Cuatro ladrones con
sombreros de copa y cuatro matones,
Ésta suele ser la plana mayor de un partido.
Joaquín Costa
El Ribagorzano, 30-IX-1908
The best party is but a kind of conspiracy
Against the rest of the nation
El mejor de los partidos políticos no es otra cosa
Que una conspiración contra el resto del país
George Savile, marqués de Halifax 1633-1695
I do not think that joining a Party one necessarily abrogates
the use of one's reason
No creo que por adherirse a un partido uno abandone forzosamente la razón
Bertrand Russell, Autobiografía, carta a A. Amos 16-VI-1930
Ésta suele ser la plana mayor de un partido.
Joaquín Costa
El Ribagorzano, 30-IX-1908
The best party is but a kind of conspiracy
Against the rest of the nation
El mejor de los partidos políticos no es otra cosa
Que una conspiración contra el resto del país
George Savile, marqués de Halifax 1633-1695
I do not think that joining a Party one necessarily abrogates
the use of one's reason
No creo que por adherirse a un partido uno abandone forzosamente la razón
Bertrand Russell, Autobiografía, carta a A. Amos 16-VI-1930
Introducción
En noviembre de 2013 hice una primera versión
de este artículo que publiqué en este mismo blog y en el portal de análisis político Debate21. En estos cuatro años que han
pasado desde la primera versión, el panorama social de nuestro país ha cambiado
mucho como consecuencia de la agotadora crisis económica que llevamos
padeciendo desde 2007 y que nos afecta en todos los órdenes de la vida social,
en este contexto, el sistema de partidos no es una excepción.
Y me he decidido a ampliarlo y volver a
publicarlo por dos razones principales. En primer lugar porque, aunque ya en
aquel momento conocía el trabajo de Gunther y Diamond (1), me parecía que su
explicación sobre los partidos-movimiento no tenía reflejo en el sistema político
español. Hoy en día, creo que hay reflejos de este tipo de estructuras
políticas en nuestra sociedad.
Por otro lado, este artículo ha resultado ser
uno de los que más interés ha despertado entre los lectores de Sociología Divertida,
así que me interesa personalmente tenerlo al día.
Los Orígenes
El primer país que se dotó a sí
mismo de un sistema de partidos fue el Reino Unido. A finales del siglo XVII se
fueron configurando dos grupos políticos con cierta organización, muy lejos
todavía de la idea que se tiene hoy de un partido, los “whigs” (2) y los “tories”
(3), que mucho más tarde acabarían por ser el partido liberal y el partido
conservador respectivamente. Ambos términos, whig y tory, eran en un principio
despectivos, whig – que viene del gaélico escocés – significa cuatrero y tory –
que deriva del gaélico irlandés - significa bandolero. Como vemos, la
identificación de los políticos con ladrones, hoy tan en boga, viene de lejos.
Los whig eran más progresistas,
la izquierda de la época, y los tories, la derecha, aunque ambos términos
entonces no existían, nacieron durante la Revolución Francesa. En una votación
el 11 de septiembre de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente, en la que se
decidía sobre el veto absoluto de la corona a las leyes que emanaran de la
futura Asamblea Legislativa. Los que estaban en contra, y por tanto estaban a
favor de que la soberanía residiera efectivamente en el pueblo por encima de la
autoridad real, se situaron a la
izquierda del presidente, y los partidarios de que el rey fuera un soberano
en toda la magnitud del término se
colocaron a la derecha. Así el término “izquierda” quedó asociado a las
opciones políticas que propugnaban el cambio político y el término “derecha” se
asimiló a los grupos conservadores que se oponían a los cambios. No creo que
los diputados del “Jeu de Paume” (4)
pudieran ni imaginarse la repercusión que tendría en la historia de la
humanidad aquella sencilla toma de posición. ¿O quizás no fue tan sencilla?.
