jueves, 18 de junio de 2015

Los Tipos de Sociedades III. La Sociedad Posindustrial

Foto tomada por la tripulación  del Apollo17 en 1972 y conocida como “Blue Marble”



“No sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que pasa”
José Ortega y Gasset, Obras Completas II, 38
“El presente solo es perceptible en su superficie”
Edgar Morin, La Vía

Éste es el tercer y último artículo que dedicamos a los tipos de sociedades que se han venido sucediendo a lo largo de la historia. Usamos para ello el enfoque del sociólogo norteamericano Gerhard Lenski (1) que se basa en lo que él denomina  evolución sociocultural, es decir, el estudio de los cambios sociales que se suceden cuando una sociedad adquiere nuevos conocimientos, sobre todo, los cambios tecnológicos.

En el primer artículo, “Los Tipos de Sociedades I. Sociedades Preindustriales”, estudiamos las sociedades de cazadores-recolectores, las primeras sociedades agrícolas y de pastores y, por último las sociedades agrarias o estados tradicionales. En el segundo artículo, “Los Tipos de Sociedades II.La Sociedad Industrial”, examinamos el cambio radical que supuso la revolución industrial y la sociedad que surgió de ese cambio, la sociedad industrial, y como ésta fue evolucionando a lo largo de los siglos XIX y XX.

A finales del siglo XX se ha entrado en una nueva fase de desarrollo tecnológico. El sociólogo norteamericano Daniel Bell (2)  acuñó el término “sociedad posindustrial” para referirse al impacto de las nuevas tecnologías de la información sobre la sociedad. Si las sociedades industriales se caracterizan por sus fábricas y maquinarias que sirven para la producción de bienes a gran escala, las sociedades posindustriales se caracterizan por el uso extensivo de las tecnologías que sirven para procesar, almacenar y transmitir información y conocimientos.

La desventaja que tenemos a la hora de analizar un fenómeno tan actual, tan contemporáneo, es que no tenemos perspectiva histórica y esto provoca confusión, estamos aturdidos por el ruido que nosotros mismos generamos de manera que tenemos múltiples visiones de este período nuestro. Tampoco ayuda el hecho de que los caracteres de la sociedad industrial no han desaparecido sino que se acumulan a las nuevas características que nos ha traído la revolución de las tecnologías de la información. 

Así que de igual manera que todo el mundo está prácticamente de acuerdo con que la revolución industrial trajo de su mano un nuevo mundo, el mundo moderno, no hay tanto consenso en cómo denominar y describir este período nuestro a caballo de los siglos XX y XXI. Los sociólogos dividen este período histórico de la sociedad contemporánea entre modernidad inicial y modernidad avanzada o modernidad clásica y modernidad reflexiva o entre modernidad sólida y modernidad líquida o entre modernidad y posmodernidad, hay un debate acalorado al respecto. 

Es interesante comentar, aunque solo sea de pasada, esta última diferenciación entre modernidad y posmodernidad, pues los autores que diferencian entre modernidades de alguna manera están aceptando que no se ha desarrollado un nuevo modelo o paradigma de sociedad sino una evolución de la misma, en cambio, los autores partidarios de la posmodernidad están hablando de que ha surgido algo nuevo, están hablando de que hemos entrado en una nueva etapa histórica que sigue al modernismo (3). La historia dirá, sólo es cuestión de tiempo.

Y cómo no, también existe cierto debate en la denominación de la sociedad resultante de este período histórico, se habla de sociedad industrial y posindustrial, pero también sociedad de la información y sociedad del conocimiento, sociedad informacional o sociedad en red o sociedad del riesgo o sociedad de la transparencia, a veces tan sólo refiriéndose a ciertos aspectos de la misma. En cualquier caso, nos quedaremos con la terminología de sociedad posindustrial porque creo que describe de manera muy completa el período que nos toca vivir, existe un amplio consenso en el término y nos ayuda a evitar mayores debates.

En la sociedad industrial, sobre todo en sus comienzos, las relaciones eran más estables, más asentadas en un determinado territorio, con tecnologías menos cambiantes. En cambio, el mundo posindustrial es mucho más variable, flexible, líquido – como diría el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (4) - con tecnologías en continuo cambio y no está asociado a un territorio concreto sino que es global.

