGE Publications
Londres 2003
Byung-Chul Han
La Sociedad de la Transparencia
Editorial Herder
Barcelona 2013
John J. Macionis y Ken Plummer
Sociología
Paerson-Prentice Hall
Madrid 2005
Manuel Castells
La Era de la Información. Vol. I: La Sociedad Red.
Siglo XXI Editores.
México 2002
También me he basado en tres artículos anteriores de este
blog: “La
Evolución de los Partidos Políticos”, “La
Muerte de Juan Sin Miedo” y “Adiós,
Estado del Bienestar, Adiós”