lunes, 29 de julio de 2024

El currículo oculto


Resumen

El concepto de currículo oculto aúna la sociología de la educación con el estudio de la estratificación social. El currículo oculto se refiere a las reglas, rutinas y estructuras no oficiales de las escuelas, a través de las cuales los estudiantes aprenden comportamientos, valores, creencias y actitudes. Según muchos sociólogos, esto sirve para mantener y justificar las estructuras de clase.

 

Abstract

The concept of the Hidden Curriculum brings together the sociology of education with the study of social stratification. The hidden curriculum refers to the unofficial rules, routines, and structures of schools through which students learn behaviors, values, beliefs, and attitudes. According to many sociologists, this serves to maintain and justify class structures.

Índice

  • Definición, origen y la teoría del consenso
  • La teoría del conflicto
  • El interaccionismo simbólico
  • La clase y la raza
  • El género
  • Conclusión

Definición

La palabra currículo, según la RAE, tiene tres acepciones. La primera es: “plan de estudios”, sin más. La segunda: “conjunto de estudios y prácticas destinadas a que el alumno desarrolle plenamente sus posibilidades”. Y la tercera: “curriculum vitae” o “currículum”.

El currículo oculto, un concepto de sociología de la educación, se refiere a las reglas, rutinas y estructuras no oficiales de las escuelas a través de las cuales los estudiantes aprenden comportamientos, valores, creencias y actitudes. Así que es currículo en el sentido de la segunda acepción de la RAE. Y es oculto porque sus elementos no aparecen en los objetivos escritos de las escuelas, planes de lecciones formales u objetivos de aprendizaje, aunque pueden reflejar valores sociales culturalmente dominantes e ideas sobre lo que las escuelas deben enseñar.

Si consideramos el contexto histórico, muchos aspectos que conforman el currículo oculto de control social fueron en su momento parte de la misión explícita de la educación. Este currículo solo se volvió "oculto" a medida que la discusión sobre la educación cambió a términos cada vez más individualistas y ciertas estructuras perdieron prestigio, por lo que hubo que esconderlas, sacándolas de los programas oficiales y evitando hablar de ellas.

La existencia del currículo oculto no es cuestionada por ninguna de las principales escuelas sociológicas; es algo que claramente existe en nuestras sociedades. Esto, de por sí, ya es un logro, ya que no suele ser habitual el consenso. Sin embargo, cada una de estas escuelas tiene algo que decir al respecto.

De los tres enfoques a los que solemos referirnos, y que el lector habitual de Sociología Divertida conoce bien, la orientación funcionalista (1) se interesa más en cómo los currículos ocultos contribuyen a la reproducción de sociedades unificadas. La perspectiva del conflicto (2), por su parte, se enfoca en la reproducción de sociedades estratificadas. Finalmente, el interaccionismo simbólico (3) se ocupa de explicar la existencia del currículo oculto en el contexto de la interacción social.

Dicho así, todo esto parece muy complicado, pero ahora veremos que no lo es tanto.

 

Origen del concepto y la teoría funcionalista del consenso

El funcionalismo propone que la educación, no olvidemos que se trata de un enfoque que destaca la estabilidad social, es una herramienta para mantener sociedades ordenadas y producir individuos adecuadamente socializados, es por esto por lo que los trabajos funcionalistas a menudo se recogen bajo la etiqueta de teoría del consenso.

La teoría del consenso describe a las escuelas como instituciones benignas que racionalmente clasifican y ordenan a los individuos para llenar posiciones de alto y bajo estatus, satisfaciendo la necesidad de la sociedad tanto de expertos como de trabajadores no cualificados.

Como concepto, el currículum oculto tiene sus raíces en "Educación y Sociología" (1922) y "Educación Moral" (1925) de Emile Durkheim (4). Durkheim -al que no se puede considerar como estrictamente funcionalista pero que sí podemos calificarle de precursor- concluyó que la sociedad no podría funcionar sin un alto grado de homogeneidad y que la educación, como una institución altamente regulada, podría proporcionar este nivel de similitud entre los individuos.

Basándose en el trabajo de Durkheim, Philip Jackson (5) en "La vida en las aulas" (1968) acuñó el término "currículum oculto". Junto con otros teóricos del consenso de ese período, señaló que las escuelas británicas y estadounidenses enseñan a los niños a sacrificar autonomía, control y atención a aquellos con más poder, reprimir su propia identidad personal y deseos, y aceptar la legitimidad de ser tratados como una categoría junto con otros. Dicho de una manera más directa, a hacer sociedades más dóciles.

Philip W. Jackson

La teoría del conflicto

Los teóricos del conflicto desarrollaron aún más los conceptos teóricos del currículo oculto. En general, argumentan que la educación sirve para preservar la estructura de clases sociales. Los primeros desafíos al enfoque funcionalista vinieron de teóricos neomarxistas, quienes sugirieron que la escolarización sirve a las demandas de las instituciones y grupos sociales más poderosos.

En su influyente trabajo "La escolarización en América capitalista"(1976), Samuel Bowles (6) y Herbert Gintis (7) sostuvieron que los estudiantes son educados de manera que los hace adecuados para diversos niveles de propiedad, autonomía y control en el sistema capitalista. Aprenden habilidades, desarrollan una conciencia e internalizan normas que se adaptan a su trabajo futuro.

