. La filosofa española Elena Postigo crítica con el transhumanismo |
Resumen
Este es el segundo y último artículo de la serie de sobre el
transhumanismo que publico en Sociología divertida.
En el primer artículo – “¿Qué
es el transhumanismo?”-, exploramos brevemente la intrahistoria del
transhumanismo, centrándonos en los principales autores y pensadores que han
contribuido al desarrollo de esta corriente. Luego, nos adentramos en la manera
en que el transhumanismo plantea la mejora de la condición humana, resaltando
el papel fundamental de la ciencia y la tecnología en este proceso.
En este segundo artículo, después de una breve introducción
para los que se obstinan en no leer el primer artículo, abordaremos el
transhumanismo desde una perspectiva crítica, examinando los problemas éticos
que podrían surgir como consecuencia de su aplicación, como por ejemplo la
creación de nuevas desigualdades sociales. Además, analizaremos aquellos
principios del transhumanismo que, si bien no están directamente relacionados
con aspectos morales, han generado un debate crítico en torno a este enfoque.
Abstract
This is the
second and final article in the series on transhumanism that I publish in Sociología Divertida.
In the
first article – "What is transhumanism?" – we briefly explored the
backstory of transhumanism, focusing on the main authors and thinkers who have
contributed to the development of this movement. Then, we delved into how
transhumanism poses the improvement of the human condition, highlighting the
fundamental role of science and technology in this process.
In this
second article, after a brief introduction for those who insist on not reading
the first article, we will address transhumanism from a critical perspective,
examining the ethical issues that could arise as a consequence of its
application, such as the creation of new social inequalities. Additionally, we
will analyze those principles of transhumanism that, while not directly related
to moral aspects, have generated critical debate around this approach.
Índice
Breve introducción al transhumanismo
Los problemas éticos del transhumanismo
Perspectivas críticas
Conclusiones
Breve introducción
al transhumanismo
El transhumanismo es una corriente filosófica que busca mejorar
la condición humana mediante la aplicación de la ciencia y la tecnología.
Su objetivo principal es ampliar las capacidades humanas en términos de
inteligencia, resistencia y longevidad (Postigo, 2019). Para lograr esto,
propone el uso de diversas tecnologías como la inteligencia artificial, la
robótica, la nanotecnología, la biotecnología y la realidad virtual y
aumentada.
Estas tecnologías buscan superar las limitaciones
biológicas y mejorar aspectos como la memoria, la capacidad cognitiva, la
resistencia física, la longevidad y la calidad de vida en general. Además, el
transhumanismo plantea la posibilidad de fusionar la inteligencia humana con la
inteligencia artificial, lo que daría lugar a seres posthumanos con habilidades
sobrehumanas.
En la sociedad actual, el transhumanismo ha ganado
relevancia debido a los avances científicos y tecnológicos. Sin embargo, su
planteamiento de una transformación radical de la condición humana también ha
generado debates éticos y morales. ¿Cuál es la obligación moral de
mejorar al ser humano? ¿Qué significa exactamente "mejorar" a las
personas? Estas son preguntas fundamentales.
Es importante reconocer que el transhumanismo encuentra su
razón de ser en el progreso científico y tecnológico actual. La posibilidad de
modificar controladamente a los seres humanos no parece una mera locura, ya que
existen argumentos sólidos respaldados por el estado actual de la ciencia. Ray
Kurzweil(1), un futurista y defensor del transhumanismo, afirmó: "La
humanidad siempre ha deseado vivir eternamente, pero ahora, gracias a la
ciencia y la tecnología, podemos comenzar a trabajar en serio para hacerlo
realidad" (Kurzweil, 2005, p. 235).
Los problemas
éticos del transhumanismo
Han corrido ríos de tinta sobre los problemas éticos que
plantea el transhumanismo. El debate gira fundamentalmente sobre dos ejes, en
el primero, se discute sobre las cuestiones relativas a la condición humana,
su naturaleza inmutable o no y la identidad de las personas. En el segundo, se
plantean cuestiones más pragmáticas o cercanas a las consecuencias de la
aplicación al ser humano de las técnicas propuestas por los transhumanistas
como, por ejemplo, la manipulación genética y la eugenesia, el mejoramiento
humano y la desigualdad, la pérdida de la diversidad humana o los riesgos y
efectos secundarios imprevistos, entre otros.