La globalización se ha visto favorecida, a finales del siglo XX,   por un desarrollo extraordinario en las comunicaciones y una mejora de los transportes que permite el envío de mercancías a cualquier parte del mundo de manera rápida y a bajo coste. Así como por el derrumbe de las economías socialistas dejando el camino libre al auge del capitalismo neoliberal. 

De forma que los mercados nacionales han perdido importancia con respecto al mercado global. Como los costes de transporte no son el problema, hoy en día se produce allá donde es más barato y suele ser más barato allí donde los sueldos son más bajos, lo que ha causado el fenómeno de la deslocalización industrial, es decir, el traslado de los centros de trabajo de algunas empresas de los países desarrollados a países en vías de desarrollo con costes de personal mucho menores (5).

Si lo miramos desde el punto de vista del consumo, al tratarse de un mercado global, los consumidores locales ya no son tan necesarios y la clase trabajadora no tiene porque vivir tan bien como solía cuando se inventó la producción en cadena, ya no es una condición para el funcionamiento del sistema o, mejor dicho, ya no es una condición para ganar dinero pues el sistema se me antoja más inestable por ser más desigual.

Todos estos acontecimientos que he resumido en los párrafos anteriores han provocado un cambio muy importante que Saskia Sassen (6) denomina “lógica de la expulsión” (7). Ya no es prioritario integrar a las masas en el sistema económico como consumidores, sigue siendo importante, pero ya no es lo más importante. 

La economía se nos ha “terciarizado”. La terciarización (8) supone que la población activa del sector de los servicios supera en número a la del sector secundario, es decir, la industria clásica. Pero no sólo eso, los cambios introducidos por las tecnologías de la información han provocado que la forma de trabajo propia de este sector se difunda por todos los demás, “terciarizándolos”. Y el trabajador del sector de los servicios es distinto del clásico obrero industrial. Tiene menos conciencia social y cree menos en las soluciones colectivas. Dicho de una manera poco fina pero muy clara, nos han puesto una corbata y ya no nos creemos trabajadores. Si a esto le unimos la existencia de un único modelo económico, el capitalista, como resultado tenemos que en las últimas décadas el movimiento obrero se ha desinflado y los sindicatos han perdido crédito entre los trabajadores.

Por lo tanto, se pueden bajar sueldos y recortar beneficios sociales, se puede acabar con el Estado del Bienestar sin complejos, con lo que las clases trabajadoras y medias viven peor, incluso en los países más desarrollados.  

Este incremento de la desigualdad y la pobreza se hace notar más en las capas más desfavorecidas, en lo que Marx denominaba en su época ejército industrial de reserva, el sociólogo norteamericano Charles Murray (9) llamaba subclase y ahora se le suele llamar precariado, que abarca a todas aquellas personas que sobreviven entre el desempleo y el empleo precario, en general con poca o nula formación, que lo tienen todavía más difícil en un mundo en el que el conocimiento asociado las nuevas tecnologías pesa más que otras habilidades.

Vistas las cosas de esta manera en los países desarrollados no hay mucha esperanza de que en los países en desarrollo haya mejorado la situación de la gente. Estos países siguen a merced de los precios de las materias primas en los mercados internacionales que se presentan como una losa insalvable para desarrollar sus economías. El gran sociólogo español Manuel Castells (10) habla directamente de zonas excluidas de la economía global como África.

Tan sólo ha habido movilidad social ascendente en los países emergentes en los que se ha creado una nueva clase media urbana. Quizás el caso más emblemático sea el de China. Pero esto no ha hecho que se eviten situaciones de semiesclavitud de la clase trabajadora – yo mismo he sido testigo de alguna situación de este tipo que nos enseñaban sin pudor a los turistas occidentales (11) - y una terrible desigualdad entre las zonas urbanas y rurales. 

La globalización supone un cambio enorme. Todos los cambios provocan crisis, los grandes cambios provocan grandes crisis. La globalización ha traído una crisis de crecimiento inmensa, de nivel planetario, múltiple en sus efectos, Edgar Morin (12) la define como la “policrisis”. 