Desde aquellos tiempos los
partidos fueron tomando protagonismo en el desarrollo de la vida pública de
todos los países. Ya sea en las democracias
liberales, en las que varios partidos se disputan los distintos niveles de
gobierno en elecciones libres o en las dictaduras,
que suelen apoyarse en un régimen de partido único. En estos últimos casos,
siempre me ha parecido una incongruencia el término “partido”, pues la palabra
designa un grupo de personas agrupadas en torno a una misma ideología por
oposición a otros grupos similares, si es único – en buena lógica – no puede
ser partido. Así que ya sea de una manera o de otra los partidos políticos son
los vehículos a través de los cuales se organiza la participación política en todas las sociedades que han desarrollado
con mejor o peor fortuna un Estado.
Y se ha hablado y escrito mucho
acerca de su futuro, de su posible desaparición, se habla del ocaso de los partidos. Muchos lo hacen
desde la decepción con el sistema, se sienten excluidos de las decisiones
políticas, ven en ellos estructuras al servicio de los intereses de los grandes
grupos de presión. Mientras que a los ciudadanos sólo se nos consulta cada
cuatro años, las élites económicas tienen línea directa con el poder político.
Desde estas plataformas se incide en la necesidad de usar las nuevas
tecnologías para fomentar formas de democracia directa, otros piensan que los
grupos sociales y la acción colectiva serían los sustitutos ideales de los
partidos como agentes de representación. Y sin quitarles la razón, al menos en
el diagnóstico, el asunto no me deja de dar desasosiego pues recuerdo otros
partidarios de la superación de los partidos con los que no me siento nada
identificado. Como tengo esta memoria caprichosa e increíble o increíblemente
caprichosa, no lo sé, me acuerdo de ver – con ojos de un niño de once años - un
telediario en blanco y negro que se dedicó casi monográficamente al “Crepúsculo
de las Ideologías” del diplomático y ministro franquista Gonzalo Fernández de
la Mora (5), que aunque se recicló en la Transición para muchos era el filósofo
de los inmovilistas. No sé si alguien de aquel telediario de 1971 se había
leído el libro pero, con la excusa de la presentación de esa obra, recuerdo tal
alegato en contra de los partidos que no se me ha olvidado mi infantil alivio
por vivir en aquel país que tenía una frontera – los Pirineos – infranqueable
para las peligrosas ideas que venían de Europa.
Pero, ¿cómo se ha llegado hasta
aquí?, ¿han sido los partidos políticos siempre iguales?. Antes de contestar a
esa pregunta vamos a hacer dos cosas que me parecen imprescindibles. Por un
lado vamos a definir qué es un
partido político, por otro, vamos a ponernos de acuerdo en una metodología para analizar su evolución.
En ambos casos no vamos a inventar nada, sino que nos vamos a aprovechar de que
existe una ciencia política que desde fecha muy temprana se ha ido ocupando de
estos asuntos.
Para Edmund Burke (6), que por
cierto era “whig”, un partido es un cuerpo de hombres unidos para promocionar,
por medio de la unión de sus esfuerzos, el interés nacional sobre la base de un
principio concreto respecto del cual todos se muestran de acuerdo. Para el
politólogo británico Alan Ware (7), un partido político es una institución que
busca influencia en el seno del
Estado, a menudo para ocupar
posiciones de gobierno, que
representan varios intereses sociales y que hasta cierto punto están dispuestos
a agregar más intereses. He puesto estas dos definiciones porque la primera
está muy de acuerdo con lo que se pensaba que eran los partidos en el momento
en que Burke participaba en el parlamento allá por el siglo XVIII y la segunda
es actual y ambas marcan muy bien el camino que han seguido los partidos en
estos dos siglos de diferencia, sobre todo en la parte de los intereses.
Respecto de la metodología a
seguir hay estudios profundos y sistemáticos en diversas partes del mundo que
han hecho ese trabajo por nosotros. En general, la mayoría de las tipologías o
clasificaciones de los partidos se basan en el espectro ideológico, es un clásico el enfoque de familias
espirituales de Von Beyme (8), pero hay muchas otras. Me gustan las investigaciones
de Richard Katz (9) y Peter Mair (10) que
se basan en el estudio de la evolución de tres variables: los militantes, la organización central del partido y los cargos públicos, me parece una clasificación muy original porque no
tienen en cuenta la ideología y aportan la idea de los partidos cártel que
veremos más adelante aunque, por supuesto, no le faltan los críticos.