Respecto a los debates pertenecientes al primer eje son
interesantes y muy recientes los artículos especializados y apariciones en los
medios de la filósofa española Elena Postigo (2). Para Postigo no solo ha sido
el avance científico lo que nos ha traído hasta este punto, sino que también
hay un proceso histórico de cambio en la concepción de la naturaleza humana.
Postigo sostiene que el transhumanismo busca la superación de la Moira (3)
a través de la transformación de la naturaleza humana en una forma que
trasciende lo biológico, lo que representa una negación de la physis, es decir,
de la naturaleza humana en tanto que ser vivo y biológico.
Postigo argumenta que la physis (4) tiene una serie
de características innatas que deben ser respetadas y no pueden ser modificadas
sin consecuencias éticas. Por ejemplo, la capacidad de sufrir y de experimentar
dolor es un rasgo inherente a la physis humana que no debería ser
eliminado mediante tecnologías transhumanistas (Postigo, 2019b).
Elena Postigo parte de la idea de la modernidad líquida
de Zygmunt Bauman (5), que se refiere a la fragilidad y la inestabilidad de
las relaciones humanas y de la sociedad contemporánea. En este contexto,
argumenta que el transhumanismo se basa en una concepción de la persona como
algo maleable y moldeable, que puede ser mejorada y perfeccionada mediante la
tecnología.
Esta visión transhumanista de la persona es problemática
desde una perspectiva bioética y filosófica, ya que se basa en una concepción
reduccionista y simplista de la naturaleza humana. Para ella, la persona no
puede ser reducida a su dimensión física o biológica, sino que se trata de un
ser complejo y multidimensional que se caracteriza por su capacidad para la
libertad, la creatividad, la responsabilidad y la trascendencia.
La concepción de la naturaleza humana como un orden
constructivo se remonta a la filosofía griega y a la idea de que la
naturaleza tiene un orden intrínseco que los seres humanos deben respetar. Esta
idea se transmitió a través de la filosofía y la teología medieval, se
manifestó en la idea cristiana de que los seres humanos fueron creados a imagen
y semejanza de Dios y, por lo tanto, tienen una naturaleza divina y un
propósito fijo.
Sin embargo, con el surgimiento de la modernidad y la
Ilustración, esta concepción comenzó a cambiar. La razón humana y la
ciencia se convirtieron en los nuevos medios para descubrir el orden de la
naturaleza y se consideró que la naturaleza humana era perfectible y podía ser
mejorada mediante la aplicación de la razón y la tecnología.
Esta idea de la naturaleza humana como perfectible y
mejorable se ha mantenido hasta la actualidad, pero ha evolucionado hacia una
concepción más líquida y dinámica, en línea con la modernidad líquida de
Bauman. Según esta nueva concepción, la naturaleza humana es algo que está en
constante evolución y cambio, no hay nada fijo o determinado en ella. Este
pensamiento se refleja en la idea transhumanista de que los seres humanos
pueden y deben superar sus limitaciones biológicas mediante la aplicación de la
tecnología y la ciencia.
Así las cosas, amparado por esta ideología del ser humano
mejorable, el transhumanismo deshumaniza al individuo al reducirlo a un
mero objeto o medio para la consecución de fines, que rompe con el orden
natural y que supone una forma de alienación del individuo respecto a su propia
naturaleza.
En el otro lado, nos encontramos con Bostrom (6), que
argumenta que la pérdida de la identidad humana es una cuestión subjetiva y
relativa, y que el transhumanismo puede ser una oportunidad para que los
seres humanos se expandan y se desarrollen en nuevas formas. Según él, el
transhumanismo no busca la destrucción de la identidad humana, sino su
evolución hacia algo superior y más complejo (Bostrom, 2014b).
Respecto al segundo eje de debate y, en lo que atañe a la
manipulación genética y la eugenesia (7), Bostrom argumenta que pueden tener un
impacto positivo en la humanidad, siempre y cuando se realice de manera
responsable y ética. La selección genética podría ser utilizada para prevenir
enfermedades hereditarias y mejorar la salud y el bienestar de la humanidad en
general (Bostrom, 2014a).