Habría una crisis del modelo de desarrollo que lleva implícito un tipo de crecimiento económico que consume recursos sin medida y esto afecta a la degradación de la naturaleza hasta límites insostenibles. Habría que hablar de una crisis demográfica con las tensiones entre mundo desarrollado envejecido y un mundo en desarrollo con sobrepoblación. Una crisis cultural con el pulso entre el ideal de la cultura occidental impuesta y la resistencia de las culturas locales que tratan de no ser comidas por dicha imposición. Relacionado con lo anterior, podríamos hablar de una crisis de las religiones, fundamentalismos para defender diferentes personalidades de lo sagrado en un mundo tecnológico que cada vez deja menos espacio a lo sacro. Podríamos hablar de una continua crisis humanitaria con hambrunas y epidemias en las zonas pobres del planeta.  

Pero, en general, podríamos hablar de una crisis política de la que derivan todas las otras. Se ha construido una sociedad a escala global, una aldea global en palabras de McLuhan, en la que lo que ocurre en cualquier punto del planeta influye en su antípoda, y sin embargo, no hay una autoridad global que regule las diferentes tensiones, ni corrija los desequilibrios y se imponga sobre los egoísmos nacionales o los intereses de las elites internacionales. Sino que tenemos una sociedad internacional que sigue dividida formalmente en Estados soberanos, unos poderosos e influyentes y otros casi insignificantes, pero todos con intereses particulares. Es ésta una estructura global que no consigue resolver los problemas globales.

El Estado posindustrial mantiene formalmente la soberanía pero ha perdido peso, para  Manuel Castells, el Estado en este mundo globalizado tiene cada vez menos poder. Así, por ejemplo, los Estados son incapaces de proteger sus programas de bienestar porque los desequilibrios del globo conducirán al capital a gravitar hacia los Estados con costes de bienestar bajos. Se han creado redes globales, como las financieras o las empresas trasnacionales, que escapan al control de los Estados. Por arriba, el multilateralismo, el surgimiento de organizaciones supranacionales como la Unión Europea captan parcelas de soberanía estatal y organizaciones como el Fondo Monetario Internacional dictan los límites de las políticas económicas. Por abajo, los mesogobiernos regionales, la mayor distribución territorial del poder político, también hurta parcelas de poder a los gobiernos nacionales. El gran dilema del Estado posindustrial es que si representa a sus electorados nacionales, será menos efectivo en el sistema global; pero si se centra en este último, no representará adecuadamente a sus ciudadanos.

En cierto modo en competición con los Estados han surgido las ciudades globales (13), un concepto acuñado por la socióloga Saskia Sassen. Las ciudades globales cumplen con una serie de características nacidas al socaire de la globalización y el crecimiento constante de la población urbana, estas ciudades tienen un efecto tangible y directo en los asuntos mundiales tanto por su influencia socioeconómica como por su importancia cultural y política, formando – cómo no – una red entre ellas. Londres, Nueva York, París y Tokio fueron las primeras ciudades consideradas como de influencia global, pero existen estudios de la revista “Foreign Policy” o del Grupo de Estudios sobre la Globalización y Ciudades Mundiales que -  basándose en una serie de parámetros medibles como el conocimiento que se tiene de la ciudad o la evaluación de los sistemas de transportes y telecomunicaciones, por poner dos ejemplos - elaboran una lista de ciudades globales.

En las sociedades posindustriales la economía financiera predomina sobre la economía real, sobre la economía productiva.  Además esta economía financiera se ha convertido en el llamado casino financiero. Las telecomunicaciones y los mercados electrónicos permiten realizar millones de operaciones por segundo en cualquier mercado del mundo a cualquier hora del día, los productos de ingeniería financiera  - que conjugan diversos índices de riesgo de manera que al final el comprador no sabe muy bien lo que compra - y la desregulación de los mercados, colaboran  periódicamente en la creación burbujas imparables que cuando estallan generan crisis económicas que dejan millones de damnificados   El dinero ganado y perdido en estos flujos financieros es ahora mucho más importante que el que se gana mediante el proceso de producción, en definitiva, el dinero se ha separado de la producción; como dice Castells, estamos en una sociedad en la que el capitalismo posindustrial, que él denomina con el adjetivo de informacional, se define por la eterna búsqueda del dinero. 

