miércoles, 6 de septiembre de 2017

La Evolución de los Partidos Políticos. Puesta al día




Cuatro ladrones con sombreros de copa y cuatro matones,
Ésta suele ser la plana mayor de un partido.
Joaquín Costa 
El Ribagorzano, 30-IX-1908


The best party is but a kind of conspiracy 
 Against the rest of the nation
El mejor de los partidos políticos no es otra cosa
Que una conspiración contra el resto del país
George Savile, marqués de Halifax 1633-1695


I do not think  that joining a Party one necessarily abrogates
the use of one's reason
No creo que por adherirse a un partido uno abandone forzosamente la razón 
Bertrand Russell, Autobiografía, carta a A. Amos 16-VI-1930

Introducción

En noviembre de 2013 hice una primera versión de este artículo que publiqué en este mismo blog y en el portal de análisis político Debate21. En estos cuatro años que han pasado desde la primera versión, el panorama social de nuestro país ha cambiado mucho como consecuencia de la agotadora crisis económica que llevamos padeciendo desde 2007 y que nos afecta en todos los órdenes de la vida social, en este contexto, el sistema de partidos no es una excepción. 

Y me he decidido a ampliarlo y volver a publicarlo por dos razones principales. En primer lugar porque, aunque ya en aquel momento conocía el trabajo de Gunther y Diamond (1), me parecía que su explicación sobre los partidos-movimiento no tenía reflejo en el sistema político español. Hoy en día, creo que hay reflejos de este tipo de estructuras políticas en nuestra sociedad.

Por otro lado, este artículo ha resultado ser uno de los que más interés ha despertado entre los lectores de Sociología Divertida, así que me interesa personalmente tenerlo al día.

Los Orígenes

El primer país que se dotó a sí mismo de un sistema de partidos fue el Reino Unido. A finales del siglo XVII se fueron configurando dos grupos políticos con cierta organización, muy lejos todavía de la idea que se tiene hoy de un partido, los “whigs(2) y los “tories(3), que mucho más tarde acabarían por ser el partido liberal y el partido conservador respectivamente. Ambos términos, whig y tory, eran en un principio despectivos, whig – que viene del gaélico escocés – significa cuatrero y tory – que deriva del gaélico irlandés - significa bandolero. Como vemos, la identificación de los políticos con ladrones, hoy tan en boga, viene de lejos.

Los whig eran más progresistas, la izquierda de la época, y los tories, la derecha, aunque ambos términos entonces no existían, nacieron durante la Revolución Francesa. En una votación el 11 de septiembre de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente, en la que se decidía sobre el veto absoluto de la corona a las leyes que emanaran de la futura Asamblea Legislativa. Los que estaban en contra, y por tanto estaban a favor de que la soberanía residiera efectivamente en el pueblo por encima de la autoridad real, se situaron a la izquierda del presidente, y los partidarios de que el rey fuera un soberano en toda la magnitud del término se colocaron a la derecha. Así el término “izquierda” quedó asociado a las opciones políticas que propugnaban el cambio político y el término “derecha” se asimiló a los grupos conservadores que se oponían a los cambios. No creo que los diputados del “Jeu de Paume(4) pudieran ni imaginarse la repercusión que tendría en la historia de la humanidad aquella sencilla toma de posición. ¿O quizás no fue tan sencilla?.

Desde aquellos tiempos los partidos fueron tomando protagonismo en el desarrollo de la vida pública de todos los países. Ya sea en las democracias liberales, en las que varios partidos se disputan los distintos niveles de gobierno en elecciones libres o en las dictaduras, que suelen apoyarse en un régimen de partido único. En estos últimos casos, siempre me ha parecido una incongruencia el término “partido”, pues la palabra designa un grupo de personas agrupadas en torno a una misma ideología por oposición a otros grupos similares, si es único – en buena lógica – no puede ser partido. Así que ya sea de una manera o de otra los partidos políticos son los vehículos a través de los cuales se organiza la participación política en todas las sociedades que han desarrollado con mejor o peor fortuna un Estado. 