Por otro lado, Postigo es crítica con la manipulación
genética y la eugenesia. Destaca que la manipulación genética podría llevar a
la creación de una clase privilegiada de individuos "mejorados"
y una subclase de individuos "inferiores". Además, la manipulación
genética podría erosionar la diversidad humana y la capacidad de las personas
para aceptar y valorar la diversidad en los demás. En lugar de enfocarse en la
manipulación genética, Postigo propone que la sociedad debiera centrarse en
mejorar el entorno y las condiciones de vida para mejorar la salud y el
bienestar de todos (Postigo 2019a).
En lo referente a la desigualdad social que puede
resultar de la aplicación de tecnologías de mejora sobre las personas, pocos
ponen duda que es un proceso que tiene una clara vocación de que las mejoras
estén disponibles solo para ciertos grupos privilegiados, lo que podría
acentuar la desigualdad existente en la sociedad.
Bostrom argumenta que esto es una preocupación válida,
pero no una razón para rechazar el mejoramiento humano en su totalidad. En su
lugar, sugiere la necesidad de políticas públicas justas para garantizar el
acceso equitativo a las mejoras, como el establecimiento de un sistema de salud
universal que cubra los costes, establecer comités independientes para
administrar los fondos de investigación y desarrollo, el fomento de la
educación y el conocimiento para garantizar la información sobre estos procesos
o garantizar la accesibilidad de las tecnologías transhumanistas para personas
con discapacidades y otros grupos marginados (Bostrom, 2014a).
Por su parte, Postigo también destaca la preocupación por la
desigualdad en el contexto del transhumanismo. Argumenta que la promoción de
la igualdad es un valor fundamental de la bioética y que el transhumanismo
podría perpetuar o incluso aumentar la desigualdad si no se aborda
adecuadamente. Por lo tanto, aboga por políticas que promuevan la justicia
social y la igualdad de oportunidades en el acceso a las mejoras tecnológicas
(Postigo, 2014b).
Perspectivas
críticas
En este apartado vamos a examinar aquellos principios del
transhumanismo -o consecuencias probables derivadas del mismo- que, no estando
principalmente relacionadas con aspectos morales, han abierto un debate crítico
sobre este enfoque.
El transhumanismo descansa en buena parte sobre la
confianza en la utopía del progreso científico ilimitado. Ya Martin
Heidegger (8) –cuando todavía el transhumanismo no había cobrado la fuerza que
hoy en día atesora- sostenía que la tecnología moderna se ha convertido en una
fuerza que domina el mundo y que está llevando a la humanidad a una forma de
vida cada vez más deshumanizada.
La tecnología no es tan solo un conjunto de herramientas y
artefactos, sino que está asociada a una forma de pensar que ve al mundo como
algo que debe ser controlado y manipulado en función de los fines humanos.
Este enfoque instrumental de la tecnología dice Heidegger,
ha llevado a la humanidad a una situación en la que se ha vuelto cada vez más
dependiente de la tecnología y ha perdido su capacidad de comprender y
apreciar el mundo tal como es en sí mismo (Heidegger, 2008).
Postigo, en su caso, cuestiona la idea de que el progreso
científico y tecnológico pueda resolver todos los problemas de la humanidad y
conducirnos a una utopía de felicidad y bienestar.
Según Postigo, la cultura científica moderna ha generado una
"razón técnica" que se basa en la idea de que todo puede ser
conocido, controlado y manipulado por la ciencia y la tecnología. Esta
concepción de la razón y la técnica nos ha llevado a creer en la posibilidad de
un progreso ilimitado, en el que los avances científicos y tecnológicos
resolverían todos los problemas de la humanidad y nos llevarían hacia un futuro
de felicidad y bienestar.
Sin embargo, para Postigo, esta utopía del progreso
ilimitado es problemática por varias razones. En primer lugar, el progreso
científico y tecnológico no siempre ha conducido a mejoras en la calidad de
vida, sino que también ha generado nuevos problemas y desafíos éticos y
sociales.
Además, la idea de un progreso ilimitado nos hace olvidar
que la vida humana tiene límites naturales y que la muerte es
inevitable, lo que nos lleva a una concepción problemática de la vida y la
muerte (Postigo, 2008).