Si algo tan importante como la economía es en gran parte virtual es evidente que hay muchos más espacios virtuales en las sociedades posindustriales. Castells habla de virtualidad real, porque la realidad está inmersa y capturada por una imagen virtual que a su vez, en cierta parte del proceso se vuelve a convertir en realidad. Uno compra un objeto en una tienda virtual, que no existe en la realidad, con dinero que no llega a ver porque está en su cuenta, el objeto se sitúa en su cesta virtual con otras compras, la operación se realiza en servidores virtuales, todo son ceros y unos, y al final, se materializa y se convierte en real cuando te lo llevan a casa. Pero lo mismo pasa con otras muchas situaciones, acosos virtuales que provocan miedos y zozobras reales, relaciones de amistad virtuales con sentimientos reales, el teletrabajo como trabajo virtual desde casa con sudor real en la frente, la ayuda a distancia con la teleasistencia y hasta los ministerios tienen sedes virtuales en donde puedes realizar actos que tienen validez jurídica real. 

Las sociedades posindustriales siguen teniendo como ideal político a la democracia liberal. Sólo que las nuevas tecnologías también han influido en el proceso político, en el sentido que se presenta una cierta contradicción entre el mantenimiento de los sistemas tradicionales de consulta al electorado, es decir, elecciones cada cuatro, cinco o seis años y la capacidad que ofrecen los nuevos medios tecnológicos para obtener la opinión de las personas de manera segura y sencilla. 

Los partidos políticos tradicionales han evolucionado, después de una larga travesía, hacia una forma que Katz y Mair (14) denominan partido cártel, pero que también se conoce como partido de cuadros moderno o partido electoral-profesional (15). Lo que caracteriza este tipo de partido es que ya no es tan importante conseguir el Gobierno de la nación, o cualquier otro nivel de gobierno,  como formar parte del sistema, el objetivo es tener cargos públicos en los distintos niveles gobierno como base con la que obtener influencia, capacidad de decisión y financiación pública, o privada, estos partidos tienen conexiones con grupos de presión o “lobbies”,  que por su influencia y poder económico son muy difíciles de resistir incluso para políticos honestos.

Desde los años ’90, quizás por la crisis política italiana y el advenimiento Partido Verde alemán, han ido surgiendo una nueva clase de partido a medio camino entre el partido político y el movimiento ciudadano, que rechaza ciertas características de los partidos políticos tradicionales empezando por cierta resistencia a utilizar la palabra partido en su nombre, pero también rechazando en cierta manera la constitución de aparatos organizativos típicos de los partidos de toda la vida. 

Gunther y Diamond (16) denominan a estos partidos “Movement Parties”, es decir, partidos-movimiento e incluyen en esta categoría a movimientos de izquierda filo libertarios y grupos de extrema derecha posindustrial. Su orientación, actitudes y comportamiento los autores precitados los denominan como “posmaterialista”. Es decir, rechazan el status quo económico y mantienen un “consenso negativo” en contra del predominio de los mercados y de las burocracias que deben ser sustituidos a favor de las relaciones económicas solidarias y las instituciones participativas. Como no tienen consenso en apoyo de una ideología concreta o un conjunto de preferencias programáticas, este “consenso negativo” funciona como el mínimo denominador común compartido por sus heterogéneos miembros y la agenda del partido gira en torno a una multiplicidad de problemas sin limitarse a un solo ámbito.

¿Y cómo es la gente en la sociedad posindustrial?. La gente está muy inmersa en la tecnología que lo invade todo y está menos preocupada por lo humanístico, predominan los estudios sobre ciencia y técnica que sobre la literatura o el arte. La sociedad ha seguido con el proceso de secularización de manera que ya los mandatos de las religiones no tienen el predicamento de antaño pero no han sido sustituidos por ningún código ético alternativo y andamos muy despistados y confusos. Seguimos muy preocupados por el consumo y el que no puede consumir – en alguna medida salvo los muy ricos todos tenemos limitaciones a consumir – siente malestar psíquico y moral. 

Para el filósofo Byung-Chul Han (17), que es muy crítico con las sociedades capitalistas actuales, vivimos en un enjambre digital. La sociedad posindustrial está basada en la inmediatez, la multitarea y lo superficial. No hay lugar para la reflexión. Existe un rechazo de la negatividad, se aparta de la vista lo que resulta negativo. Se puede opinar “me gusta” pero no puede rechazar con un “no me gusta”, como mucho, se puede mirar para otro lado no cuestionándose el sistema, no haciéndose preguntas alternativas, es lo que Han denomina “pospolítica”. Define al neoliberalismo predominante como el capitalismo del “me gusta” lo que no deja tener gracia pero tiene bastante sentido.