Esta conexión entre las relaciones sociales de la vida escolar y las relaciones sociales de la producción fue etiquetada como el principio de correspondencia. Las teorías que se basan en el principio de correspondencia también se conocen como teorías de la reproducción, ya que explican cómo la educación reproduce las desigualdades sociales.

Sin embargo, las teorías de la reproducción enfrentaron críticas a principios de los años 80, cuando algunos teóricos del conflicto impulsaron una visión menos determinista del papel de la educación en el mantenimiento del sistema de clases. En "Aprendiendo a trabajar"(1981), Paul Willis (8) introdujo el concepto de resistencia a las teorías de la reproducción. Descubrió que los chicos de clase trabajadora inglesa en su estudio resistían tanto el currículum oficial como el oculto de sus escuelas secundarias. Aunque la resistencia tiene el efecto de canalizar a los chicos hacia una especie de nihilismo sistémico que los conduce hacia futuros de clase trabajadora.

La idea de resistencia suavizó el enfoque teórico rígido del currículum oculto. El concepto de resistencia permitió a los teóricos del conflicto ver el currículum oculto como discutible y quizás maleable.

 

El interaccionismo simbólico

Al igual que los teóricos del conflicto, los interaccionistas simbólicos ven la educación como un medio para clasificar a los estudiantes en posiciones sociales estratificadas según sus características asignadas. El enfoque interaccionista simbólico se centra en el nivel micro, y la sociología de la educación no es una excepción. Desde el punto de vista interaccionista, se analiza cómo las interacciones cara a cara en el aula contribuyen a la creación y mantenimiento de las desigualdades. Los interaccionistas simbólicos se interesan particularmente por cómo las dinámicas del aula generan ventajas y desventajas, y cómo estas interacciones académicas influyen en las personalidades, habilidades y comportamientos de los estudiantes.

El trabajo inicial dentro de la tradición interaccionista simbólica observó que ciertos estudiantes son etiquetados como "buenos aprendices" mientras que otros son considerados "problemáticos". Estas etiquetas a menudo se correlacionan con la raza, clase o género del estudiante. Independientemente de su nivel de habilidad previo, los estudiantes etiquetados negativamente tienden a rendir peor, mientras que aquellos etiquetados positivamente tienden a rendir mejor. Este proceso de etiquetado genera lo que el sociólogo funcionalista estadounidense Robert Merton (9) denominó la profecía autocumplida, es decir, una predicción o expectativa que, al ser creída, influye en el comportamiento de las personas de tal manera que provoca que dicha predicción se haga realidad. En este caso, los estudiantes internalizan las etiquetas asignadas y se comportan de manera coherente con ellas.

La clase y la raza

Más allá de las escuelas sociológicas principales, algunos académicos sostienen que los currículos ocultos llevan poderosos mensajes basados en la clase y la raza. Pierre Bourdieu (10) y Basil Bernstein (11), por ejemplo, sugieren que las escuelas crean entornos sociales que se ajustan mejor a los estudiantes de clase media y alta. A través del currículo oculto, los chicos reciben el mensaje de que los valores culturales, normas y actitudes de la clase media y alta son el patrón con el que se mide todo lo demás.

Las escuelas recompensan la conformidad con estas normas culturales y certifican ciertos métodos de aprendizaje como el estándar. Estos métodos de aprendizaje probablemente se ajustan mejor a los estilos de interacción de la clase media y alta, penalizando a los estudiantes de clase baja o trabajadora.

Los espacios físicos también pueden estar marcados por la clase, haciendo que algunos estudiantes se sientan más cómodos que otros. La demarcación del espacio es particularmente evidente en los niveles superiores de la escolarización: los entornos físicos en las instituciones que producen miembros de élite de la sociedad, como las escuelas de derecho o de medicina, a menudo están adaptados a las normas culturales y gustos de los privilegiados.

John Ogbu (12), antropólogo social afroamericano, se preocupó también por los efectos raciales del currículo oculto. En la medida en que el currículo oculto y formal está dirigido a la mayoría blanca, es posible que se fomente inadvertidamente una "cultura de oposición". Ogbu argumentó que las minorías raciales con una historia de esclavitud, conquista o colonización llegan a ver el éxito académico y la participación en la cultura dominante como una amenaza a la identidad y lealtad del grupo.

La cultura de oposición puede considerarse parte del currículo oculto, ya que las minorías raciales aprenden a través de la escuela que el éxito académico es "actuar como blanco". Nuevamente, como sucede con el concepto de resistencia visto anteriormente, la oposición del sector discriminado al programa oculto de las escuelas conduce directamente a destinos de clase trabajadora.

Sin embargo, la teoría de la cultura de oposición ha sido desafiada por Douglas Downey (13) y James Ainsworth Darnell (14), entre otros, quienes encuentran que las minorías valoran tanto o más el éxito académico que sus compañeros blancos y que la cultura de oposición es un fenómeno basado en la clase, no en la raza. En otras palabras, para estos autores, el concepto de resistencia de los teóricos del conflicto es el mismo fenómeno (con algunos matices) que la cultura de oposición de Ogbu.

 

El género

El currículo oculto también actúa en la construcción del género según el patrón de lo que se denomina desde la teoría queer (ver “La teoría queer” en este mismo blog) como heteronormatividad. Lo heteronormativo, según estos autores, es el seguimiento de los patrones masculinos y femeninos clásicos, así como la regulación de las relaciones interpersonales dentro de este patrón normativo, asociando la normalidad a la heterosexualidad.