Y se ha hablado y escrito mucho acerca de su futuro, de su posible desaparición, se habla del ocaso de los partidos. Muchos lo hacen desde la decepción con el sistema, se sienten excluidos de las decisiones políticas, ven en ellos estructuras al servicio de los intereses de los grandes grupos de presión. Mientras que a los ciudadanos sólo se nos consulta cada cuatro años, las élites económicas tienen línea directa con el poder político. Desde estas plataformas se incide en la necesidad de usar las nuevas tecnologías para fomentar formas de democracia directa, otros piensan que los grupos sociales y la acción colectiva serían los sustitutos ideales de los partidos como agentes de representación. Y sin quitarles la razón, al menos en el diagnóstico, el asunto no me deja de dar desasosiego pues recuerdo otros partidarios de la superación de los partidos con los que no me siento nada identificado. Como tengo esta memoria caprichosa e increíble o increíblemente caprichosa, no lo sé, me acuerdo de ver – con ojos de un niño de once años - un telediario en blanco y negro que se dedicó casi monográficamente al “Crepúsculo de las Ideologías” del diplomático y ministro franquista Gonzalo Fernández de la Mora (5), que aunque se recicló en la Transición para muchos era el filósofo de los inmovilistas. No sé si alguien de aquel telediario de 1971 se había leído el libro pero, con la excusa de la presentación de esa obra, recuerdo tal alegato en contra de los partidos que no se me ha olvidado mi infantil alivio por vivir en aquel país que tenía una frontera – los Pirineos – infranqueable para las peligrosas ideas que venían de Europa.

Pero, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?, ¿han sido los partidos políticos siempre iguales?. Antes de contestar a esa pregunta vamos a hacer dos cosas que me parecen imprescindibles. Por un lado vamos a definir qué es un partido político, por otro, vamos a ponernos de acuerdo en una metodología para analizar su evolución. En ambos casos no vamos a inventar nada, sino que nos vamos a aprovechar de que existe una ciencia política que desde fecha muy temprana se ha ido ocupando de estos asuntos.

Para Edmund Burke (6), que por cierto era “whig”, un partido es un cuerpo de hombres unidos para promocionar, por medio de la unión de sus esfuerzos, el interés nacional sobre la base de un principio concreto respecto del cual todos se muestran de acuerdo. Para el politólogo británico Alan Ware (7), un partido político es una institución que busca influencia en el seno del Estado, a menudo para ocupar posiciones de gobierno, que representan varios intereses sociales y que hasta cierto punto están dispuestos a agregar más intereses. He puesto estas dos definiciones porque la primera está muy de acuerdo con lo que se pensaba que eran los partidos en el momento en que Burke participaba en el parlamento allá por el siglo XVIII y la segunda es actual y ambas marcan muy bien el camino que han seguido los partidos en estos dos siglos de diferencia, sobre todo en la parte de los intereses.

Respecto de la metodología a seguir hay estudios profundos y sistemáticos en diversas partes del mundo que han hecho ese trabajo por nosotros. En general, la mayoría de las tipologías o clasificaciones de los partidos se basan en el espectro ideológico, es un clásico el enfoque de familias espirituales de Von Beyme (8), pero hay muchas otras. Me gustan las investigaciones de  Richard Katz (9) y Peter Mair (10) que se basan en el estudio de la evolución de tres variables: los militantes, la organización central del partido y los cargos públicos, me parece una clasificación muy original porque no tienen en cuenta la ideología y aportan la idea de los partidos cártel que veremos más adelante aunque, por supuesto, no le faltan los críticos.

Según este esquema el primer tipo de partidos que surgió fueron los partidos de cuadros. Era la época del sufragio censitario, siglos XVIII y XIX, lo que significaba en la práctica que sólo tenía el derecho al voto una parte de la población que cumplía una serie requisitos económicos, sociales, educativos y, por supuesto dada la época de la que hablamos, de género. Estos partidos carecían de organización central, las funciones que normalmente desarrollan este tipo de estructuras las realizaban los que estaban en el parlamento, es decir, los cargos públicos, sin el apoyo de lo que también se denomina a veces “el aparato”. No había empleados del partido. Los militantes eran grupos sociales locales, gentes con recursos e influencia, con derecho al voto, que daban su apoyo al candidato y éste debía representar sus intereses en caso de ser elegido, aquella era la época dorada de la representación que suponía casi un contrato entre elector y electo. Aunque este formato de partido no difiere mucho entre los distintos países, se dio tanto en Europa como América, a  finales del siglo XIX se conforma en el sur de Europa una versión propia que fue el caciquismo en España y el transformismo en Italia.

El siglo XX

El paso de sufragio censitario al sufragio universal afectó al modelo de partido. El cambio fue gradual como lo fue la extensión del voto. La necesidad de movilizar a los nuevos electores, el aumento de la complejidad de las campañas electorales, el incremento de los costes y de los recursos de todo tipo para conseguir que un candidato saliera elegido, requirieron del establecimiento de una organización central y de la existencia de una militancia de base. La organización establecía una ideología y una estructura más o menos jerárquica en la que se integraban los militantes. Éstos, a su vez, sostenían con sus cuotas las finanzas de la organización. Son los partidos con organización o partidos de masas, típicos del siglo XX.