Según este esquema el primer tipo
de partidos que surgió fueron los partidos
de cuadros. Era la época del sufragio
censitario, siglos XVIII y XIX, lo que significaba en la práctica que sólo
tenía el derecho al voto una parte de la población que cumplía una serie
requisitos económicos, sociales, educativos y, por supuesto dada la época de la
que hablamos, de género. Estos partidos carecían de organización central, las
funciones que normalmente desarrollan este tipo de estructuras las realizaban
los que estaban en el parlamento, es decir, los cargos públicos, sin el apoyo
de lo que también se denomina a veces “el aparato”. No había empleados del
partido. Los militantes eran grupos sociales locales, gentes con recursos e
influencia, con derecho al voto, que daban su apoyo al candidato y éste debía
representar sus intereses en caso de ser elegido, aquella era la época dorada de la representación que
suponía casi un contrato entre elector y electo. Aunque este formato de partido
no difiere mucho entre los distintos países, se dio tanto en Europa como
América, a finales del siglo XIX se
conforma en el sur de Europa una versión propia que fue el caciquismo en España
y el transformismo en Italia.
El siglo XX
El paso de sufragio censitario al
sufragio universal afectó al modelo
de partido. El cambio fue gradual como lo fue la extensión del voto. La
necesidad de movilizar a los nuevos electores, el aumento de la complejidad de
las campañas electorales, el incremento de los costes y de los recursos de todo
tipo para conseguir que un candidato saliera elegido, requirieron del
establecimiento de una organización central y de la existencia de una
militancia de base. La organización establecía una ideología y una estructura
más o menos jerárquica en la que se integraban los militantes. Éstos, a su vez,
sostenían con sus cuotas las finanzas de la organización. Son los partidos con
organización o partidos de masas,
típicos del siglo XX.
Los cargos públicos se vieron
envueltos a partir de entonces en una peligrosa
dualidad fuente de conflictos. Por un lado eran cargos públicos, por tanto
debían seguir una determinada ética y una fidelidad a los intereses de los
ciudadanos, y por otro lado, eran cargos del partido, con otra ética y otras
fidelidades. En los partidos de izquierda además se solía dar la presencia de
cargos sindicales, en los derecha se confundían los intereses de grupos
privados con los públicos. Los conceptos de partido de cuadros y partido de
masas se deben al politólogo francés Maurice Duverger (11, 12).
Durante la segunda mitad del
siglo XX los cambios económicos, culturales y tecnológicos se fueron sucediendo
a un ritmo extraordinario, modificaron la forma y la frecuencia que toman las
demandas ciudadanas. Se produjo un aumento de la importancia de los medios de comunicación y sobre todo de la televisión, que hizo que el lenguaje de la propaganda política
cambiara radicalmente. Las mejoras en el Estado de Bienestar supusieron una
mejora en las condiciones generales de la población, surgiendo con fuerza unas nuevas
clases medias heterogéneas y de límites difusos que provocó que aparecieran
estrategias electorales interclasistas en un intento por captar el mayor número
posible de electores, en un ambiente muy competitivo entre las distintas
opciones políticas.
Todos estos cambios han influido
en las estructuras de los partidos, dando lugar a una nueva clase que Otto
Kirchheimer (13) y otros llaman partidos
“atrapalotodo” ("catch-all"), también se les conoce por partidos
multicomprensivos.
En el partido de cuadros los
cargos públicos eran dominantes y en el de masas predominaba la fusión entre la
organización central y los militantes, en el modelo atrapalotodo es difícil
determinar en la práctica cómo se jerarquizan y ordenan las relaciones, parece
que la militancia de base pierde peso
a favor de la estructura organizativa y los cargos empiezan a surgir de dicha
estructura, los cargos públicos hacen primero carrera dentro del partido. Ya no
es tan importante que los militantes peguen carteles electorales, que participen
en las decisiones del partido, la ideología pierde también importancia en aras
de un mayor pragmatismo, ya no
tienen sentido los planteamientos utópicos, la política se convierte – más que
nunca – en el arte de lo posible.