La investigación sobre género y el currículo oculto ha indicado que la cultura de los compañeros es una de las formas más influyentes en las que se fomentan y perpetúan los comportamientos de género. Se entiende por cultura de compañeros la que surge entre el grupo de pares —muy importante en la socialización del individuo— que se forma en una clase, en el patio del colegio o en la calle de un barrio.

Por ejemplo, desde muy temprano, los niños también se segregan por género, manteniendo los límites de género a través de bromas románticas, como, por ejemplo, "Fulanito es novio de Menganita" estando ambos en el jardín de infancia.

Paul Willis  y el sociólogo estadounidense Michael W. Apple (15), en su libro “Ideología y currículo” (1979), indican que los niños alcanzan un alto estatus en las escuelas secundarias y preparatorias sobre la base de su habilidad atlética, inteligencia, dureza, habilidades sociales y éxito en las relaciones de género cruzado, mientras que las niñas ganan popularidad por el estatus socioeconómico de sus padres, su propia apariencia física y habilidades sociales. Estos valores también pueden transmitirse a través de actividades extracurriculares, destacando notablemente el mayor apoyo financiero dado a los deportes masculinos.

 

Conclusión

Como hemos visto, prácticamente no hay nadie en la sociología de la educación que dude de la existencia de un currículo oculto. Lo que existen son distintas aproximaciones al concepto, desde los funcionalistas (gente de orden) que lo consideran funcional y necesario, pasando por los teóricos de la sociología del conflicto (menos optimistas) que lo consideran un sistema ideológico de mantenimiento de la desigualdad, y llegando a los interaccionistas que aplican el concepto al nivel microsociológico, examinando las ventajas y desventajas para el individuo sin entrar demasiado en juicios de valor.

Pero ¿el currículo oculto se queda en el ámbito educativo? Los marcadores sociales como clase, raza y género no solo son evidentes dentro de los currículos ocultos de los sistemas educativos, sino que también reflejan formas de jerarquía y diferenciación que existen en otras instituciones sociales. Por ejemplo, la familia, la medicina, la religión y la economía se solapan y dan forma tanto al currículo formal como al informal de las escuelas.

 

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

 