Por el contrario, Nick Bostrom, opina que puestos a tener
utopías se queda con la del progreso científico y señala que la inteligencia
artificial tiene el potencial de generar un crecimiento económico sin
precedentes y de resolver problemas como la pobreza, la enfermedad y el cambio
climático. También defiende la idea de que los seres humanos pueden mejorar
radicalmente sus capacidades físicas y mentales mediante el uso de
tecnologías transhumanas (Bostrom, 2014a).
Por su parte, Max More (9) ve el progreso científico y
tecnológico como una fuerza positiva en la evolución humana, aunque reconoce
que también plantea desafíos y riesgos que deben ser abordados de manera
cuidadosa y reflexiva. More se ha referido a la posibilidad de una "singularidad
tecnológica", un momento en el futuro en el que la inteligencia
artificial superará a la humana y se producirá un cambio drástico en la
sociedad y en la humanidad misma (More, 1990b).
Otro punto de debate importante es el relativo a los problemas
jurídicos que pueden resultar de la aplicación de tecnologías
transhumanistas. Es un asunto complejo y diverso que está siendo explorado y
debatido. No es fácil contestar a preguntas del tenor de: ¿Cómo debería
regularse el uso de tecnologías que mejoran el rendimiento humano, como la
edición genética o el mejoramiento cognitivo? ¿Cómo se protegen los derechos de
propiedad intelectual en relación con las tecnologías transhumanas? ¿Cómo se
protege la privacidad y seguridad de los datos personales en relación con las
tecnologías transhumanas, como los implantes cerebrales y la monitorización
continua de la salud? ¿Quién es responsable en caso de daño o perjuicio causado
por tecnologías transhumanas, como la inteligencia artificial o los implantes
cerebrales?
El profesor Marcial Ayuso, catedrático de filosofía del
derecho, plantea la necesidad de redefinir el concepto de persona y sus
derechos, la regulación del uso de tecnologías de mejora humana y su posible
impacto en la igualdad de oportunidades, la protección de la privacidad y la
libertad individual frente a la recolección de datos personales y la posible
vigilancia y la necesidad de establecer una ética de la responsabilidad para
evitar posibles abusos y discriminaciones (Ayuso, 2019).
Otra perspectiva crítica es la que relaciona al
transhumanismo con la lógica capitalista de la maximización de la eficiencia y
la productividad, y que la búsqueda de la mejora humana puede ser explotada por
las empresas en su búsqueda de beneficios.
Desde el aceleracionismo de izquierdas, Srniceck (10) y Williams (11) tienen al respecto un punto de vista muy
interesante. Argumentan que el transhumanismo no es necesariamente una
respuesta adecuada a los problemas del capitalismo actual, ya que, en lugar de
cuestionar la lógica del capitalismo, simplemente busca soluciones
tecnológicas para mejorar la vida de las personas dentro del sistema
capitalista existente.
Srnicek y Williams argumentan que el verdadero cambio social
debe ir más allá de la mejora tecnológica individual y debe centrarse en la transformación
del sistema económico en sí mismo. Abogan por una política que busque
acelerar la automatización y la digitalización de la economía combinada con un cambio
radical de la mentalidad social acerca del trabajo como forma de mantener
la dignidad humana. El objetivo de la utopía de Srnicek y Williams es alcanzar
una sociedad postcapitalista caracterizada por ser un mundo sin trabajo
(Srnicek y Williams, 2015).
Por último, también se han levantado voces críticas desde el
feminismo, algunas teóricas feministas han criticado el transhumanismo
por perpetuar ciertas desigualdades de género y reproducir ciertas dinámicas de
poder. Por ejemplo, apuntan a que el transhumanismo suele estar liderado por
hombres blancos y privilegiados, lo que puede llevar a que se perpetúen ciertos
sesgos y discriminaciones en las mejoras tecnológicas propuestas.
Otras críticas se centran en la idea de la "perfección"
física y en cómo esto puede perpetuar ciertas normas de belleza y
estereotipos de género, lo que puede ser perjudicial para las mujeres y otras
minorías de género. Por ejemplo, algunas mejoras estéticas propuestas por el
transhumanismo, como la eliminación de arrugas o la mejora de la musculatura,
pueden perpetuar ciertas normas de belleza que penalizan a las mujeres y a
otras minorías de género.