La financiación se convierte en
un problema, las grandes maquinarias electorales son muy caras y los partidos
buscan fondos en muy diversas fuentes y no sólo en las contribuciones de los
militantes.
Los partidos en la sociedad posindustrial
A finales del siglo XX se ha
entrado en una nueva fase de desarrollo tecnológico. El sociólogo
norteamericano Daniel Bell (14) acuñó el
término “sociedad posindustrial”
para referirse al impacto de las nuevas tecnologías de la información sobre la
sociedad. Si las sociedades industriales se caracterizan por sus fábricas y
maquinarias que sirven para la producción de bienes a gran escala, las
sociedades posindustriales se caracterizan por el uso extensivo de las
tecnologías que sirven para procesar, almacenar y transmitir información y
conocimientos.
El mundo posindustrial esta en
continuo cambio, es variable, flexible, líquido – como diría el sociólogo
polaco Zygmunt Bauman (15) - y no está asociado a un territorio concreto sino
que es global. La globalización supone un cambio enorme. Todos los cambios provocan crisis, los grandes cambios provocan grandes crisis. La globalización ha traído una crisis de crecimiento inmensa, de nivel planetario, múltiple en sus efectos, Edgar Morin (16) la define como la “policrisis”. Y, evidentemente, dentro de esa policrisis no podemos obviar la existencia de una crisis política.
En este contexto, el proceso de pérdida de peso de
los militantes que se inició en la segunda mitad del siglo XX ha continuado
hasta nuestras fechas. Aleja a los partidos actuales del partido de masas y los
acerca a la estructura original de los partidos de cuadros. El punto culminante
de este proceso de “desmilitantización” es el que Katz y Mair denominan partido cártel, pero que también se
conoce como partido de cuadros moderno o partido electoral-profesional.
Un cártel cómo sabe el lector – y
aunque la primera acepción del diccionario de la Real Academia es organización
ilícita vinculada al tráfico de armas o drogas – es término prestado de la
ciencia económica que designa un convenio entre varias empresas similares para
evitar la competencia mutua y regular la producción, la venta y los precios en
determinado campo industrial. Para los autores del concepto, precisamente lo
que caracteriza este tipo de partido es que ya no es tan importante conseguir
el Gobierno de la nación como formar
parte del sistema, el objetivo es tener cargos públicos en los distintos
niveles gobierno como base con la que obtener influencia, capacidad de decisión
y financiación pública. Los partidos mayoritarios forman una clase política
homogénea que impide la competencia de nuevas formaciones, lo que maximiza su
financiación y los beneficios para sus miembros acumulando las ayudas públicas,
que no siempre son dinerarias. Este tipo de estructuras, según los autores de
este enfoque, favorecen el bipartidismo.
Y es que la financiación pública
es la forma de financiación más habitual, en muchos países cobran según los
cargos públicos obtenidos en las elecciones o directamente cobran fondos del
Estado. Es el caso de España.
En la misma medida en que la
militancia está en declive, el partido
se profesionaliza. Los políticos son profesionales de la política, muchos
de ellos no conocen el mundo de la empresa ni el mercado de trabajo. Los
empleados del partido son también profesionales y la organización central se
llena de asesores de muy diverso cuño. Este amor por la asesoría lo trasladan
los cargos públicos hacia las administraciones con la contratación de múltiples
consejeros en detrimento de los funcionarios.
Ya no se discute el modelo de sociedad, no hay diferencias
ideológicas destacables aunque el lenguaje parlamentario y político mantiene
diferencias mucho más radicales de lo que la práctica real de la política
demuestra. Todo lo que se dice y lo que se hace se realiza pensando cara a la
galería. La preocupación por la imagen llega a la obsesión mientras que la
preocupación por los contenidos no va
más allá de vagos planteamientos, sólo hay que leer los programas electorales,
que son meros folletos que – después de su lectura – resulta difícil
distinguirlos de los folletos de publicidad de una inmobiliaria.