Notas

  1. Según el enfoque funcionalista una sociedad puede entenderse metafóricamente como un organismo vivo que se compone de distintos órganos o estructuras cada uno de ellos con una función o funciones necesarias para que el organismo social pueda vivir. La sociedad es un sistema complejo cuyas partes “encajan” entre sí produciendo un equilibrio o estabilidad social. Para la corriente principal del funcionalismo nuestras vidas están orientadas según la dirección que marcan ciertas estructuras sociales, entendiéndose por éstas pautas relativamente estables de relaciones sociales, por ejemplo, las relaciones familiares, las conductas ritualizadas, y otras, que implican comportamientos relativamente estables y predecibles. Así para Talcott Parsons, el máximo representante de este paradigma, la sociedad tiende al equilibrio y a la estabilidad. Pero para que puedan permanecer en el tiempo, las sociedades deben cumplir una serie de requisitos que denominó prerrequisitos funcionales como la adaptación al entorno, la satisfacción de los objetivos o la cohesión social entre otros.
  2. Teoría del conflicto. En este paradigma se agrupan las teorías sociológicas que analizan a la sociedad desde el punto de vista de la desigualdad, el conflicto y el cambio social. Se resaltan las relaciones de dominación que enfrentan a las diferentes categorías de personas y, en el ámbito internacional, a los conflictos entre distintas sociedades que compiten entre sí. Se analizan también las estrategias que emplean los dominadores para mantener su posición y de los dominados para intentar mejorar su situación.
  3. El Interaccionismo Simbólico, cuyo máximo exponente es el filósofo norteamericano George Herbert Mead. Las reflexiones de Mead se centraron en explicar cómo las personas van construyendo su propia identidad y definiéndose a si mismas a través de sus experiencias sociales. Para este enfoque la sociedad es el resultado de las interacciones cotidianas de las personas, que van dotando de significado al mundo social que les rodea. Por supuesto no hay garantías de que este proceso de interacción continua haga que las personas terminen imputando los mismos significados al entorno en el que viven y, así, aún reaccionado de la misma manera, un policía puede hacer sentirse seguro a un individuo y nervioso a otro. De modo que la sociedad sería un mosaico de definiciones subjetivas y reacciones variadas.
  4. Émile Durkheim (Épinal, Francia, 15 de abril de 1858 – París, 15 de noviembre de 1917) fue un sociólogo francés. Estableció formalmente la disciplina académica y, junto con Karl Marx y Max Weber, es considerado uno de los padres fundadores de dicha ciencia. Ver “De cuando la sociología daba sus primeros pasos” en este mismo blog.
  5. Philip Wesley Jackson (2 de diciembre de 1928, en Vineland - 21 de julio de 2015, en Chicago) fue un pedagogo estadounidense, profesor emérito de la Universidad de Chicago. Durante su carrera, también fue presidente de la Asociación Americana de Investigación Educativa y de la Sociedad John Dewey. Acuñó la frase "currículo oculto" en su libro de 1968 titulado La vida en las aulas, en una sección sobre la necesidad de que los estudiantes dominen las expectativas institucionales de la escuela.
  6. Samuel Bowles (nacido en 1939) es un economista estadounidense y profesor emérito de la Universidad de Massachusetts Amherst, donde continúa enseñando cursos de microeconomía y la teoría de las instituciones. Su obra pertenece al pensamiento neo-marxista también llamado post-marxista, sin embargo, su perspectiva sobre la economía es ecléctica y se basa en varias escuelas de pensamiento, incluyendo lo que él (y otros) se refieren como economía post-Walrasiana.
  7. Herbert Gintis (Filadelfia, Pensilvania, 11 de febrero de 1940-Northampton, Massachusetts, 5 de enero de 2023)1 fue un científico del comportamiento, educador y escritor norteamericano. Destacó en el campo de economía por sus ideas sobre el altruismo, la cooperación, la teoría del juego epistémico, coevolución gen-cultura, los salarios de eficiencia, la reciprocidad fuerte, y la teoría de capital humano. Gintis también escribió extensamente sobre comportamiento, evolución, y teoría de juegos.
  8. Paul Willis (nacido en 1945) es un científico social británico conocido por su trabajo en sociología y estudios culturales. La obra de Paul Willis es muy leída en los campos de la sociología, la antropología y la educación, y su trabajo hace hincapié en la cultura del consumo, la socialización, la música y la cultura popular. Nació en Wolverhampton[1] y se formó en la Universidad de Cambridge y en la de Birmingham. Trabajó en el Centre for Contemporary Cultural Studies y posteriormente en la Universidad de Wolverhampton. Fue catedrático de Etnografía Social/Cultural en la Universidad de Keele. En otoño de 2010 dejó la Universidad de Keele y ahora es profesor en la Universidad de Princeton.
  9. nacido Meyer Robert Schkolnick (Filadelfia, 4 de julio de 1910 - Nueva York, 23 de febrero de 2003) fue un sociólogo estadounidense. Es padre del Premio Nobel de Economía Robert C. Merton. Padre de la teoría de las funciones manifiestas y latentes, y autor de obras como El análisis estructural en la Sociología (1975), Merton es uno de los clásicos de la escuela estadounidense de esta disciplina. También fue importante su labor en el campo de la sociología de la Ciencia.
  10. Pierre-Félix Bourdieu  (Denguin, 1 de agosto de 1930 – París, 23 de enero de 2002) fue uno de los más destacados representantes de la sociología contemporánea. Logró reflexionar sobre la sociedad, introdujo o rescató baterías de conceptos e investigó en forma sistemática lo que suele parecer trivial como parte de nuestra cotidianidad. Algunos conceptos claves de su teoría son los de "habitus", "campo social", "capital simbólico" o "instituciones". Al final de su vida se convirtió, por su compromiso público, en uno de los principales actores de la vida intelectual francesa. Su pensamiento ha ejercido una influencia considerable en la conciencia humana y social, en especial de la sociología francesa de posguerra. Caracterizó su modelo sociológico como "constructivismo estructuralista"; la problemática constructivista tiende a descifrar las realidades sociales como construcciones históricas cotidianas de actores colectivos e individuales que se sustraen del control de estos actores. Su sociología reveladora ha tenido críticos que lo acusan de una particular visión determinista de lo social.
  11.  Basil Bernstein (Londres, 1 de noviembre de 1924 - Londres, 24 de septiembre de 2000) fue un sociólogo y lingüista británico, conocido por sus aportaciones a la Sociología de la educación.
  12. John Uzo Ogbu (9 de mayo de 1939 - 20 de agosto de 2003) fue un antropólogo y profesor nigeriano-estadounidense conocido por sus teorías sobre los fenómenos observados en relación con la raza y la inteligencia, especialmente sobre cómo las diferencias raciales y étnicas influyen en los logros educativos y económicos. También llegó a la conclusión de que algunos estudiantes obtenían malos resultados porque entre sus compañeros se consideraba que un alto rendimiento era "actuar como blancos". Ogbu también participó en la polémica de 1996 en torno al uso del inglés vernáculo afroamericano en las escuelas públicas de Oakland (California). El libro de 2000 Eminent Educators: Studies in Intellectual Influence se centra en él como uno de los "cuatro gigantes intelectuales del siglo XX".
  13. Douglas Downey es profesor y director de estudios del departamento de sociología de la Universidad Estatal de Ohio. Es especialista en estratificación social, familia y tecnología.James W. Ainsworth-Darnell es profesor del departamento de sociología de la Universidad Estatal de Ohio
  14. Michael W. Apple (n. 1942) es un pedagogo y sociólogo de la educación estadounidense. Es profesor John Bascom de Currículum e Instrucción y Estudio de Políticas Educativas en la Universidad de Wisconsin-Madison. Fue profesor de Educación Primaria y Secundaria en Nueva Jersey y presidente del sindicato docente. Su obra ha sido de gran influencia en el área de la Pedagogía Crítica, los estudios sobre ideología y currículum y el desarrollo de escuelas democráticas. Es un autor muy crítico con los principios de la educación neoliberal y la utilización de los cheques escolares.