Autoras como Donna Haraway (12) y Rosi Braidotti (13)
proponen una forma de entender el transhumanismo que no perpetúen las
diferencias de género. En lugar de concebirlo como una búsqueda
individualista de la perfección, Haraway y Braidotti sugieren una idea más
colectiva y colaborativa del transhumanismo, en la que se busca la mejora
de las capacidades humanas de manera compartida y con un enfoque en la justicia
social y la igualdad. En su "Manifiesto Ciborg", Haraway
defiende una visión de los ciborgs que rechaza las distinciones binarias de
género, raza y otros aspectos de la identidad. Proponen sustituirlos por una
idea más fluida y abierta de la identidad (Haraway, 1991). Por su parte,
Braidotti, en su libro "Posthuman Knowledge", plantea una perspectiva
posthumanista que reconoce la interconexión de los seres humanos con su entorno
y la necesidad de superar las jerarquías de poder para crear una sociedad más
equitativa y solidaria (Braidotti, 2019).
Conclusiones
El avance tecnológico de las últimas décadas ha generado cambios
significativos en nuestra sociedad, tanto en términos sociales como en
formas de pensar. Aunque algunas de estas transformaciones buscaban reemplazar
por completo las formas antiguas, en muchos casos no han logrado desplazarlas
por completo. En consecuencia, nos encontramos en una sociedad diversa y
compleja, donde conviven diferentes estilos de vida y enfoques de pensamiento.
Tomemos como ejemplos dos extremos opuestos: los amish,
conocidos por su estilo de vida tradicional y su resistencia al uso de
tecnología moderna, y las comunidades que se sumergen en conceptos futuristas
como el metaverso, donde se recrea una realidad virtual. Estos dos ejemplos
ilustran la amplia gama de opciones y perspectivas que coexisten en nuestro
mundo actual.
El cambio tecnológico experimentado a partir de la segunda
mitad del siglo XX ha sido notable y ha planteado numerosos desafíos éticos,
filosóficos y sociales. A medida que la tecnología avanza a un ritmo acelerado,
la sociedad a menudo se encuentra rezagada, necesitando tiempo para
adaptarse a los nuevos cambios.
Como hemos visto, es común observar que lo antiguo y lo
nuevo coexisten en nuestra realidad. Las estructuras sociales existentes no
siempre son capaces de asimilar por completo los avances tecnológicos que se
presentan, lo que puede generar tensiones y desafíos. La velocidad del cambio
tecnológico plantea la necesidad de una adaptación constante y rápida, tanto a
nivel individual como colectivo.
Este desfase entre el cambio tecnológico y la capacidad de
adaptación de la sociedad plantea cuestiones importantes. Surge la necesidad de
reflexionar sobre los impactos de la tecnología en nuestras vidas, así
como de abordar los problemas éticos y sociales que aparecen como resultado de
estos avances. Los debates en torno a la privacidad, la seguridad, la igualdad
y la responsabilidad son solo algunos ejemplos de los desafíos que enfrentamos.
Es fundamental que la sociedad busque formas de comprender y abordar estos
desafíos.
El transhumanismo surge en este contexto de preocupación por
los desafíos y cambios que trae consigo el avance tecnológico con el objetivo
de encontrar una visión optimista en la que la tecnología pueda resolver los
problemas que ella misma crea. Se presenta como una perspectiva que busca
abordar estos desafíos a través de una visión utópica de una sociedad de
individuos mejorados.
Lo bueno que tiene una utopía es que marca una dirección,
hay que tratar que sea la dirección correcta, pero al menos tienes la
oportunidad de ir por el buen camino, sin objetivo final no puedes partir hacia
ningún sitio.
Lo malo es que es un ideal y, como ideal marca un límite
inalcanzable, algo así como un límite matemático al que una sucesión tiende
pero que nunca llega a alcanzar por mucho que aumentemos la variable
independiente.
Este carácter utópico da miedo, demasiadas veces en el
pasado las utopías no han acabado bien. Además, a diferencia de utopías
anteriores, como los falansterios de Fourier (14) o el comunismo utópico de
Marx, que se basaban en seres humanos comunes, el transhumanismo se construye
en torno a la idea de seres humanos mejorados, lo cual plantea preocupaciones
adicionales.
Estos ideales de superioridad han sido utilizados para
justificar acciones y políticas opresivas, discriminación y exclusiones. La
idea de una sociedad de individuos mejorados puede llevar a la creación de una
élite tecnológica que se distancie aún más de aquellos que no tienen acceso a
estas mejoras.