Los cargos públicos se vieron envueltos a partir de entonces en una peligrosa dualidad fuente de conflictos. Por un lado eran cargos públicos, por tanto debían seguir una determinada ética y una fidelidad a los intereses de los ciudadanos, y por otro lado, eran cargos del partido, con otra ética y otras fidelidades. En los partidos de izquierda además se solía dar la presencia de cargos sindicales, en los derecha se confundían los intereses de grupos privados con los públicos. Los conceptos de partido de cuadros y partido de masas se deben al politólogo francés Maurice Duverger (11, 12).

Durante la segunda mitad del siglo XX los cambios económicos, culturales y tecnológicos se fueron sucediendo a un ritmo extraordinario, modificaron la forma y la frecuencia que toman las demandas ciudadanas. Se produjo un aumento de la importancia de los medios de comunicación  y sobre todo de la televisión, que hizo que el lenguaje de la propaganda política cambiara radicalmente. Las mejoras en el Estado de Bienestar supusieron una mejora en las condiciones generales de la población, surgiendo con fuerza unas nuevas clases medias heterogéneas y de límites difusos que provocó que aparecieran estrategias electorales interclasistas en un intento por captar el mayor número posible de electores, en un ambiente muy competitivo entre las distintas opciones políticas.
Todos estos cambios han influido en las estructuras de los partidos, dando lugar a una nueva clase que Otto Kirchheimer (13) y otros llaman partidos “atrapalotodo” ("catch-all"), también se les conoce por partidos multicomprensivos. 

En el partido de cuadros los cargos públicos eran dominantes y en el de masas predominaba la fusión entre la organización central y los militantes, en el modelo atrapalotodo es difícil determinar en la práctica cómo se jerarquizan y ordenan las relaciones, parece que la militancia de base pierde peso a favor de la estructura organizativa y los cargos empiezan a surgir de dicha estructura, los cargos públicos hacen primero carrera dentro del partido. Ya no es tan importante que los militantes peguen carteles electorales, que participen en las decisiones del partido, la ideología pierde también importancia en aras de un mayor pragmatismo, ya no tienen sentido los planteamientos utópicos, la política se convierte – más que nunca – en el arte de lo posible.

La financiación se convierte en un problema, las grandes maquinarias electorales son muy caras y los partidos buscan fondos en muy diversas fuentes y no sólo en las contribuciones de los militantes.

Los partidos en la sociedad posindustrial

A finales del siglo XX se ha entrado en una nueva fase de desarrollo tecnológico. El sociólogo norteamericano Daniel Bell (14)  acuñó el término “sociedad posindustrial” para referirse al impacto de las nuevas tecnologías de la información sobre la sociedad. Si las sociedades industriales se caracterizan por sus fábricas y maquinarias que sirven para la producción de bienes a gran escala, las sociedades posindustriales se caracterizan por el uso extensivo de las tecnologías que sirven para procesar, almacenar y transmitir información y conocimientos.

El mundo posindustrial esta en continuo cambio, es variable, flexible, líquido – como diría el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (15) - y no está asociado a un territorio concreto sino que es global. La globalización supone un cambio enorme. Todos los cambios provocan crisis, los grandes cambios provocan grandes crisis. La globalización ha traído una crisis de crecimiento inmensa, de nivel planetario, múltiple en sus efectos, Edgar Morin (16) la define como la “policrisis”. Y, evidentemente, dentro de esa policrisis no podemos obviar la existencia de una crisis política. 

En este contexto, el proceso de pérdida de peso de los militantes que se inició en la segunda mitad del siglo XX ha continuado hasta nuestras fechas. Aleja a los partidos actuales del partido de masas y los acerca a la estructura original de los partidos de cuadros. El punto culminante de este proceso de “desmilitantización” es el que Katz y Mair denominan partido cártel, pero que también se conoce como partido de cuadros moderno o partido electoral-profesional. 