Todo esto se combina con un
fuerte dominio de los grupos parlamentarios mediante la disciplina de voto y
una subordinación de las cámaras a los gobiernos dejando a la separación de
poderes moribunda.
Como reacción a este panorama que
se suele describir en nuestro país como “vieja
política”, desde los años ’90, quizás a partir la crisis política italiana
– que fue pionera en esto de la desafección ciudadana respecto de la política -
y del advenimiento Partido Verde alemán, ha ido surgiendo una nueva clase de
partido a medio camino entre el partido político y el movimiento ciudadano, que
rechaza ciertas características de los partidos políticos tradicionales. Empezando
por cierta resistencia a utilizar la palabra “partido” en su nombre (17), pero
también rechazando en cierta manera la constitución de aparatos organizativos
típicos de los partidos de toda la vida.
Gunther y Diamond denominan a
estos partidos “Movement Parties”, es decir, partidos-movimiento e incluyen en esta categoría a movimientos de
izquierda filo libertarios y grupos de extrema derecha posindustrial. Estos
autores denominan - a la orientación,
actitudes y comportamientos de estos partidos - como “posmaterialista”. Es decir, rechazan el status quo económico y mantienen un “consenso negativo” en contra del predominio de los mercados y de
las burocracias que deben ser sustituidos a favor de las relaciones económicas
solidarias y las instituciones participativas. Como no tienen consenso en apoyo
de una ideología concreta o un conjunto de preferencias programáticas, este
“consenso negativo” funciona como el mínimo denominador común compartido por
sus heterogéneos miembros y la agenda del partido gira en torno a una
multiplicidad de problemas sin limitarse a un solo ámbito.
En los partidos-movimiento la militancia resurge formando corrientes
que evolucionan muy rápidamente, y la media de edad es baja, son partidos
formados en gran parte por jóvenes y
su voto también es joven. La organización del partido se desprofesionaliza, se
da el caso de profesionales que ceden su tiempo al partido. Desembarcan con
fuerza en internet y en las redes sociales como medios de propaganda y buscan
nuevas fuentes de financiación como el “crowdfunding”
(18).
El gran problema en estos partidos es mantener su estructura, es
decir, no desembocar en un partido tradicional. Es conocida, por ejemplo, la
lucha de los verdes alemanes para mantener su esencia antes de entrar en el
gobierno federal con los socialdemócratas, sin acudir a ejemplos más recientes
y próximos a nosotros que no cito porque están evolucionando muy rápidamente y
no quiero tener que volver a modificar este artículo en unos meses. Está por
ver si los partidos que se pueden clasificar como partidos-movimiento, sólo
pueden moverse - hablando de su estructura y funcionamiento - entre el
extraparlamentarismo manteniendo su esencia o la representación parlamentaria
descafeinándose en tránsito hacia un partido tradicional. Veremos.
Comparación entre modelos de partidos |
Unas palabras sobre la militancia
Hemos hablado mucho de la
militancia como un parámetro esencial que ha ido sufriendo cambios según han ido evolucionando los
partidos. Creo que es interesante dedicar una reflexión final a este fenómeno
social. Para Ware los militantes se afilian debido a tres clases de incentivos
que los partidos les ofrecen: materiales, solidarios y teleológicos.
Los incentivos materiales son muy fáciles de comprender, serían – por
ejemplo – el pago de ciertas tareas necesarias durante las campañas; el
ofrecimiento de puestos de trabajo de diversa importancia, dependiendo de la categoría
del militante, en los distintos niveles de la administración pública y, por
último, el ofrecimiento de contratos públicos a cambio de aportaciones a las
arcas partidarias.