La gran ironía según Han es que se ha conseguido hacer creer que vivimos en una sociedad libre cuando se ha logrado la quintaesencia de la dominación, es decir, la explotación a la que uno mismo se somete. Esta forma de dominación es mucho más eficiente y productiva debido a que el individuo decide voluntariamente explotarse a sí mismo y, cuando esto ocurre, resulta muy difícil rebelarse, ya que explotado y explotador son la misma persona. Inquietante, ¿verdad?.

En general la característica que yo destacaría más es el individualismo. Sufrimos una creciente hegemonía del individualismo en nuestro sistema de valores.  La crisis de las organizaciones sociales de solidaridad, la decadencia de las ideologías políticas progresistas que no han conseguido llevar a cabo sus proyectos de reforma y la crisis de la familia patriarcal en favor de la nuclear, han convergido hacia el reforzamiento del individuo como centro de los procesos de acumulación de riqueza y poder, el deseo material y la búsqueda de soluciones particulares a problemas que hasta hace bien poco se resolvían de manera colectiva.

En las sociedades posindustriales la familia nuclear sigue siendo la estructura familiar más común, pero han aparecido nuevos modelos de familia gracias a los cambios sociales relacionados con los matrimonios – en muchos casos ya no son uniones para toda la vida – y por la mayor tolerancia social hacia la homosexualidad. De esta manera han surgido las familias monoparentales y las uniones homosexuales.

Habría mucho más que escribir pero en algún sitio tengo que poner el punto y final. Este artículo ha sido muy difícil de escribir por diversas razones entre las que destacan dos. El hecho de describir la sociedad en la que vives sin la perspectiva que da la historia y la cantidad de fuentes, opiniones y temas entre los que hay que elegir para describir la realidad actual sin convertir un artículo en un libro de quinientas páginas. No obstante, antes de terminar, me gustaría preguntarme acerca del futuro. 

Tenemos muchos problemas, el peligro nuclear agravado por la falta de control del armamento atómico, la degradación de la naturaleza y la amenaza cada vez más patente del calentamiento global, la desigualdad entre clases y entre países y los conflictos étnicos, religiosos, comerciales y políticos, entre otros. Edgar Morin dice muy gráficamente que “La nave Tierra se propulsa mediante cuatro motores incontrolados: la ciencia, la técnica, la economía y el lucro”, ¿seremos capaces de pilotar nuestra nave sin estrellarnos?.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo
Notas
1.       Gerhard Emmanuel Lenski (nacido el 13 de agosto 1924 en Washington DC) es un sociólogo norteamericano conocido por sus contribuciones a la sociología de la religión, la desigualdad social y la teoría ecológico-evolutiva.
2.       Daniel Bell (Nueva York, 10 de mayo de 1919 - Cambridge, Massachusetts, 25 de enero de 2011), fue un sociólogo y profesor emérito de la Universidad de Harvard. En "El advenimiento de la sociedad post-industrial", su obra más conocida, advierte de un cambio histórico, de la transición hacia un modelo basado en la información y el conocimiento, cuyas consecuencias alcanzan a las relaciones de poder, la estratificación social y la reconfiguración de los valores políticos, sociales y culturales.
3.       El posmodernismo estuvo muy de moda a finales de la década de 1980 y durante la década de 1990. Habría que distinguir entre posmodernidad, posmodernismo y teoría social posmoderna. La posmodernidad hace referencia a la época histórica. El posmodernismo son los productos culturales de dicha época y la teoría social posmoderna es el pensamiento social de autores como Braudillard, Smart y Jameson que están de acuerdo en que se ha producido un cambio de paradigma de sociedad.
4.       Zygmunt Bauman (Poznań, Polonia, 1925) es un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término correspondiente. Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.
5.       Dado que los costes que tienen que ver con la naturaleza se externalizan y sólo se tienen en cuenta los salarios la deslocalización pueden resultar más barata a las empresas. Si tenemos en cuenta el despilfarro de energía y la producción de gases de invernadero, la deslocalización resulta muy costosa. La fabricación de unos vaqueros requiere en total un periplo de 30.000 Km para reunir los materiales y componentes; la de un yogur de fruta, 10.000 Km.
6.       Saskia Sassen (La Haya, Países Bajos, 1949) es una socióloga, escritora y profesora neerlandesa. En 2013 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
7.       Entrevista en vídeo a Saskia Sassen