Un cártel cómo sabe el lector – y aunque la primera acepción del diccionario de la Real Academia es organización ilícita vinculada al tráfico de armas o drogas – es término prestado de la ciencia económica que designa un convenio entre varias empresas similares para evitar la competencia mutua y regular la producción, la venta y los precios en determinado campo industrial. Para los autores del concepto, precisamente lo que caracteriza este tipo de partido es que ya no es tan importante conseguir el Gobierno de la nación como formar parte del sistema, el objetivo es tener cargos públicos en los distintos niveles gobierno como base con la que obtener influencia, capacidad de decisión y financiación pública. Los partidos mayoritarios forman una clase política homogénea que impide la competencia de nuevas formaciones, lo que maximiza su financiación y los beneficios para sus miembros acumulando las ayudas públicas, que no siempre son dinerarias. Este tipo de estructuras, según los autores de este enfoque, favorecen el bipartidismo.

Y es que la financiación pública es la forma de financiación más habitual, en muchos países cobran según los cargos públicos obtenidos en las elecciones o directamente cobran fondos del Estado. Es el caso de España.

En la misma medida en que la militancia está en declive, el partido se profesionaliza. Los políticos son profesionales de la política, muchos de ellos no conocen el mundo de la empresa ni el mercado de trabajo. Los empleados del partido son también profesionales y la organización central se llena de asesores de muy diverso cuño. Este amor por la asesoría lo trasladan los cargos públicos hacia las administraciones con la contratación de múltiples consejeros en detrimento de los funcionarios.

Ya no se discute el modelo de sociedad, no hay diferencias ideológicas destacables aunque el lenguaje parlamentario y político mantiene diferencias mucho más radicales de lo que la práctica real de la política demuestra. Todo lo que se dice y lo que se hace se realiza pensando cara a la galería. La preocupación por la imagen llega a la obsesión mientras que la preocupación  por los contenidos no va más allá de vagos planteamientos, sólo hay que leer los programas electorales, que son meros folletos que – después de su lectura – resulta difícil distinguirlos de los folletos de publicidad de una inmobiliaria.

Todo esto se combina con un fuerte dominio de los grupos parlamentarios mediante la disciplina de voto y una subordinación de las cámaras a los gobiernos dejando a la separación de poderes moribunda.

Como reacción a este panorama que se suele describir en nuestro país como “vieja política”, desde los años ’90, quizás a partir la crisis política italiana – que fue pionera en esto de la desafección ciudadana respecto de la política - y del advenimiento Partido Verde alemán, ha ido surgiendo una nueva clase de partido a medio camino entre el partido político y el movimiento ciudadano, que rechaza ciertas características de los partidos políticos tradicionales. Empezando por cierta resistencia a utilizar la palabra “partido” en su nombre (17), pero también rechazando en cierta manera la constitución de aparatos organizativos típicos de los partidos de toda la vida. 

Gunther y Diamond denominan a estos partidos “Movement Parties”, es decir, partidos-movimiento e incluyen en esta categoría a movimientos de izquierda filo libertarios y grupos de extrema derecha posindustrial. Estos autores denominan - a la  orientación, actitudes y comportamientos de estos partidos - como “posmaterialista”. Es decir, rechazan el status quo económico y mantienen un “consenso negativo” en contra del predominio de los mercados y de las burocracias que deben ser sustituidos a favor de las relaciones económicas solidarias y las instituciones participativas. Como no tienen consenso en apoyo de una ideología concreta o un conjunto de preferencias programáticas, este “consenso negativo” funciona como el mínimo denominador común compartido por sus heterogéneos miembros y la agenda del partido gira en torno a una multiplicidad de problemas sin limitarse a un solo ámbito.

En los partidos-movimiento la militancia resurge formando corrientes que evolucionan muy rápidamente, y la media de edad es baja, son partidos formados en gran parte por jóvenes y su voto también es joven. La organización del partido se desprofesionaliza, se da el caso de profesionales que ceden su tiempo al partido. Desembarcan con fuerza en internet y en las redes sociales como medios de propaganda y buscan nuevas fuentes de financiación como el “crowdfunding(18).



El gran problema en estos partidos es mantener su estructura, es decir, no desembocar en un partido tradicional. Es conocida, por ejemplo, la lucha de los verdes alemanes para mantener su esencia antes de entrar en el gobierno federal con los socialdemócratas, sin acudir a ejemplos más recientes y próximos a nosotros que no cito porque están evolucionando muy rápidamente y no quiero tener que volver a modificar este artículo en unos meses. Está por ver si los partidos que se pueden clasificar como partidos-movimiento, sólo pueden moverse - hablando de su estructura y funcionamiento - entre el extraparlamentarismo manteniendo su esencia o la representación parlamentaria descafeinándose en tránsito hacia un partido tradicional. Veremos.