Los incentivos solidarios son más intangibles pues tienen que ver con
lo que al afiliado le gusta y el partido puede ofrecerle. Por ejemplo, la
realización de actividades colectivas, la camaradería o la sensación de hacer
algo efectivo para resolver los problemas comunes. Yo tuve un compañero que se
afilió a un partido siguiendo a las faldas de una chica, el motivo era frívolo,
pero la chica lo merecía.
Los incentivos teleológicos tienen que ver con la atracción por una
ideología concreta o el programa del partido, estos militantes son los típicos
de los partidos de masas.
En el siglo XXI, en un entorno en
el que el modelo de los partidos cártel parece ser el que más se ajusta a los
partidos reales, ¿existen todavía militantes que valoran los incentivos
solidarios y teleológicos, o bien, sólo hay gentes que buscan su propio
beneficio?.
Un domingo antes de las
elecciones de 2011 caminaba por una plaza de Las Rozas (19) y vi un grupo con
banderas rojas del Partido Socialista. Al doblar una esquina me topé con uno de
ellos que me entregó un folleto y me contó una historia. Después de aquella
legislatura en que el gobierno de Zapatero había metido la pata hasta el fondo,
estando en un feudo del Partido Popular por lo que se arriesgaba a una salida
de tono de alguno de los viandantes, aquel hombre defendía unas ideas que no
estaban en consonancia con la praxis real de su partido. Aquel hombre no era
ningún cargo importante, no llevaba escolta, iba a pecho descubierto. Sentí
ternura por aquel idealista. Le di una palmadita en el brazo y le dije: “¡qué
valor tienes con la que está cayendo!”, y me fui.
Pues sí, todavía quedan
militantes idealistas y, tomando como ejemplo de nuevo al Partido Socialista,
sus militantes han recuperado su partido, al menos en parte, en los últimos
tiempos. Es pronto para hacer un análisis pero, por este caso y otros que se
están dando en otros países, parece que se está dando una lucha constante - a veces sorda, a veces con luz y taquigráfos - entre los
aparatos y los militantes, ya volveremos sobre el asunto.
Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo
Notas:
- Larry Diamond es Asociado Senior en la Hoover Institution, co-editor del “Journal of Democracy”. Es autor de “Developing Democracy: Toward Consolidation” y editor de numerosos libros sobre la democracia. Richard Gunther es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Ohio. Entre sus publicaciones más recientes están: “Democracy and the Media” (Cambridge, 2000); “Parties, Politics and Democracy in the New Southern Europe” (Baltimore, 2001); “Political Parties and Democracy” (Baltimore, 2001); and “Political Parties: Old Concepts and New Challenges” (Oxford, 2002).
- El término whig corresponde al antiguo nombre del Partido Liberal británico
- Tory es el nombre con el que se denomina a quien pertenece o apoya al Partido Conservador británico o a varios partidos conservadores de Canadá, como el Partido Conservador de Canadá, el Partido Conservador Progresista, entre otros
- El Juramentodel Juego de Pelota (en francés: Serment du Jeu de Paume),(también llamado el Juramento del Frontón), fue un compromiso de unión presentado el 20 de junio de 1789 entre los 578 diputados del Tercer Estado(o Estado Llano) para no separarse hasta dotar a Francia de una Constitución (a ellos se les unirán otros 2 diputados de la nobleza y 149 diputados del clero), haciendo frente a las presiones del rey de Francia Luis XVI.
- GonzaloFernández de la Mora y Mon (Barcelona, 30 de abril de 1924 – Madrid, 10 de febrero de 2002) fue un político, diplomático y ensayista español de signo conservador. Desde la década de 1960, fue el principal teórico de la tecnocracia en España. Ministro de Obras Públicas con la dictadura de Franco (1970-1974), durante la transición fue uno de los fundadores de Alianza Popular, de la que se apartó por su oposición a la Constitución de 1978.