8.       La terciarización es una transformación económica y social que afecta a los países más desarrollados desde la última fase de la revolución industrial, pulsando sobre el término se obtiene más información.
9.       Charles Murray (Newton, Iowa, Estados Unidos 1943) es un científico social, columnista y autor norteamericano
10.   Manuel Castells Oliván (Hellín, Albacete, España, 9 de febrero de 1942) es un sociólogo y profesor universitario de Sociología y de Urbanismo en la Universidad de California en Berkeley, así como director del Internet Interdisciplinary Institute en la Universidad Abierta de Cataluña y presidente del consejo académico de Next International Business School. Según el Social Sciences Citation Index 2000-2009, Manuel Castells es el quinto académico de las Ciencias Sociales más citado del mundo y el académico de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) más citado del mundo. Trata -entre otros temas- en profundidad sobre la Sociedad de la Información, y habla de la Teoría del Estado, como un problema de información en su obra El Estado Red.
11.   En “El rebelde desconocido, el mártir de Hangzhou y la emergencia de China” en este mismo blog se realiza un análisis de la desigualdad en China y se comentan anécdotas sobre las condiciones de trabajo en ese país.
12.   Edgar Morin, de nacimiento Edgar Nahum (París, 8 de julio de 1921), es un filósofo y sociólogo francés de origen sefardí.
13.   Ciudad global (también llamada ciudad mundial, ciudad alfa o centro) es un concepto de geografía urbana promovido por el departamento de geografía de la Universidad de Loughborough. El término ciudad global se atribuye a la socióloga Saskia Sassen, autora del libro publicado en 1991 “La ciudad global”.Se aplica a las ciudades que cumplen con una serie de características nacidas debido al efecto de la globalización y al constante crecimiento de la urbanización.
14.   Richard Katz es profesor de ciencia política en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. Peter Mair (3 de marzo de 1951 –  15 de agosto de 2011) fue un politólogo irlandés. Fue profesor de Política Comparada en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, Italia.
15.   Para más información ver el artículo en este mismo blog “La Evolución de los Partidos Políticos”.
16.   Larry Diamond es Asociado Senior en la Hoover Institution, co-editor del “Journal of Democracy”. Es autor de “Developing Democracy: Toward Consolidation” y editor de numerosos libros sobre la democracia. Richard Gunther es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Ohio. Entre sus publicaciones más recientes están: “Democracy and the Media” (Cambridge, 2000); “Parties, Politics and Democracy in the New Southern Europe” (Baltimore, 2001); “Political Parties and Democracy” (Baltimore, 2001); and “Political Parties: Old Concepts and New Challenges” (Oxford, 2002).
17.   Byung-Chul Han (o Pyong-Chol Han, nacido en 1959 en Seúl, Corea del Sur) es un escritor en idioma alemán de origen coreano, filósofo, experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín.

Bibliografía:

George Ritzer
Teoría Sociológica Moderna
McGraw-Hill
Madrid 2001

Edgar Morin
La Vía
(para el futuro de la humanidad)
Editorial Paidós
Barcelona 2011

Richard Gunther y Larry Diamond
Species of Political Parties.
A New Typology
Party Politics Vol 9. No.” Pp. 167-199
SAGE Publications
Londres 2003

Byung-Chul Han
La Sociedad de la Transparencia
Editorial Herder
Barcelona 2013

John J. Macionis y Ken Plummer
 Sociología
Paerson-Prentice Hall
Madrid 2005

Manuel Castells
La Era de la Información. Vol. I: La Sociedad Red.
Siglo XXI Editores.
México 2002



También me he basado en tres artículos anteriores de este blog: “La Evolución de los Partidos Políticos”, “La Muerte de Juan Sin Miedo” y “Adiós, Estado del Bienestar, Adiós

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