Bibliografía

Hamilton L. y Powell B (2009). Hidden curriculum. The Blackwell Encyclopedia of Sociology, Blackwell Publishing

Ainsworth-Darnell, J.W. Downey, D. B. (1998). Assessing the oppositional culture explanation for racial/ethnic differences in school performance. American Sociological Review, 63(4), 536–553. https://doi.org/10.2307/2657266


domingo, 28 de julio de 2024

La comunidad imaginada y el neonacionalismo

Benedict Anderson

 Resumen

En un artículo anterior cuestioné – sin duda afectado por la cuestión catalana- la definición de nación desde la ciencia política. En mi búsqueda de respuestas, identifiqué tres preguntas clave: la existencia de naciones sin una base étnico-cultural homogénea, la vocación política de ciertos pueblos dentro de un Estado, y la diferencia entre la existencia de un grupo étnico y una nación. El politólogo Andrés de Blas distingue entre nación política y nación cultural para abordar estas preguntas. La nación política se fundamenta en el Estado y la ideología liberal, mientras que la nación cultural se basa en la realidad étnica y cultural del grupo.  Por otra parte, Rokkan y Urwin proponen un modelo de movilización regionalista que describe una progresión desde la integración total en un Estado hasta la demanda de autodeterminación.

En este nuevo artículo, que tiene vocación de continuidad con respecto al anterior, se tratan dos enfoques de tinte más sociológico. Las “comunidades imaginadas” de Benedict Anderson y el neonacionalismo de David McCrone.

Anderson introduce la idea de las "comunidades imaginadas", argumentando que la nación es una construcción moderna que permite a las personas sentir una conexión común sin conocerse. Las naciones son imaginadas, limitadas y soberanas, surgidas en la Ilustración como respuesta a la crisis de la religión y la autoridad monárquica. Anderson sostiene que el nacionalismo reemplazó a la religión como fuente de propósito y continuidad, aunque su teoría ha sido criticada por ser eurocéntrica y simplificar la diversidad cultural y el papel del Estado.

David McCrone, por su parte, define el neonacionalismo como un fenómeno que surge cuando un grupo social redefine su identidad dentro de un Estado nación debido a la globalización. Este neonacionalismo puede centrarse en la autonomía en lugar de la independencia total y es menos exclusivista, promoviendo una identidad nacional adaptable. Sin embargo, su enfoque ha sido criticado por idealizar el neonacionalismo, subestimar el nacionalismo tradicional y no considerar suficientemente las implicaciones económicas y políticas de estos movimientos.

Abstract

In a previous article, influenced undoubtedly by the Catalan issue, I questioned the definition of a nation from the perspective of political science. In my search for answers, I identified three key questions: the existence of nations without a homogeneous ethno-cultural basis, the political vocation of certain peoples within a state, and the difference between the existence of an ethnic group and a nation. The political scientist Andrés de Blas distinguishes between political nation and cultural nation to address these questions. The political nation is based on the state and liberal ideology, while the cultural nation is grounded in the ethnic and cultural reality of the group.

 

Rokkan and Urwin, on the other hand, propose a model of regionalist mobilization that describes a progression from full integration into a state to the demand for self-determination. In this new article, intended as a continuation of the previous one, two more sociological approaches are discussed: Benedict Anderson's "imagined communities" and David McCrone's neonationalism.

 

Anderson introduces the idea of "imagined communities," arguing that the nation is a modern construct that allows people to feel a common connection without knowing each other. Nations are imagined, limited, and sovereign, arising in the Enlightenment as a response to the crisis of religion and monarchical authority. Anderson contends that nationalism replaced religion as a source of purpose and continuity, though his theory has been criticized for being Eurocentric and for oversimplifying cultural diversity and the role of the state.

David McCrone, on the other hand, defines neonationalism as a phenomenon that arises when a social group redefines its identity within a nation-state due to globalization. This neonationalism may focus on autonomy rather than total independence and is less exclusivist, promoting an adaptable national identity. However, his approach has been criticized for idealizing neonationalism, underestimating traditional nationalism, and not adequately considering the economic and political implications of these movements.

 

Índice

La idea de nación desde la ciencia política

Las comunidades imaginadas de Anderson

Sociología del nacionalismo de McCrone, el neonacionalismo

 

La nación desde la ciencia política

Hace ya bastantes años, cuando empezó el proceso catalán hacia el independentismo, empecé a preguntarme seriamente acerca de qué es una nación; un término que damos por hecho, pero cuando lo intentamos definir como fenómeno no conseguimos establecer unos límites claros sobre qué comunidades constituyen una nación y cuáles no.

Por aquel entonces escribí un artículo en este mismo blog al que puse el título: “¡Somos una gran nación! ¿ah sí? ¡define nación!”, en el que me esforzaba por encontrar una solución a este problema acercándome desde el punto de vista de la ciencia política.

El problema se puede reducir a contestar a tres preguntas. En primer lugar, por qué hay naciones que no han necesitado ni han contado en su origen con el sustento de una realidad étnico-cultural homogénea como podría ser el caso de las repúblicas americanas. En segundo término, por qué determinados pueblos han manifestado una vocación política singular estando ya insertos en un Estado como Cataluña o Escocia y, por último, por qué la existencia de un pueblo o grupo étnico no equivale necesariamente a la existencia de una nación como los lapones de Finlandia que, al menos por ahora, no reclaman un Estado propio.

El politólogo español Andrés de Blas(1) propone, para contestar a las dos primeras preguntas, la existencia dos tipos de naciones: la nación política y la nación cultural.