Ese miedo a que se tuerzan las cosas está presente en los
críticos, pero también lo está en los autores más sensatos del transhumanismo
que defienden medidas que reduzcan las desigualdades sociales y las
disfunciones de todo tipo que pueda ocasionar la aplicación de la tecnología a
la mejora del ser humano.
Una diferencia fundamental que se observa entre los críticos
y los defensores del transhumanismo radica en su visión del avance tecnológico.
Mientras los críticos tienden a percibirlo como un proceso inevitable,
en el que el individuo tiene escasa influencia, los partidarios del
transhumanismo lo consideran como un deber moral. Según esta
perspectiva, no se debe esperar de manera pasiva, sino que es necesario
intervenir, fomentar y, en la medida de lo posible, controlar el progreso
tecnológico. Para ellos, el avance tecnológico es una responsabilidad activa
que implica la promoción y el impulso de mejoras para la humanidad.
Desde un punto de vista personal y puestos a elegir una
utopía me llama más la atención el llamado aceleracionismo de izquierdas de
Srnicek y Williams que ante la inevitabilidad del progreso tecnológico propone
que, en lugar de resistirse o tratar de revertir las fuerzas del capitalismo,
se debe acelerar su desarrollo y transformación, aprovechando las
posibilidades tecnológicas y la automatización para superar las limitaciones
del trabajo asalariado y crear una sociedad postcapitalista. En este sentido,
abogan por una mayor adopción de tecnologías como la inteligencia artificial,
la automatización, la robótica y la producción en red tal y como preconizan los
transhumanistas.
Ahora bien, la mejora que proponen los aceleracionistas de
izquierda no es individual, no se buscan seres humanos mejorados sino una
sociedad mejorada. El objetivo último del aceleracionismo de izquierdas es
lograr una sociedad en la que el trabajo asalariado sea reemplazado por formas
de trabajo más liberadoras y creativas, donde los recursos sean distribuidos de
manera más equitativa y la tecnología sea utilizada en beneficio de toda la
sociedad. Consideran que la aceleración del capitalismo puede desestabilizar
sus estructuras y crear las condiciones para la emergencia de una nueva forma
de organización social y económica.
Es innegable que estamos presenciando un proceso de cambio
tecnológico ineludible. Independientemente de si uno está a favor o en contra
del transhumanismo, es crucial prepararse filosóficamente para afrontar esta
transformación y buscar formas de aprovechar sus beneficios. A principios del
siglo XIX, era extremadamente difícil ser ludita (15), ya que la
Revolución Industrial avanzó sin tener en cuenta sus preocupaciones. En la
actualidad, a principios del siglo XXI, ser ludita parece prácticamente
imposible, dada la omnipresencia de la tecnología en nuestras vidas. En lugar
de resistir el avance tecnológico, es más productivo enfocarse en cómo podemos
adaptarnos y encontrar formas de utilizarlo para mejorar nuestra calidad de
vida y abordar los desafíos que se presentan. Al enfrentar estos cambios, es
esencial mantener un enfoque crítico y ético, buscando siempre el equilibrio
entre el progreso tecnológico y el bienestar humano.
De todas las formas y, aunque no suene especialmente
filosófico, ¡Dios nos pille confesados!
Sociólogo
Notas
- Raymond Kurzweil (Queens, Nueva York, 12 de febrero de 1948) es un inventor estadounidense, además de músico, empresario, escritor y científico especializado en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial. Desde 2012 es director de Ingeniería en Google.
- Elena M. Postigo Solana (Segovia, siglo XX) es una filósofa y bioeticista española. Profesora Adjunta de Filosofía y Bioética y directora del Instituto de Bioética de la Universidad Francisco de Vitoria.1 Se dedica a tareas académicas docentes, de investigación y divulgación en Bioética desde una fundamentación filosófica.
- Las Moiras (para los romanos las Parcas) estaban asociadas con la idea de que el destino de cada persona estaba predestinado y que los eventos de la vida estaban determinados desde el nacimiento hasta la muerte. Esta creencia en el destino influenció en gran medida el pensamiento griego antiguo y su comprensión de la naturaleza del universo y el papel de los seres humanos dentro de él.