- Edmund Burke (Dublín, Irlanda, 12 de enero de 1729 – Beaconsfield, Buckinghamshire, Inglaterra, 9 de julio de 1797) fue un escritor, filósofo y político, considerado el padre del liberalismo-conservadurismo británico, tendencia que él llamaba old whigs (viejos liberales), en contraposición a los new whigs (nuevos liberales, de ideas progresistas), quienes, al contrario de los old whigs, apoyaban la Revolución francesa, de la que Burke fue un acérrimo enemigo. Alan Ware es profesor de ciencia política en el Worcester College de Oxford
- Alan Ware es profesor de ciencia política en el Worcester College de Oxford
- Klaus Gustav Heinrich von Beyme (nacido el 3 de julio de 1934 in Saarau, Alemania ) es profesor emérito de Ciencia Política en la Facultad de Economía de la Universidad de Heidelberg
- Richard Katz es profesor del departamento de ciencias políticas de la Universidad John Hopkins de Baltimore, EEUU.
- Peter Mair es profesor en el European University College de Florencia.
- Maurice Duverger (Angulema, 5 de junio de 1917-París, 17 de diciembre de 2014) fue un jurista, politólogo y político francés.
- En su clasificación Duverger habla de partidos híbridos como tercer tipo de partido. Esta clase de partidos tiene características de los partidos de cuadros y los partidos de masas. Sería el caso de partidos en la transición histórica de los partidos de cuadros a los de masas, como por ejemplo el partido conservador británico a finales del siglo XIX, y de los dos grandes partidos norteamericanos, los republicanos y los demócratas. En opinión de Duverger el hecho de que estos partidos no hayan tenido la competencia de un gran partido de izquierdas como los socialdemócratas en Europa ha provocado que no hayan evolucionado de modo completo a modelo de partido de masas.
- Otto Kirchheimer (Heilbronn, 11 de noviembre de 1905 – Washington, 22 de noviembre de 1965) fue un jurista y politólogo alemán. Participó de la Escuela de Frankfurt con trabajos sobre el Estado y los Partidos políticos
- Daniel Bell (Nueva York, 10 de mayo de 1919 - Cambridge, Massachusetts, 25 de enero de 2011), fue un sociólogo y profesor emérito de la Universidad de Harvard. En "El advenimiento de la sociedad post-industrial", su obra más conocida, advierte de un cambio histórico, de la transición hacia un modelo basado en la información y el conocimiento, cuyas consecuencias alcanzan a las relaciones de poder, la estratificación social y la reconfiguración de los valores políticos, sociales y culturales.
- Zygmunt Bauman (Poznań, 19 de noviembre de 1925 — Leeds, 9 de enero de 2017) fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término correspondiente.2 Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010
- Edgar Morin, de nacimiento Edgar Nahum (París, 8 de julio de 1921), es un filósofo y sociólogo francés de origen sefardí
- Esa moda de no poner la palabra “partido” en el nombre de los partidos está cada vez más presente, incluso en los partidos de corte más tradicional. En España han surgido muchos: Ciudadanos y Podemos son los ejemplos más claros.
- El micromecenazgo, crowdfunding o financiación colectiva, es un mecanismo colaborativo de financiación de proyectos. El mismo prescinde de la tradicional intermediación financiera, y consiste en poner en contacto promotores de proyectos que demandan fondos mediante la emisión de valores y participaciones sociales o mediante la solicitud de préstamos, con inversores u ofertantes de fondos que buscan en la inversión un rendimiento. En dicha actividad sobresalen dos características, como son: La unión masiva de inversores que financian con cantidades reducidas pequeños proyectos de alto potencial y el carácter arriesgado de dicha inversión.
- Las Rozas de Madrid, ciudad de 90.000 habitantes al noroeste de Madrid, forma parte de la zona metropolitana de ésta última. Para más información pulse aquí
Bibliografía:
Partidos Políticos y Sistemas de
Partidos
Alan Ware
Ciencia Política
Editorial Istmo
Madrid 2004
Comportamiento político, partidos
y grupos de presión.
Sociología Electoral
Irene Delgado Sotillos y Lourdes
López Nieto
UNED
Madrid 2004
Richard Gunther y Larry Diamond
Species of Political Parties.
A New Typology
Party Politics Vol 9. No.” Pp. 167-199
SAGE Publications
Londres 2003
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