La nación política no tiene como fundamento necesario la existencia de un grupo étnico. Sería el caso de algunos Estados-Nación europeos que surgieron en la Edad Moderna y, sobre todo, el caso de los Estados Unidos y las naciones de Iberoamérica que surgieron de la rebelión liberal contra el colonialismo. En este caso la nación surge en un momento histórico determinado como una referencia para soportar ideológicamente el Estado, es el Estado el que crea la nación y no al revés, y podemos afirmar que este esquema ha funcionado en muchos sitios.

En estos casos el Estado asume el carácter multiétnico de su realidad, creando lazos culturales de nueva creación o bien originarios de unos de los grupos étnicos existentes en su territorio.  Una nación de este tipo debe crear un nacionalismo específico, acorde en líneas generales con el nacionalismo liberal, un nacionalismo a la medida del ciudadano y no del particularismo étnico, se debe centrar en el individuo, su dignidad y los derechos intrínsecos de la persona.

La nación cultural o étnica tiene su fundamento en una realidad cultural que reclama como indispensable la realidad prepolítica del grupo étnico, del pueblo, basándose en la idea de que una lengua hace una cultura y ésta lleva necesariamente a la constitución de una nación. Las ideologías nacionalistas impulsoras de este tipo de nación cuentan con una notable capacidad para efectuar síntesis y sincretismo entre hechos reales y míticos, tienen un obligado gusto por la diversidad, por establecer hechos diferenciales y un inevitable entusiasmo por lo que es propio a cada pueblo.

Para contestar a la tercera cuestión, debemos preguntarnos previamente si existe un camino en la evolución desde el grupo étnico hasta la nación cultural y, en ese caso, si los lapones están en marcha hacia el desarrollo de una identidad nacional y a una aspiración a constituir su propio Estado.

Rokkan (2) y Urwin (3) han planteado un proceso de movilización regionalista que podría ajustarse a esta problemática, una especie de escalera en la que cada peldaño implica, en vez de que la fuerza de gravedad se oponga a la subida como ocurre en el mundo físico, una disminución de los apoyos sociales, por lo que la subida por la escalera hacia la independencia se hace más difícil conforme se van subiendo peldaños.

La escalera arrancaría de una entidad territorial plenamente integrada en un Estado, sin una entidad cultural separada. Aparecen las primeras asociaciones regionalistas de defensa cultural que inician la construcción de la identidad periférica.

El segundo peldaño suele ser la protesta a cargo ya de partidos políticos con un grado elevado de apoyo electoral que tratan de que se incorporen sus demandas territoriales a la agenda del sistema político central. Aparece el regionalismo propiamente dicho.

El peldaño siguiente se concreta en un mecanismo de poderes autónomos compartido entre el gobierno central y un gobierno a escala regional.

El cuarto paso, envuelto en una retórica federalista, implica una autonomía regional absoluta y una autoridad central que se ocupa de los asuntos interregionales.

El quinto escalón consistiría en el desarrollo de estructuras políticas con suficiente fortaleza para pedir la autodeterminación, los partidos que la promueven son de carácter fuertemente nacionalista.

Es esta una visión politológica que no comprende totalmente todo el problema ni creo que resuelva todos los casos, por ejemplo, no estoy seguro de que los lapones estén subiendo estos peldaños tal y como los describen Rokkan y Urwin, aunque si parecen responder a muchos casos conocidos, sobre todos los relacionados con la civilización occidental.

Vamos a completar esta visión con dos enfoques más sociológicos: Las comunidades imaginadas de Anderson (4) y el neonacionalismo de McCrone (5).

Las comunidades imaginadas de Anderson

La idea moderna de nación es una construcción reciente, contradictoria con las premisas nacionalistas que la sitúan en épocas remotas. Las afirmaciones de que la patria se remonta al pleistoceno, o incluso al mundo antiguo o medieval, son completamente falsas. Antes del siglo XVIII no existían las naciones tal como las entendemos hoy; si acaso existían, sus integrantes no eran conscientes de formar parte de una nación.

Con el desarrollo de la ideología nacionalista, inicialmente alrededor de la idea de la nación política, surgió la antítesis consistente en que el concepto de nación se había concebido para convencer a la gente de que pertenecía a una unidad de destino universal. En 1800, el filósofo alemán Johann Fichte (6) defendió un Estado centralizado que se aislara del mundo para crear un sentido de identidad nacional (Volksgeist). En 1861, poco después de la unificación italiana, Massimo d’Azeglio (7) afirmó: “Ya hemos creado Italia, ahora hay que crear italianos”. El antropólogo Ernest Gellner (8), en los años '60 del siglo pasado, escribió: “el nacionalismo no es el despertar de la conciencia de las naciones, inventa naciones allá donde no existen”. Más recientemente, el filósofo francés Étienne Balibar (9) opinó que cada pueblo es el proyecto de un proceso nacional de etnización.

En esta corriente se incluye al teórico social y político Benedict Anderson, quien sostiene que asumimos la idea de nacionalismo como algo dado con el nacimiento. Si naces en un lugar determinado, tienes una nacionalidad determinada, del mismo modo que naces con un género determinado. Anderson cuestiona toda la base del nacionalismo y define el concepto de nación como una comunidad política imaginada, inherentemente limitada y soberana.