- En la filosofía griega antigua, el concepto de "physis" (en griego: φύσις) se refiere al principio o la naturaleza fundamental de las cosas, así como al proceso de crecimiento y desarrollo inherente a ellas. La noción de physis fue central en la cosmología y la metafísica de muchos filósofos presocráticos, quienes buscaban comprender la naturaleza última del universo. Para los presocráticos, la physis era el principio primordial o sustancia básica de la cual todo lo demás derivaba. Por ejemplo, Tales de Mileto consideraba que el agua era la physis fundamental, Anaximandro hablaba de un principio indeterminado (apeiron), y Heráclito se refería al logos o al fuego como la physis.
- Zygmunt Bauman (Poznań, 19 de noviembre de 1925 — Leeds, 9 de enero de 2017) fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término correspondiente. Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.
- Nick Bostrom (en sueco, Niklas Boström) es un filósofo sueco de la Universidad de Oxford, nacido en 1973. Es conocido por sus trabajos sobre el principio antrópico, el riesgo existencial, la ética sobre el perfeccionamiento humano, los riesgos de la superinteligencia y el consecuencialismo. Obtuvo un PhD en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres en el año 2000. En 1998, Bostrom cofundó junto a David Pearce la Asociación Transhumanista Mundial.
- La eugenesia (del griego εὐγονική /eugoniké/, que significa ‘buen origen’: de εὖ /eu/ [‘bueno’], y γένος /guénos/ [‘origen’, ‘parentesco’]) es una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de humanos.
- Martin Heidegger (Messkirch, 26 de septiembre de 1889-Friburgo, 26 de mayo de 1976) fue un filósofo, ensayista y poeta alemán. Muchos especialistas se refieren a él como el pensador y filósofo más importante del siglo XX. Aunque su trabajo influyó sobre todo en la fenomenología y en la filosofía europea contemporánea, ha tenido igualmente influencia más allá de esta, en campos como la arquitectura, la crítica literaria, la teología y las ciencias cognitivas.
- Max More (nacido Max T. O'Connor, enero 20 de 1964) es un filósofo y futurólogo que escribe y da conferencias sobre prospectiva y el impacto de las tecnologías emergentes.Fundador del Extropy Institute, More ha escrito numerosos artículos exponiendo la filosofía transhumanista conocida como extropianismo.
- Miguel Ayuso Torres (Madrid, 1961) es un jurista y filósofo del derecho español, catedrático de Ciencia Política y Derecho Constitucional en la Universidad Pontificia Comillas. Vinculado al tradicionalismo, fue presidente de la Unión Internacional de Juristas Católicos entre 2009 y 2019.
- Nick Srnicek (nacido en 1982) es un escritor y académico canadiense. Actualmente es profesor de Economía Digital en el Departamento de Humanidades Digitales, King's College London . Srnicek está asociado con la teoría política del aceleracionismo y una economía posterior a la escasez .
- Alex Williams es profesor de sociología en la Universidad de Londres
- Donna J. Haraway (Denver, Colorado, 6 de septiembre de 1944) es una filósofa estadounidense, destacada en el campo de los estudios de ciencia y tecnología. Autora de libros claves como «Cyborg Manifesto» (1985), «Primate Visions: Gender, Race, and Nature in the World of Modern Science» (1989), «Simians, Cyborgs, and Women: The Reinvention of Nature» (1991) y "When Species Meet" (2008),1 Haraway también ha contribuido a la intersección de la tecnología de la información y la teoría feminista, y es una destacada académica en ecofeminismo contemporáneo.
- Rosi Braidotti (Latisana, 28 de septiembre de 1954) es una filósofa y teórica feminista contemporánea italo-australiana.
- El falansterio o falange es la comunidad de producción, consumo y residencia teorizada por el socialista utópico francés Charles Fourier como base de su sistema social igualitarista. Eran de carácter agrícola y estaban formados por grupos de 1.620 personas. En estas comunidades la competitividad económica estaba abolida, no había salarios ni propiedad privada.
- El ludismo fue un movimiento encabezado por artesanos ingleses en el siglo xix, que protestaron entre los años 1811 y 1816 contra las nuevas máquinas que destruían el empleo. Los telares industriales y la máquina de hilar industrial introducidos durante la Revolución Industrial amenazaban con reemplazar a los artesanos con trabajadores menos calificados y que cobraban salarios más bajos, dejándolos sin trabajo.
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