Comparación entre modelos de partidos


Unas palabras sobre la militancia

Hemos hablado mucho de la militancia como un parámetro esencial que ha ido sufriendo  cambios según han ido evolucionando los partidos. Creo que es interesante dedicar una reflexión final a este fenómeno social. Para Ware los militantes se afilian debido a tres clases de incentivos que los partidos les ofrecen: materiales, solidarios y teleológicos.

Los incentivos materiales son muy fáciles de comprender, serían – por ejemplo – el pago de ciertas tareas necesarias durante las campañas; el ofrecimiento de puestos de trabajo de diversa importancia, dependiendo de la categoría del militante, en los distintos niveles de la administración pública y, por último, el ofrecimiento de contratos públicos a cambio de aportaciones a las arcas partidarias.

Los incentivos solidarios son más intangibles pues tienen que ver con lo que al afiliado le gusta y el partido puede ofrecerle. Por ejemplo, la realización de actividades colectivas, la camaradería o la sensación de hacer algo efectivo para resolver los problemas comunes. Yo tuve un compañero que se afilió a un partido siguiendo a las faldas de una chica, el motivo era frívolo, pero la chica lo merecía.

Los incentivos teleológicos tienen que ver con la atracción por una ideología concreta o el programa del partido, estos militantes son los típicos de los partidos de masas.

En el siglo XXI, en un entorno en el que el modelo de los partidos cártel parece ser el que más se ajusta a los partidos reales, ¿existen todavía militantes que valoran los incentivos solidarios y teleológicos, o bien, sólo hay gentes que buscan su propio beneficio?.

Un domingo antes de las elecciones de 2011 caminaba por una plaza de Las Rozas (19) y vi un grupo con banderas rojas del Partido Socialista. Al doblar una esquina me topé con uno de ellos que me entregó un folleto y me contó una historia. Después de aquella legislatura en que el gobierno de Zapatero había metido la pata hasta el fondo, estando en un feudo del Partido Popular por lo que se arriesgaba a una salida de tono de alguno de los viandantes, aquel hombre defendía unas ideas que no estaban en consonancia con la praxis real de su partido. Aquel hombre no era ningún cargo importante, no llevaba escolta, iba a pecho descubierto. Sentí ternura por aquel idealista. Le di una palmadita en el brazo y le dije: “¡qué valor tienes con la que está cayendo!”, y me fui. 

Pues sí, todavía quedan militantes idealistas y, tomando como ejemplo de nuevo al Partido Socialista, sus militantes han recuperado su partido, al menos en parte, en los últimos tiempos. Es pronto para hacer un análisis pero, por este caso y otros que se están dando en otros países, parece que se está dando una lucha constante - a veces sorda, a veces con luz y taquigráfos -  entre los aparatos y los militantes, ya volveremos sobre el asunto.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo

Notas:

  1.  Larry Diamond es Asociado Senior en la Hoover Institution, co-editor del “Journal of Democracy”. Es autor de “Developing Democracy: Toward Consolidation” y editor de numerosos libros sobre la democracia. Richard Gunther es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Ohio. Entre sus publicaciones más recientes están: “Democracy and the Media” (Cambridge, 2000); “Parties, Politics and Democracy in the New Southern Europe” (Baltimore, 2001); “Political Parties and Democracy” (Baltimore, 2001); and “Political Parties: Old Concepts and New Challenges” (Oxford, 2002).
  2. El término whig corresponde al antiguo nombre del Partido Liberal británico
  3. Tory es el nombre con el que se denomina a quien pertenece o apoya al Partido Conservador británico o a varios partidos conservadores de Canadá, como el Partido Conservador de Canadá, el Partido Conservador Progresista, entre otros
  4. El Juramentodel Juego de Pelota (en francés: Serment du Jeu de Paume),(también llamado el Juramento del Frontón), fue un compromiso de unión presentado el 20 de junio de 1789 entre los 578 diputados del Tercer Estado(o Estado Llano) para no separarse hasta dotar a Francia de una Constitución (a ellos se les unirán otros 2 diputados de la nobleza y 149 diputados del clero), haciendo frente a las presiones del rey de Francia Luis XVI.
  5. GonzaloFernández de la Mora y Mon (Barcelona, 30 de abril de 1924 – Madrid, 10 de febrero de 2002) fue un político, diplomático y ensayista español de signo conservador. Desde la década de 1960, fue el principal teórico de la tecnocracia en España. Ministro de Obras Públicas con la dictadura de Franco (1970-1974), durante la transición fue uno de los fundadores de Alianza Popular, de la que se apartó por su oposición a la Constitución de 1978.
  6. Edmund Burke (Dublín, Irlanda, 12 de enero de 1729 – Beaconsfield, Buckinghamshire, Inglaterra, 9 de julio de 1797) fue un escritor, filósofo y político, considerado el padre del liberalismo-conservadurismo británico, tendencia que él llamaba old whigs (viejos liberales), en contraposición a los new whigs (nuevos liberales, de ideas progresistas), quienes, al contrario de los old whigs, apoyaban la Revolución francesa, de la que Burke fue un acérrimo enemigo. Alan Ware es profesor de ciencia política en el Worcester College de Oxford
  7. Alan Ware es profesor de ciencia política en el Worcester College de Oxford
  8. Klaus Gustav Heinrich von Beyme (nacido el 3 de julio de 1934 in Saarau, Alemania ) es profesor emérito de Ciencia Política en la Facultad de Economía de la Universidad de Heidelberg
  9. Richard Katz es profesor del departamento de ciencias políticas de la Universidad John Hopkins de Baltimore, EEUU.
  10. Peter Mair es profesor en el European University College de Florencia.
  11. Maurice Duverger (Angulema, 5 de junio de 1917-París, 17 de diciembre de 2014)​ fue un jurista, politólogo y político francés.
  12. En su clasificación Duverger habla de partidos híbridos como tercer tipo de partido. Esta clase de partidos tiene características de los partidos de cuadros y los partidos de masas. Sería el caso de partidos en la transición histórica de los partidos de cuadros a los de masas, como por ejemplo el partido conservador británico a finales del siglo XIX, y de los dos grandes partidos norteamericanos, los republicanos y los demócratas. En opinión de Duverger el hecho de que estos partidos no hayan tenido la competencia de un gran partido de izquierdas como los socialdemócratas en Europa ha provocado que no hayan evolucionado de modo completo a modelo de partido de masas.
  13. Otto Kirchheimer (Heilbronn, 11 de noviembre de 1905 – Washington, 22 de noviembre de 1965) fue un jurista y politólogo alemán. Participó de la Escuela de Frankfurt con trabajos sobre el Estado y los Partidos políticos
  14. Daniel Bell (Nueva York, 10 de mayo de 1919 - Cambridge, Massachusetts, 25 de enero de 2011), fue un sociólogo y profesor emérito de la Universidad de Harvard. En "El advenimiento de la sociedad post-industrial", su obra más conocida, advierte de un cambio histórico, de la transición hacia un modelo basado en la información y el conocimiento, cuyas consecuencias alcanzan a las relaciones de poder, la estratificación social y la reconfiguración de los valores políticos, sociales y culturales.
  15. Zygmunt Bauman (Poznań, 19 de noviembre de 1925 — Leeds, 9 de enero de 2017)​ fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término correspondiente.2​ Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010
  16. Edgar Morin, de nacimiento Edgar Nahum (París, 8 de julio de 1921), es un filósofo y sociólogo francés de origen sefardí
  17. Esa moda de no poner la palabra “partido” en el nombre de los partidos está cada vez más presente, incluso en los partidos de corte más tradicional. En España han surgido muchos: Ciudadanos y Podemos son los ejemplos más claros.
  18. El micromecenazgo,​ crowdfunding o financiación colectiva, es un mecanismo colaborativo de financiación de proyectos. El mismo prescinde de la tradicional intermediación financiera, y consiste en poner en contacto promotores de proyectos que demandan fondos mediante la emisión de valores y participaciones sociales o mediante la solicitud de préstamos, con inversores u ofertantes de fondos que buscan en la inversión un rendimiento. En dicha actividad sobresalen dos características, como son: La unión masiva de inversores que financian con cantidades reducidas pequeños proyectos de alto potencial y el carácter arriesgado de dicha inversión.
  19. Las Rozas de Madrid, ciudad de 90.000 habitantes al noroeste de Madrid, forma parte de la zona metropolitana de ésta última. Para más información pulse aquí

Bibliografía:

Partidos Políticos y Sistemas de Partidos
Alan Ware
Ciencia Política
Editorial Istmo
Madrid 2004

Comportamiento político, partidos y grupos de presión.
Sociología Electoral
Irene Delgado Sotillos y Lourdes López Nieto
UNED
Madrid 2004

Richard Gunther y Larry Diamond
Species of Political Parties.
A New Typology
Party Politics Vol 9. No.” Pp. 167-199
SAGE Publications
Londres 2003



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