Imaginada, porque los miembros de una nación, sin importar lo pequeña que sea, nunca llegarán a conocer a la mayoría de sus compatriotas, pero en la mente de todos ellos persiste la idea de una conexión común. Limitada, porque incluso las naciones más extensas tienen fronteras, aunque estas puedan ser flexibles y cambiar con el tiempo; si no, que se lo pregunten a Polonia. A pesar de su variabilidad, las fronteras existen. Ninguna nación ha considerado jamás la inclusión de todos los habitantes del mundo, a diferencia de las religiones. Soberana, porque generalmente reivindica para sí un Estado que le permita desarrollar su identidad entre las demás naciones del mundo.

La soberanía, dice Anderson, forma parte también de la idea de nación porque el concepto surgió durante la Ilustración. El siglo de las luces apagó en cierto modo a la religión; esta perdió el lugar incuestionable que ocupaba en la mente de la población, y ya no se aceptaba tan fácilmente que los monarcas fueran elegidos directamente por Dios para gobernar a los pueblos. El concepto de soberanía permitía la existencia de una estructura nacional sin necesidad de apelar a un dogma religioso. De hecho, las repúblicas dominan el panorama de las formas de gobierno, y las monarquías que sobreviven lo hacen reinando, pero no gobernando, en un malabarismo difícil de justificar políticamente.

Sin embargo, según Anderson, la crisis religiosa provocada por la racionalidad de la Ilustración conllevó que algunas de las preguntas trascendentes que solían contestarse desde la fe quedaran sin respuesta evidente: ¿qué sentido tenía ahora la vida? ¿Qué razones había ahora para vivir o morir? El nacionalismo proporcionó un nuevo propósito vital, un motivo para vivir -para algunos descerebrados, incluso un motivo para morir- y, en todo caso, proporcionaba un sentido de continuidad, un cielo terrenal.

La teoría de Anderson ha recibido críticas, sobre todo chirría cuando se aplica al mundo árabe, que por motivos culturales sigue definiéndose por la fe religiosa. Se le acusa de ser eurocéntrica, ya que se basa principalmente en ejemplos europeos, y de no considerar adecuadamente las particularidades de otras regiones como África, Asia y América Latina. Además, algunos críticos creen que Anderson simplifica el papel de la cultura y la lengua en la formación de las naciones, pasando por alto la diversidad y complejidad de las identidades nacionales. También se señala que su teoría subestima la influencia del Estado y las elites políticas en la creación de identidades nacionales.

Desde una perspectiva histórico-materialista, se argumenta que Anderson no presta suficiente atención a las estructuras económicas y de clase que también moldean las naciones. Su enfoque culturalista omite cómo las relaciones de producción y la lucha de clases pueden influir en las identidades nacionales. A pesar de estas críticas, la teoría de Anderson ha vuelto al debate público con la pujanza de movimientos independentistas en Europa occidental. Su idea de la nacionalidad imaginada está resultando ser tan controvertida como influyente.

Por último, sólo querría hacer un apunte jocoso: Anderson era hijo de padre inglés y madre inglesa, quienes participaron activamente en el movimiento nacionalista irlandés. Algo en su hogar tuvo que influir en él cuando les salió a sus padres tan contrario al nacionalismo.

 

Sociología del nacionalismo de McCrone, el neonacionalismo

El sociólogo escocés David McCrone define el neonacionalismo como un fenómeno que tiene lugar cuando un grupo social trata de redefinir su identidad particular en el seno de un Estado nación del que forma parte.

Según McCrone, las fuerzas económicas, políticas y culturales activadas por la globalización han coincidido con la emergencia del neonacionalismo. De manera que el Estado se ve afrontando una doble lucha: por un lado, supranacional y, por otro lado, interna.

Tanto en el caso de las identidades nacionales de la nación política como en las neonacionalistas, se forjan a partir de las mismas materias primas históricas: la lengua, unos mitos culturales, una historia singular y unos ideales sociales comunes. Cuando un número suficiente de personas invoca estas materias primas en pro de una causa común, se activa la solidaridad.

McCrone asegura que se necesita relativamente poco material histórico-mítico; bastan unos pocos símbolos culturales para galvanizar el sentimiento neonacionalista.

También señala que el sentimiento de ser distinto en el seno de un Estado puede ser el factor principal que lleva a exigir más autonomía o la independencia. Además de estas reivindicaciones, existen otros motivos como la injusticia fiscal o el reparto desigual de los recursos.

Según McCrone, el neonacionalismo y el nacionalismo se diferencian, en primer lugar, en que el neonacionalismo no necesariamente busca la creación de un estado-nación independiente en el sentido tradicional. Puede estar más enfocado en la autonomía y el autogobierno dentro de estructuras más grandes, como federaciones o uniones supranacionales.

Por otro lado, el neonacionalismo tiende a ser menos exclusivista y más inclusivo en términos de identidad, promoviendo una visión de la nación que es abierta y adaptable a la diversidad.

El enfoque de David McCrone sobre el neonacionalismo ha sido objeto de varias críticas desde diferentes perspectivas académicas y políticas. En primer lugar, algunos críticos argumentan que McCrone idealiza el neonacionalismo, presentándolo de manera demasiado positiva y sin considerar adecuadamente sus aspectos negativos. Señalan que, en la práctica, los movimientos neonacionalistas pueden seguir siendo exclusivistas y pueden fomentar divisiones dentro de la sociedad.

En segundo término, se le critica por subestimar la persistencia y la influencia del nacionalismo tradicional. En muchos casos, los movimientos que él clasifica como neonacionalistas todavía contienen elementos significativos de nacionalismo étnico y exclusivista.

Aunque McCrone enfatiza la adaptabilidad del neonacionalismo en el contexto de la globalización, algunos críticos sostienen que no aborda suficientemente cómo las fuerzas globales pueden limitar la efectividad y el alcance de los movimientos neonacionalistas.

En cuarto lugar, la definición de neonacionalismo puede ser considerada vaga y demasiado amplia. Esto puede dificultar la distinción clara entre el neonacionalismo y otras formas de nacionalismo contemporáneo.

También se ha señalado que algunos de los ejemplos empíricos utilizados por McCrone no siempre se alinean perfectamente con su teoría. Por ejemplo, los movimientos de independencia en Escocia y Cataluña a veces han mostrado tendencias más tradicionales y exclusivistas que lo que su teoría sugiere.

Algunos críticos también argumentan que el enfoque de McCrone no considera adecuadamente las posibles consecuencias negativas del neonacionalismo, como la fragmentación política, el aumento de tensiones interregionales y la potencial inestabilidad.

Por último, algunos analistas creen que McCrone no aborda suficientemente cómo los intereses económicos y las estructuras de poder influyen en los movimientos neonacionalistas. El neonacionalismo puede ser impulsado por élites económicas que buscan maximizar sus intereses, lo cual podría no beneficiar a toda la población.

En conclusión, el neonacionalismo, según David McCrone, es una respuesta a las cambiantes condiciones políticas, económicas y culturales del mundo contemporáneo. Es un enfoque que busca combinar el deseo de identidad y autonomía con la realidad de la interdependencia global.

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

 

Notas

1.      Andrés de Blas Guerrero (San Sebastián, 1947) es un politólogo y catedrático español. Se ha especializado en el estudio del nacionalismo. Ha escrito estudios sobre el Partido Socialista Obrero Español durante la Segunda República, el republicanismo y su relación con el nacionalismo español y sobre la cuestión nacional en el continente europeo.

2.      Stein Rokkan (4 de julio de 1921 en Vågan - 22 de julio de 1979 en Bergen) fue un politólogo y sociólogo noruego. Fue profesor de política comparada en la Universidad de Bergen.

3.      Derek W. Urwin es profesor de Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Aberdeen. Su trabajo se centra en la integración política y económica en Europa occidental desde la Segunda Guerra Mundial. Uno de sus libros destacados es “The Community of Europe: A History of European Integration Since 1945” (La Comunidad de Europa: Una historia de la integración europea desde 1945), publicado en 1991.

4.      Benedict Richard O'Gorman Anderson (Kunming, 26 de agosto de 1936-Batu, Java Oriental, 13 de diciembre de 2015) fue un estudioso del nacionalismo y de las relaciones internacionales, y uno de los más reconocidos especialistas sobre la Indonesia del siglo xx.

5.      David McCrone es Profesor Emérito de Sociología en la Universidad de Edimburgo. Es Fellow de la Royal Society of Edinburgh y de la British Academy. Co-fundó el Instituto de Gobierno de la universidad en 1999. Ha escrito extensamente sobre la sociología y política de Escocia, así como sobre el estudio comparativo del nacionalismo.

6.      Johann Gottlieb Fichte (Rammenau, 19 de mayo de 1762-Berlín, 29 de enero de 1814) fue un filósofo alemán de gran importancia en la historia del Filosofía occidental. Como continuador de la filosofía crítica de Kant y precursor tanto de Schelling como de la filosofía del espíritu de Hegel, es considerado uno de los padres del llamado idealismo alemán. Es el creador de la tríada dialéctica en su terminología tesis-antítesis-síntesis, que suele atribuirse a Hegel, aunque este utilizó la denominación abstracto-negativo-concreto.

7.      Massimo Taparelli, marqués de Azeglio (Turín, 24 de octubre de 1798 – 15 de enero de 1866), fue un escritor, pintor, patriota y político italiano.

8.      Ernest Gellner (París, 9 de diciembre de 1925-Praga, 5 de noviembre de 1995) fue un filósofo y antropólogo social británico de origen checo.

9.      Étienne Balibar (Avallon, Yonne, Borgoña, 23 de abril de 1942) es un filósofo marxista francés. En 1960, se licenció en la Escuela Normal Superior de París, donde fue alumno de Louis Althusser. Luego del fallecimiento de este último, se convirtió rápidamente en el máximo exponente de la Filosofía marxista francesa. Está casado con la física Françoise Balibar y es padre de la actriz Jeanne Balibar.

 

 

Bibliografía

C. Thorpe, C. Yuil, M. Hobbs, M. Todd, S. Tomley, M. Week (2016): El Libro de la Sociología, Akal Editores.

Rokkan , S. & Urwin, D. (1983): Economy, Territory, Identity: Politics of West European Peripheries, Sage

G. H. Sabine (1999): Historia de la Teoría Política, Fondo de Cultura Económica

Pastor Verdú J., de Blas Guerrero A.  (1999): Fundamentos de Ciencia Política UNED

Lloyd C. (2009): Nation-state and nationalism, The Blackwell Encyclopedia of Sociology, Blackwell Publishing